jueves, 28 de mayo de 2009

as I press the sleep button on the remote control

No ha de sorprenderle a nadie saber que el creador de Los Locos Addams sea en efecto, un tipo apellidado Addams como ellos, pues al igual que la educación y el amor, la locura es algo que se aprende en casa y que luego -como la gripe- se contagia a nuestros pañuelos, a la gente que nos besa y a todas aquellas cosas que garabateamos sobre el papel. Me da un poco de pena escuchar a aquellos tipos que te hablan de sus personajes como si no fueran uno de sus brazos o de sus piernas. Me reconforta en cambio, quedarme hasta tarde viendo Los Locos Addams en Nickelodeon. Pensar en tipos como Charles S. Addams, lo suficientemente conscientes de su perturbada imaginación como para darle el propio nombre y hacernos reír con la idea de que al fin y al cabo todos tenemos dentro una mansión con plantas carnívoras, un lugar donde a las rosas se les corta la cabeza en vez de las espinas.


Algunas tiras de Charles S. Addams:


"Me rindo, Robert. ¿Qué tiene dos cuernos, un ojo y se arrastra?



"No mucho, Agnes. ¿Qué hay de nuevo contigo?"


Zona de caída de rocas


viernes, 22 de mayo de 2009

mi habitación es apenas un poco más grande que mi cama, lo cual por supuesto, no quiere decir en absoluto que mi habitación sea pequeña. todas las noches un dragón me sobrevuela sin derribar siquiera las cosas de la cómoda: la botella de whisky, nuestras fotos, el pequeño hombre con las manos de tijera. compré algunos libros para pasar el invierno. compré un termo y un pote de café porque creo en ti tanto como en las canciones. sobre la cabecera pegaré el poster de mars attack. los rolling stones están cantando tu canción mientras te imagino en el bus recostada contra la ventana, mirando dentro de las casas ajenas, tal vez durmiendo un poco (ojalá), pensando como yo: anybody's seen my baby? pensando. no era en este video en el que aparecían los stones como colosos atravesando la ciudad. eso era en love is strong. una frase que no puedes evitar ni olvidar. love is strong. love is strong. love is strong. repítela mientras duermes. love is strong. he cambiado las sábanas. he envuelto mi almohada con la noche de ayer mientras pizarnik me mira escondida detrás de las sopas instantáneas. mi habitación es apenas un poco más grande que mi cama. si extendemos los brazos y las piernas seremos el hombre de vitrubio. mi habitación no es pequeña. aquí están los stones, aquí la resaca de ayer, aquí dentro el volcán de Lowry que esta mañana en el parque hizo erupción, aquí el invierno y aquí tu increíble imagen que ahora atraviesa la ciudad, abriéndola en dos como un dedo quitándole gotas a un parabrisas, un poco de aliento cobrando forma de nube mientras avanzamos por el centro y nos frotamos las manos, pegamos los hombros y vamos dejando que nuestra ropa de invierno se vaya reconociendo, olfateando, adhiriendo, como dos perros callejeros que acaban de encontrarse y juntos van esquivando a la gente.

martes, 12 de mayo de 2009

miércoles, 6 de mayo de 2009

Carta desde el Africa

Mi hermana dice que la idea fue de Ambers, el negro. Que al principio cuando se lo ofreció, se quedó cojuda, puso cara de apio y le dijo que ni cagando se iba a meter dentro de una maleta. O más bien in english ¡No fuckin way nigger! porque el pobre Ambers no masticaba más que un poco de inglés y eso a las justas oiga usted. Pero esa misma noche sobre su litera, dice que pensaba y pensaba en lo harta que estaba ya de trabajar en el barco, del redbull para aguantar las amanecidas, de los baños de seis minutos por reloj cuando acá en Lima una hora le quedaba chica y además prendiendo la terma desde dos horas antes y mi papá preguntando qué para qué tan caliente carajo, si acaso iba a pelar coches.

En cambio allá a bordo del Royal Caribbean todo había sido tan diferente a como ella esperaba. Dormía poco, la comida era buena pero había que comerla casi corriendo y luego todo era un solo de turistas pálidas como leche de magnesia que le pedían fotos. Fotos con sus amiguitas, fotos con el capitán, fotos echándose un clavado, fotos tomando su piñita colada, fotos hasta rascándose la concha hombre, vaya tipas. Y fue así como, según me cuenta en la carta, volvió a pensar en la oferta del negro Ambers, en su enorme maleta de piel de cocodrilo, y ya para cuando se fue quedando dormida dice que se recuerda a sí misma pensando un poco ya en serio ¿cabré? ¿no me ahogaré allí dentro?

Y yo le digo ¿oye pero que tú eres bestia? ¿No ves que ese negro pudo haber acabado secuestrándote, descuartizándote o vendiéndote en el Africa como comida para liones? Y ella me dice que no, que Ambers Siemmens le inspiró confianza desde el primer momento en que lo vio en el comedor frente a su taza de café ya vacía, recogiendo las migajas de la mesa con una bolita de masa de pan, dejando su sitio impecable como para no darle trabajo a nadie. Saqué la cámara y le tomé una foto, me dice, recogiendo migas, dos fotos, tres fotos sin que se diera cuenta. Y era mi día libre ¿ves? un día en que lo último que yo quería era tomar una foto. Pero había algo en él. La forma en que recogía aquellas migas y en como trataba al camarero, devolviéndole un poco la dignidad. Un negro tan grande y a la vez tan accequible, como una fortaleza resguardada por un único soldado.

La primera vez que le hablé – me sigue contando en la carta – fue en uno de sus usuales paseos por la cubierta. Allí andaba siempre con esas guayaberas que más parecían como para irse a trapear mercados y por las que nadie (incluyéndome, si señor) sospechamos que el negro era dueño de la mitad del África y que de él haberlo querido, hubiese podido comprar el crucero completo con todos nosotros dentro. No dabas un sol por el negro, pobre negro. Y fue precisamente por eso que un día terminé acercándome de lo más conchuda, como si le estuviera hablando a un chinchano de mi tierra, preguntándole que si no le gustaba la piscina, que también teníamos cancha de tenis, cancha de golfito y hasta un sauna donde Rebeca lo podía dejar como recién salido del útero de su madre, pero Ambers nada, seguía mirando al horizonte, me decía que todas esas cosas las podía hacer cuando estaba en tierra, que allá en su país, con plata hasta se podía hasta perseguir elefantes, comer lagarto, bañarse en los pantanos, pero que lo único que no se podía hacer ni trepándote al árbol más grande que encontraras, era ver el mar.

¿Qué onda con el mar? pregunta mi hermana. Y me dice así mismo: Te lo pregunto a ti porque eres poeta (chuuuuuchaaa) y además porque ves esas pelìculas españolas en las que siempre hay un personaje que nunca ha visto el mar y está obsesiondo con el asunto. Y continúa: yo lo he visto toda mi vida y francamente no sé que tanto rollo. Pero había que ver a ese Ambers. Todo lo hacía en la cubierta el negro. Comía, bebía, se fumba un habano, caminaba, leía, se quedaba dormido en una tendona, despertaba, se echaba bloqueador y volvía a leer, a pedirse un mojito, un tom collins, pero todo sin moverse de allí, sin perder nunca de vista el océano.

Fue así como nos fuimos haciendo amigos – continúa contándome - Ese mes me había tocado la zona de la cubierta desde el bar hasta la piscina grande. Un día por fin me animé y le mostré las fotos que le había tomado aquella vez recogiendo migas. No se emocionó mucho. Me dijo – mejor tómame una aquí mira, con el mar-. Creo que de haber sabido que me iba a pedir doscientas fotos más con su querido amigo el mar no me hubiera tomado tantas molestias con esa primera. De todas formas, quedó muy buena, le gustó, y un par de semanas después para cuando le estaba sacando la nonagésima foto, esta vez contra las costas de Portugal, ya nos tutéabamos y nos dábamos citas en mis horas libres para tomarnos un tom collins él y yo una cerveza, en algún lugar tranquilo del barco pero desde donde y sobre todo… no perdiéramos de vista al mar.

De modo que ahí, entre trago y trago, mi hermana y Ambers se fueron contando la vida. Él jamás había oído hablar de perros sin pelo, delfines rosados o caballos que supieran bailar y mi hermana por su parte no sabía que en el Africa a parte de leones y monos, también había ciudades modernísimas y gente como Ambers con mansiones en cuyo jardín podía aparcarse completo el Royal Caribbean.

Según mi hermana, ella nunca le insinuó nada. Además dice que él sabía que ella era peruana y que con la visa que tenía no podía poner ni un crespo fuera del barco. Pero aún así, cuando faltaban dos días para que el Royal Caribbean comenzara a bordear las costas africanas dice que Ambers se le acercó y le dijo – Usted se viene conmigo -.

Ya lo de las ideas sobre como bajarse del barco vinieron después entre más tom collins y más cervezas. Lo cuál, finalmente nos remite a la noche en que mi hermana está en su litera pensando en si cabe dentro de la maleta de Ambers y en si no se ahogará allí dentro.
Por supuesto que yo ya conozco desde antes el final de la historia puesto que la dirección de mi hermana que aparece en el sobre es impronunciable y porque en la estampilla hay un jodido rinoceronte.

Lo bueno es que al parecer las cosas le están yendo muy bien a ambos. Por ahora están esperando que legalicen los papeles de mi hermana para comenzar un largo tour desde Egipto hasta Madagascar. Me he alegrado mucho por ella. Nunca antes había salido del país y debe estar pasándola bárbaro. Le he preguntado en broma si planea volver algún día al barco o si se va a casar con Ambers y tener un montón de negritos. Se ríe. Dice que se quieren mucho, que él siguió siendo el tipo que recogía migas de pan en el comedor, pero que han preferido optar por la amistad. Ella, a costa de unos meses a bordo del crucero, descubrió que no le gusta andar sobre el oceano y Ambers en cambio lo menciona todo el tiempo, lo extraña y ya está soñando con volver. Dice que a veces lo encuentra en la terraza con un tom collins, contemplando abstraído la sabana y que si se queda con él un rato, hasta ella termina confundiendo el reflejo del sol con olas y a los animales salvajes con peces y ballenas.

lunes, 4 de mayo de 2009

sábado, 2 de mayo de 2009

You are my sunshine

Durantes los últimos días he estado con la regla y he detenido mi zapping en películas bien cochinas. He visto My big fat greek wedding y 4 bodas y un funeral. Al final de 4 bodas y un funeral ponen Chapel of Love. Yo conocí esa canción porque sale en el soundtrack de Full Metal Jacket, una película de hombres, de machos, así como My big fat greek wedding pe. También cogí Oh brother where art thou? de los hermanos Coen, pero sólo el final, cuando "Los calzones empapados" cantan You are my sunshine. Al día siguiente en la mañana vi Mad about you y en la escena final Jamie está llorando y le canta a Mabel la misma canción: You are my sunshine. Me cagó. Me agarró mal parado y me fui a la reconcha. Pero en silencio pe, porque mucho estrógeno fluyendo no es la voz. Bueno, eso pensaba yo hasta hoy cuando vimos ese cartel de Mocedades en la calle y admití que aunque es un grupo de viejos, su canción "Eres tú" me pega fuerte. Antes no lo hubiera dicho tan campante, pero me siento acompañado desde que Calamaro hizo un cover de esa canción tan ñoña. Es que al final no creo que se trate de ñoñez, ni de la regla, ni de los estrógenos, porque verán, entré a youtube y puse You are my sunshine y encontré a Dylan con el gran Johnny Cash cantándola. No creo que Bob o Johnny sean en absoluto tipos ñoños, pese a que Johnny alguna vez salió en El show de los muppets xD ese concha. Tal vez es sólo que es paja oír You are my sunshine y recordar que tienes alguien a quien decirle You are my sunshine, además de una guitarra en casa para aprender a cantarla con el jean remangado y una pajita en la boca. Al estilo ranchero pe. Como hombres, como machos que somos. iiiiiha.


viernes, 1 de mayo de 2009

=)


anoche soñé contigo