sábado, 29 de noviembre de 2008

fútbol y libros

Esta tarde he estado jugando fútbol con mi hermano pequeño (aquel que se comió el candado y que hoy hizo la primera comunión). Me ha clavado seis goles. A mi favor puedo decir que al menos resistí una hora dentro de la cancha. Yo nunca he sido un fanático del fútbol, pero jugar allí con él en esa canchita desolada rodeada de pozos petroleros ha estado muy bien. Jugamos hasta que aquel enorme sol rojo se ha desvanecido y hemos sido apenas dos sombras atrás de una pelota.

Por la mañana estuvimos dando una vuelta por mi colegio que ahora también es su colegio y el de mi hermanita. Todo estaba tan igual a como lo dejé que he tenido que robarme un libro de la biblioteca para no morir de nostalgia. Ha sido uno de cuentos de Allan Poe que escondí bajo el saco mientras duraba la ceremonia de la comunión. Mi profesora de cuarto de primaria (que ahora es la directora del colegio) andaba por allí y me nombró por el micrófono y agradeció que viniera a visitar el colegio. Dijo que Bryan no podría haber elegido mejor padrino. Supongo que no sabía que tenía uno de sus libros bajo el saco.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

aceitunas

dirán que soy bestia, pero yo no me había dado cuenta que las milhojas se llamaban así por las "mil" "hojas" con que se hacen. en el colegio, me pasé años y años pidiendo milhojas. me gustaba mirarlas de perfil como si fuesen edificios destruídos y al masticarlas me sentía como El Comerocas de la historia sin fin. jamás, sin embargo, relacioné su decadente estructura con el nombre que les habían dado. la palabra milhojas era para mi un bloque indivisible igual que gelatina, flan o pye.

el día que lo descubrí, mientras comía una milhoja precisamente, fue como si a la par que mis dientes despedazaban las hojas de harina y manjar, la palabra misma se iba partiendo en dos dentro de mi cabeza. cuando finalmente ambos bloques cayeron y yo vi la palabra dividida en aquellas dos otras palabras con vida propia, sentí como aquello que cuenta mi abuela del pentecostés y creo que es el momento de mi vida equivalente a aquella escena en que el mono lanza el hueso al aire en la maravillosa obra de Stanley Kubrick: 2001: Una Odisea en el espacio.

y bueno, me acordaba de esto porque justo hoy pasé por el parque El Olivar y recordé que también pasé años y años por allí y nunca pensé en los olivos. bueno tampoco es mi culpa del todo porque hay miles de barrios y calles que se llaman como árboles o pájaros y ni rastro de los bichos. la cosa es que un día estaba paseando con N por el parque y vi aquellas cosas negras como abejorros colgando de los arbolitos. - ¿Qué son? - le pregunté a N. - Aceitunas pe - dijo. Fue igual que con lo de las milhojas, alegría del cronopio. me puse a recoger todas las que pude. las llevé a la agencia y las metí dentro de mi locker para que (según yo) se vieran como las de los supermercados. Al final me le largué de la agencia y aquellas aceitunas seguían allí tan incomibles como antes.

la cosa es que hace poco he vuelto a pasar por el parque y he recogido más aceitunas. todavía no sabía qué hacer con ellas, pero es un poco difícil resistirse a tomarlas porque están colgadas allí como pidiendo auxilio y tan cerca de la mano que resulta infructuoso cualquier intento de no prestarles atención.

de vuelta a casa he entrado a internet y resulta que sólo hay que hervir agua con un poco de sal, dejar que se enfríe, ponerlas a remojar allí y dejarlas en un lugar oscuro por unos veinte días.

supuestamente cuando las sacas de allí, las aceitunas deberían lucir así como Olvierio la aceituna con todo y el gorrito


Y bueno. Aprovechando que esta noche me voy de viaje por un par de semanas a Talara (en busca de mis padres y mis hermanos), he aprovechado para hacer aquella salmuera y poner a remojar mis nueve bellas aceitunas hasta mi regreso. están escondidas en una alacena alta de mi cocina y si uno se asoma, parecen nueve negritos tomando un baño de jacuzzi.

martes, 25 de noviembre de 2008

cuarenta godzilas

Y en la cima del cerro San Cristóbal:
- No sé si cuatro, yo diría que unos diez godzilas por lo menos
- No, espera, mira por acá. Áaaaandate a la conchatumare
- Eso es San Juan de Lurigancho
- Ala mierda pero allí caben como veinte San Isidros más
- Si pues
- Puta mare no, unos cuarenta godzilas fácil
- Y además que no hayan comido en una semana
- Si, más o menos unos cuarenta godzilas cagaos de hambre.

sábado, 22 de noviembre de 2008

orden

hacer el nudo

hoy he ido a comprar una corbata. Dios sabe que nunca he sido un amante de las corbatas pero he vuelto a casa con dos. me las vendió un viejito en polvos azules y yo creo que eran sus propias corbatas puestas en remate. me refiero a que se veían antiguas. le pregunté si eran antiguas y dijo que sí. lo dijo con la mirada gacha, como si pensara que lo estaba acusando de venderme cosas usadas. pero no lo estaba acusando. llevaba un par de horas recorriendo galerías y me habían mostrado ya más de doscientas corbatas, cada una tan parecida a la otra como dos días consecutivos de trabajo. las suyas en cambio eran una fiesta. me pidió diez soles por cada una. fue casi un robo de mi parte aceptarlas. unas corbatas como aquellas debieron haber sido caras en su momento, y seguramente compradas para una ocasión especial. probablemente el viejo ya estaba resignado a que la única fiesta de gala que le quedaba por delante sería su funeral. al llegar a casa me he conectado al google y he aprendido a hacer el nudo de la corbata. llevaba años pidiéndole a mis tíos, amigos o hasta al tipo de la bodega que me ayudara con eso y resulta que hoy descubrí que no era tan difícil como yo pensaba.

por la noche gonzalo ha venido para cerrar la edición póstuma de Marc el loco y me ha dicho que ha renunciado a su trabajo en el diario. es un acontecimiento extraño porque gonza apenas si está empezando a trabajar, pero dice que no sabe porque ha pasado cinco años de su vida estudiando periodismo. luego nos hemos puesto a tomar mucho anisado. le he dicho que por lo menos es mejor que se de cuenta ahora que después de veinte años. también le he dicho que el trabajo está sobrevalorado y le conté que por la tarde había dejado de comprarle caramelos al vendedor ambulante sólo porque había salido con aquella vieja historia de que el trabajo dignifica al hombre. en realidad igual le compré los caramelos, pero eso no se lo conté al gonza porque no venía al caso.

mañana voy a ser padrino del hijo de dos de mis mejores amigos. por eso es que fui a buscar una corbata bonita. es paja que alguien confíe en ti para que seas el padrino de su hijo. sobre todo si eres un tipo desempleado que hasta hace un par de horas no sabía hacer el nudo de la corbata. supongo que es porque crecer no tiene que ver con tener un trabajo ni con saber hacer el nudo de la corbata. seguramente tampoco tiene que ver con poder tomar ingentes cantidades de anisado, pero bueno, ya iremos descubriendo más adelante con qué tiene que ver.

ahora me voy a dormir

y a ver si mañana el nudo me sale tan bonito como hoy

viernes, 21 de noviembre de 2008

cebollitas encurtidas

he venido a escribir porque ya van como cinco días y no vaya a ser cierto aquello de que el hombre es un animal de costumbres, o a lo mejor hasta lo que decía Mafalda y de costumbre el hombre es un animal. por ejemplo está esta gente del cine que pone aquellos carteles de que no se puede entrar con comida a la sala. de allá vengo. francamente, yo no puedo comprar esas porquerías que venden en el cine. mi padre ha establecido en casa una campaña contra la cocacola. si me ve comprando gaseosas es capaz de cercenarme el brazo con su espada cósmica. contra la canchita no tiene nada, pero a mi no me gusta la canchita. a la canchita en venezuela le dicen cotufas y en brasil le dicen pipoca y todos son nombres caguederisa pero luego uno la prueba y es sólo un poco de maíz reventado. así que me fui al supermercado a ver que más proveía el señor. finalmente compré cien gramos de aceitunas verdes rellenas con rocoto y otro pote con cinco cebollitas encurtidas de las que tenía ganas desde aquel día en casa de los mochis. también compré tres panes árabes para amortiguar el sabor y como calculé que aquello me iba a dar sed me llevé una botella de dasani de durazno.

camino al cine fui ocultándolo todo bajo mi casaca. no creo que haya sido un espectáculo con mucho charm pero a quien le importa el charm cuando se tiene cebollitas encurtidas?. menos mal había traído aquella casaca que tiene un montón de bolsillos. cuando llegué a la cola, lucía como uno de aquellos tipos musculosos cuyos codos nunca chocan con el tórax. igual nadie se dio cuenta y me dejaron pasar. como sabía que apenas mordiera las cebollitas encurtidas estas iban a soltar todo sus espíritus malignos, fui a sentarme a unos de esos asientos para novios. claro que sin novia. estaban todavía en los trailers. un chico venía subiendo con su bandeja y el pote de canchita fue a dar al piso. yo ya estaba comiendo mis cebollitas. fue un poco triste pero la gente se rió y después a mi también me dio risa. al chico no le dio risa. es triste, pero tampoco es para tanto. a mi me pasó lo mismo una vez pero se me cayó la canchita y los dos potes de gaseosas que mi prima millonaria había comprado. esa vez la gente no se rió. sólo se escuchó un masivo AAAWWWW. ella dijo que no había problema pero yo igual fui a comprar más canchita y más gaseosa. eso fue hace ya un par de años. ahora corren otras aguas bajo mi puente y mis políticas alimenticias en las noches de cine han cambiado. por eso es que si algún día me ven en el supermercado rondando la sección de encurtidos con pinta de apurado y llevo puesta una ancha casaca marrón, probablemente es porque hay un cine cerca y alguna película está por comenzar.

sábado, 15 de noviembre de 2008

una casa blanca

ayer perdí una de las lunas de mis lentes amarillos. espero que no sean como las vidas del gato porque ya con este van como cinco o seis pares. una vez los perdí sobre las dunas de Ica y luego anduve apartando ramas y lagartijas en busca de ellos. karen me había dicho que esos eran los lentes de la felicidad y como yo andaba medio loco y con resaca le creia. en cierta forma andaba por las dunas convencido de que lo que había perdido era mi felicidad y eso me ponía muy mal. no los encontré por ningún lado y volví a Lima pensando en todas las cosas tristes que a uno se le ocurren cuando vuelve a la ciudad. también he roto algún par en la cama y otros han salido volando por la ventana de un carro a la que ma asomé como un perro.

hoy fui al oculista a comprar nuevas lunas. me midieron la vista. hicieron todo aquel test del tablero con las letras pero antes de aquello me midieron con una maquinita. tenías que apoyar la barbilla en un plastiquito y mirar hacia unos agujeros. al fondo de los agujeros veías una imagen que al principio no era nada pero que luego era una casa blanca sobre una colina. un camino protegido por una cerca blanca de madera llegaba hasta mis ojos. el doctor me hizo mirarla por un buen rato mientras sacaba sus cálculos. la casa estaba muy bien. me refiero a que era sólo una imagen pero no parecía una imagen. parecía que uno realmente podía irse a vivir allí.

una vez en una antología de cuentos de terror, leí un cuento de esta chica que sueña siempre con una colina y una casa blanca muy bonita. en su sueño ella sube por la colina hasta llegar a la casa y entonces toca el timbre. cuando la puerta comienza a abrirse ella despierta. es un sueño recurrente. resulta que un día esta chica va conduciendo su auto y de pronto ve una colina que le recuerda a la de sus sueños. extrañada, aparca el carro a un lado del camino y comienza a subir. mientras sube va apareciendo en el horizonte la misma casa blanca de sus sueños. cuando llega hasta la puerta toca el timbre. al rato sale un viejo. la chica le pregunta si la casa está en venta. el viejo le dice que sí pero que no le recomienda que se la compre. ¿por qué? pregunta la chica. porque siempre viene un fantasma, dice el viejo. y ¿quién es el fantasma? pregunta la chica. Usted, dice el viejo.

Bueno, me voy a dormir porque casi no veo sin los lentes. Espero no haber estropeado mucho el cuento. Lo leí hace años. lo busqué en google para ponerlo pero no lo encuentro y el libro se me perdió.

Es raro. ¿A dónde irán a parar todas esas cosas que uno pierde?

Qué sucedería si pudieras entrar a una casa en la que estuvieran todas las cosas que alguna vez perdiste?

Qué tal si esa casa fuera la que vive en la maquinita de los oftalmólogos?

jueves, 13 de noviembre de 2008

stickers

he pegado algunos stickers sobre mi guitarra eléctrica. siempre he creído que las guitarras con stickers se ven bien. por ejemplo allí tienen la del chico de greenday. no le he seguido mucho la trayectoria pero cuando tocaba el dookie andaba con una blanca que la tenía toda llena de porquerías. la hubiera reconocido a kilómetros. Siempre he creído que mi guitarra es bonita tal como está, pero la verdad es que podría ser la guitarra de cualquier tipo. por eso es que ahora la he rellenado de stickers. para que no parezca la guitarra de cualquier tipo. Empecé con el de la caricatura de los beatles, luego puse a elvis y a un lado a daniel f, más abajo puse a charly y a lo largo de todo el diapazón puse una frase de una de mis novelas favoritas y que dice algo así como "if a body catch a body comming through the rye". Ahora dudo que haya otra squier stratocaster que se le parezca. es extraño, pero de alguna manera eso hace que me de más ganas de tocarla. lo único que me da pena es que, como los mandé a imprimir en material transparente, hay algunos que no se ven bien y no los he podido pegar por ahora. entre ellos están aquel con la portada del disco Palabras más Palabras menos donde salen aquellos hombrecillos bohemios con cabeza de ajo, otro de Bruce Lee y finalmente uno de mi banda de rock favorita de todos los tiempos conformada por multihombre, fluidhombre y cangurohombre: los imposibles.



miércoles, 12 de noviembre de 2008

ayer por la noche

ayer por la noche a mi viejo se le metió el indio. no como se le mete a mi vieja porque cuando a mi vieja se le mete el indio hay que ahuecar el ala y guarcerse bien lejos de su alcance. en cambio a mi viejo el indio que se le metió fue un tal indio duarte que dice que es un poeta gaucho de sus épocas. Todo empezó cuando entró a mi cuarto y me encontró con la guitarra tocando tangos de Gardel. medio asustao chapó la tablatura y se puso a cantar conmigo. yo estaba dándole una y otra vez como un salvaje a aquel que se llama Mano a mano. Ese que también canta Calamaro. le decía: Viejo! como es posible que una canción de despecho tenga mejor letra que todas las de amor que pasan por la radio? El decía: Hasta da ganas de tener una mujer mala pa cantársela, no?. Claro que daban. Daban muchas ganas de tener una bien hijadeputa. No la pidas mucho nomás, me dijo, que ya te va a tocar. Al rato se dio cuenta que yo estaba sacando las partituras de la internet asi que viene y me dice: "oiga mijo, ahora que leo a Gardel me he acordao y se me ha ocurrido, allí en la interné no se podrá encontrar poemas de el indio duarte?. Viejo le dije, acá con el interné vamos a sacar a ese indio de donde sea que se haya metido. Así que nos echamos a la búsqueda. Cuando tuvo los poemas impresos se puso a declamarlos "como en la época del cole cuando era campeón de declamación", según dijo. Había uno que se llamaba Agua Taita Agua Mama y que trataba de un niñito que se moría de fiebre. Luego había otro de un niñito que un día se bebe una botella de licor porque escucha a su papá decirle que cuando él bebe, ve a su mamá que había muerto. Ala puta. Ese se llamaba Porqué no tomo más. Eran todos poemas bien tristes y mi papá los declamaba gritando y llorando y hasta parecía que se le había empenachado el cabello. Por eso digo que se le había metido el indio. Con seguridad le oyeron en toda la cuadra. De todas formas no es que eso importe mucho porque mis vecinos están acostumbrados al escándalo y a la poesía a altas horas de la noche. Cuando se fue a su cama tan contento yo me quedé leyendo un cuento de Rulfo que me había mandado Miguel Angel y que se llama Macario. Vaya tipo este Rulfo. Dicen que no publicó nada hasta grandecito. Tenía ya como cuarenta y de pronto: El llano en llamas. Y dos años después Pedro Páramo. Una salvajada. Si ya había quedao medio transtornado con los tangos y el tal indio duarte, con Macario terminé de enloquecer. Ayer fue uno de esos días en que la camiseta peruana quedaba corta y había que ponerse la latinoamericana. Bueno, los dejo con el tango de Gardel que inició el meollo.




CERRAMOS EL ESTADIO Y NOS VAMOS TODOSSSS!!!!

martes, 11 de noviembre de 2008

esta mañana

he perdido el sueño y apenas son las cinco am. creo que hoy trataré de dormirme antes de las ocho de la noche así mañana volveré a perder el sueño a esta hora y todo será como en la época del colegio. claro que sin el colegio. todo se ve bien a esta hora. la ciudad parece vacía y mi guitarra eléctrica tiene cuerdas nuevas.

domingo, 9 de noviembre de 2008

esta tarde

Las dos mejores noches de las últimas semanas han sido la del concierto de Calamaro y la noche de la presentación del libro de Kara. Lo extraño, es que no puedo escribir nada sobre ninguna de ellas. Un tipo se nos acercó en el concierto y nos dio brazaletes para entrar al bar de la zona vip. Cuando cruzamos el umbral habían siete refrigeradoras con unas doscientas cervezas cada una. Gratis. Yo me tomé gran parte de ellas y pasé el concierto en un completo estado de mareo y extasis, separado de mis amigos y mojado y húmedo como el perro de un pescador. En aquel momento fue algo glorioso, pero ahora que lo intento escribir no tiene sentido en absoluto. Parece hasta idiota.

La noche de la presentación de Kara, los sobrevivientes bajamos al mar corriendo entre las piedras de la bajada Balta. Pasaba de medianoche y probablmente sólo era el ron, pero el mar sonaba tan bien entre las piedras que tres de nosotros estuvimos a punto de sumergirnos como Alfonsina. Es raro, pero tampoco se me ocurre algo que añadirle. No tengo por donde atacar. Supongo que tendremos que conformanos con la foto mal encuadrada que nos tomó el serenazgo.

Ayer estuve leyendo Los funerales de la Mamá Grande de García Márquez. Casi todos son cuentos muy buenos, como La siesta del martes o Un día de estos. Lo curioso es que el cuento que le da título al libro no me gustó tanto como los demás. Es extraño, porque parece ser el más ambicioso. En él se cuentan más cosas, pasan más cosas, hay más personajes y su espacio temporal es el más grande. Yo simplemente no creo que haya logrado profundidad.

Por qué será que las cosas pequeñas parecen tener más oportunidades de sobrevivir que las grandiosas? Por qué (y esto de verdad me consterna) tengo más cuentos sobre chicas que he olvidado que de las que realmente marcaron mi vida? Por qué sé que esta tarde preferiría escribir sobre aquellos cables abandonados en el techo de mi vecino que sobre las cosas que pasan en el mundo y que la gente considera de verdad importantes?

sábado, 8 de noviembre de 2008

bird of prey

Como mi papá no es mucho de decir te quiero, suele expresar su cariño regalándome pañuelos o preparando ingentes cantidades de jugo de papaya y pan con queso. También está lo de los cortes de pelo. A mi no me gusta mucho andar cortándome el cabello pero es paja ir con él porque pone caras chistosas cuando le digo a la peluquera que me corte sólo las puntas y es más paja aún cuando le dice que le va a dar cinco soles más si me corta como debe ser.

Hubo un tiempo en que mi papá no estuvo mucho con mi hermana ni conmigo y entonces cuando volvió nos llevaba de viaje o regalaba pañuelos. No es que venga y me de una caja de pañuelos nuevos. Me los va dando uno por uno cada vez que me dispongo a salir de casa. Los saca de su bolsillo. Ya saben, mi viejo es de esos que siempre trae un pañuelo limpio por si alguien llora o hay que limpiarse el zapato. Cuando me da el pañuelo es como si me estuviera diciendo: mira salvaje, talvez esta noche alguien llore o talvez tengas que limpiarte el zapato y te agradará tener esto contigo. A veces sobredimiensiono las cosas e incluso llego a ver en el pañuelo la salvación del mundo y me voy en la combi acaricándolo como Linus con su manta.

Yo sé que siempre digo que no quiero tener hijos, pero a veces me pregunto si algún día no me arrepentiré de estarme negando esa posibilidad. Hoy una amiga salvó un pajarito que se había caído de su nido. Yo estuve averiguando en internet como podía alimentarlo y cuidarlo. Finalmente ella regurgitó para que el pichoncillo pudiera comer de su boca. Ahora ya debe estar dormido en su cajita de cartón. Le ha puesto un reloj tictac envuelto en un polo usado para que no extrañe mucho a sus padres. De sólo pensar en aquel bicho indefenso me da como un vértigo salvaje. Y supongo que tener un hijo es como mil veces más intenso. ¿Es que alguien puede estar preparado para eso?

jueves, 6 de noviembre de 2008

kara

se supone que iba a postear esto en la mañana xD pero como soy uno de los que va a presentar el libro, estoy con síntomas de pánico escénico y he preferido ponerme a ver Naúfrago y beber jugo de papaya en exceso para no pensar en el asunto. la cosa es que HOY, Kara (la jefa amazonas de Heridita Fanzine también conocida como Karina Valcárcel en los registros policiales), presenta su poemario a las 7pm en el Jazz Zone y esperamos que haya una buena cantidad de público para el momento en que la quememos en la hoguera cual Juana de Arco. La entrada es libre y los bellos poemarios los cambian por tres chapitas de teem o el cadáver intacto de un grillo muerto de pena. los esperamos =D


martes, 4 de noviembre de 2008

beatles y plaquetas

Supongo que se lo debo a mi vieja. Lo de los Beatles digo. Ella me compró algunos cassettes cuando yo era niño y ya saben lo que dicen los médicos acerca de lo que consumen los niños en sus primeros años. Bueno, lo dicen sobre la leche y las verduras, pero supongo que también es aplicable a la música, no? De todas formas ahora cuando los oigo es un poco como en los videojuegos cuando Megaman cogía las bolitas azules que lo recargaban, o cuando Mario encontraba uno de esos escurridizos hongos rojos. Uno diría: ojalá fuese tan fácil como poner un disco y sentirse bien a pesar del tráfico, el dolor de espalda o la soledad, pero es que a veces si es tan fácil como poner un disco. Claro que yo soy como una de esas gringas culonas de los informerciales que ven el Abductor 500, los cuchillos que cortan zapatos o el nuevo sistema Toby para planchar ropa y enloquecen de alegría. Pero en todo caso, talvez con los Beatles yo no esté del todo equivocado. Por eso es que el otro día cuando fui al Rebagliati a donar sangre y tuve que escoger algo que oír mientras duraba la extracción, escogí el Abbey Road. Estaba recostado sobre la camilla mirando aquella gruesa aguja que me puso la enfermera y la bolsita de medio litro que se iba hinchando como una gran sanguijuela de látex y sé que suena difícil, pero en las orejas tenía a George cantando Something y hubiera querido quedarme allí por el resto del día. Por los grandes ventanales del hospital entraba algo de sol que me caía sobre la cara y yo sólo recuerdo cómo trataba mentalmente de colar las canciones en el espacio vacío que iba dejando mi sangre. Aún después de llenar la bolsa estuve un rato tendido porque la enfermera me dijo que debía descansar. Cuando terminó Here comes the sun,me senté sobre la camilla. Me sentía tan bien que hubiera querido abrazar a la enfermera o a quien fuera, así que me quedé esperando a que alguien viniera a decirme que ya podía largarme. Al final nadie vino porque andaban medio ocupados sacando sangre a otras personas así que sólo me bajé, me volví a conectar los audífonos y huí raudamente del hospital. Yo no sé si es físicamente posible percibir aquel medio litro de sangre ausente en el cuerpo. Lo que en todo caso sí se puede sentir (y creo que cuando se trata de los Beatles casi todos somos como las gringas culonas de los infomerciales), es a aquellos cuatro pelucones y su música, convirtiendo nuestras plaquetas y glóbulos en un montón de fanáticas desquiciadas corriendo rumbo a nuestro corazón. Talvez sólo sea que nuestras viejas nos dieron más Beatles que verduras. Talvez sólo sea un poco de rock n'roll. Sea como sea, se siente muy bien. Yeah! Yeah! Yeah!

lunes, 3 de noviembre de 2008

el turismo del desempleo

Bordeando el malecón de Miraflores como quien no tiene ná más que hacer y viene de Magdalena del Mar rumbo a Barranco, se encontrará con que justo en la penúltima curva antes de llegar al jardín desde donde se lanzan los chicos en parapente, hay una banca de madera que podría ser igual a todas las otras bancas de madera agrupadas de a dos a lo largo del malecón, de no ser porque en su respaldar alguien ha tallado con muy mala caligrafía: ISABEL.

Si desde la banca de Isabel, uno avanza hacia el borde del cerco de ladrillos e inclina el tórax hacia el acantilado como tratando de alcanzar el mar, podrá ver que la parte superior de una de las formaciones rocosas debajo suyo, por más extraño que parezca, es exacta a la cara de King Kong. Claro que en realidad podría parecerse a la cara de cualquier gorila gigante en que uno pensase, pero es que yo de esos sólo conozco a King Kong.

Antes había una señal sobre los ladrillos hecha con liquid paper. Una flecha indicaba el lugar en que uno debía fijarse y abajo una nota decía algo así como: "Mira el monazo que te está mirando". De eso me acuerdo muy bien porque la primera vez que la leí me asusté de que hubiera un monazo suelto en plaza y de que además este estuviera mirándome. Luego claro, descubrí a aquel estático King Kong de granito y tierra y me tranquilicé.

Ahora alguien ha borrado la nota por lo que es difícil que uno de con la cara de King Kong a menos que esté muy desocupado como yo. Por eso es que lo pongo acá, por si a alguien le interesa visitar este tipo de monumentos del azar y promover el turismo urbano tan venido a menos.

Si deciden ir por estos días, talvez aún puedan aprovechar los últimos rezagos de la brisa marina y ver a King Kong gritando en medio de la niebla. También es aconsejable bajar un rato hacia la playa. Desde allí ya no se le ve a King Kong pero se está muy bien tirando piedras al mar y viendo a los surfers encaramarse sobre las olas como Jesús.

Lo único malo de este tipo de turismo es que los souvenirs con los que uno vuelve a casa suelen ser las piedras escogidas de la orilla o un pedazo de concha naranja con forma de cenicero, y estas cosas por supuesto, no gustan tanto a los amigos y familiares como las falsas artesanías o aquellos horribles polos de: "Alguien que me quiere mucho me trajo este recuerdo de Río de Janeiro".


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