domingo, 11 de diciembre de 2011

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Hoy he recogido, de la casa de mi editor, mi última paga por las regalías de “Un hombre feo” y el primer manuscrito que tuve de ese, mi primer y único libro de cuentos. Reconocí mi copia porque en aquel entonces, yo le había pegado sobre la portada un sticker de la gata loca y otro con una frase de mi libro favorito que dice “si un cuerpo coge a otro cuerpo cuando van entre el centeno”. Es un manuscrito gordo, pues tiene cuarenta y seis cuentos, de los cuales, solo fueron publicados doce. Al principio tampoco se iba a llamar “Un hombre feo”; sino, “Él robaba sus lápices”, como uno de los cuentos que no llegamos a incluir. Aquel, era uno de mis favoritos. Trata de este chico llamado Ernesto que está enamorado de una chica de su oficina llamada Ana, y le roba los lápices que ella enreda en su cabello. A Kara y a mí se nos ocurrió que a lo mejor en la presentación podíamos regalar lápices con frases del libro; pero al final, como le cambiamos el nombre, lo que regalamos fueron globos con ilustraciones de hombres feos. También había copas de hombres feos para el brindis y hasta un muñeco de tamaño natural con una bolsa de papel en la cabeza. El muñeco lo hizo Kara con mi ropa. No era ropa vieja sino unos bluejeans que me hacía ver muy culón y mi única camisa blanca. El muñeco fue a la presentación en un taxi, conmigo y con Kara. En el asiento de adelante iba Oswaldo Reynoso, contando una sublime historia acerca de cómo las tetas de Josefina Bonaparte habían dado origen a la forma de las antiguas copas de champagne.

De eso ya hace un poco más de un año. Ahora ya no quedan más ejemplares de “Un hombre feo” porque fue un éxito de ventas en la última feria y arrasaron con él. Esto último lo digo sin concha ni pana pues sé bien que el mayor mérito fue de la portada que hizo mi amigo Carlos Lavida, las ilustraciones de otros capos al final del libro, y la chispa de Renzo, el vendedor del stand de mi editorial, que atraía a la gente hacía mi, a la voz de “pasen, pasen a ver al hombre feo”.

Ahora que tengo el manuscrito entre mis manos, recuerdo que habían muchos textos que yo quería que fueran incluidos, como Patos chinos del Brasil, ¿Y si solo tengo amor? o Marranadas. Esa fue una de las primeras razones por las que el proceso de edición demoró tanto. Yo me negaba a sacarlos.

Ahora, para que esos textos salgan del olvido, siento que tengo que escribir mucho. Tengo que escribir tanto y tan bien, que después de un tiempo, la gente esté dispuesta a leer esos primeros manuscritos. Antes, cuando yo tenía mi blog yuju, y me visitaba un montón de gente, mi amigo el Equis y mi amigo Alfredo, me decían que yo ya había domesticado a mi público y que podía postear cualquier cosa, como la foto de unos gajos de mandarina o la cabeza de un pacazo, y todos se volvían locos, lo cual no dejaba de ser del todo cierto. A veces todavía entro a ese blog y leo los comentarios que dejaba la gente. El otro día encontré uno anónimo que decía: “Pierre, hazme el amor vestido de pacae”.

Ayer mi novia me ha regalado dos pterodáctilos, que son mi bicho favorito de todos los tiempos. Uno es amarillo mostaza y el otro del color de los algodones de azúcar. Alguna vez escuché que se sabían muchas cosas acerca de los dinosaurios excepto el color de su piel. Los pterodáctilos sin embargo, no son dinosaurios.

Los dejo con una foto de la portada y el índice de mi manuscrito cuando lo imprimí por primera vez.



domingo, 4 de diciembre de 2011

las palabras

Hace un par de días, mientras arreglaba mi cocina, levanté por el lado equivocado una bolsita de mondadientes y cayeron al piso decenas de aquellos diminutos maderos. No eran mondadientes regulares, de los que tienen ambos extremos puntiagudos, sino unos de marca china que parecen el mástil de una bandera en miniatura. Tampoco venían amontonados en una caja de cartón, sino cuidadosamente alineados uno junto a otro como en un tatami y recubiertos finalmente por una lámina plástica sobre la que aparece impreso un oso panda, comiendo hojas de eucalipto.

Algo contrariado, me arrodillé y me puse a recogerlos para echarlos al tacho de basura. Entonces, mientras trataba de levantarlos y me picaba las yemas de los dedos, fue que pensé en esto: "si cuando era niño, a mi mamá se le hubiesen caído los mondadientes, yo hubiera corrido a recogerlos para hacer algo con ellos. En un primer instante no hubiese sabido bien para qué, pero hubiese intuído que había en ellos un juego posible: hurgar en las cuevas de las hormigas, lanzarlos como dardos a la gente, andar picando nalgas, conseguir pegamento y construir con ellos una cabaña, o lo más probable, dada mi temprana vocación por la piromanía: hacer una montañita y prenderles fuego."

Por un rato me sentí triste de haber perdido esa capacidad de ver, en las cosas más pequeñas, una posibilidad. Pensaba en esto también ayer que fui a la ferretería a buscar un par de clavos para instalar un perchero que acababa de comprar. Yo solo necesitaba dos, pero el señor que atendía me dijo que los vendían por peso y me dio, envueltos en papel periódico, más de veinte clavos. Mientras los llevaba a casa pensaba ¿dónde voy a guardar los que me sobren?, un pensamiento aburrido, y además imposible para un niño, que en cambio hubiese corrido con los clavos en busca de un martillo, un imán, una pita o una pared para raspar.

A veces crecer, es un poco como perder una caja en la mudanza. Al principio no te das cuenta, porque son muchas cajas. Incluso puede hasta aliviarte la sensación de llevar menos peso. Pero con cada mudanza vas perdiendo una caja tras otra, hasta que un día te das cuenta que ninguna de esas contiene lo que llevabas en la primera mudanza y te vuelves loco. Por eso es que los viejitos tienen esa cara de recien asaltados. El tiempo les ha dejado recuerdos, pero se ha llevado todo lo demás.

Esto por supuesto, no siempre es cierto. Lo he escrito porque soy un cretino y suelo verme tentado ante las imágenes desoladoras. La verdad de las cosas es que la mayor parte de las veces, el tiempo reemplaza sabiamente esas cajas. Te quita a los hijos, pero te devuelve nietos. Se lleva a la gente que conociste, pero te acerca más a tus dos o tres verdaderos amigos. Y sin duda, arrasa con tu energía, pero te da la sabiduría y calma necesaria para ser feliz tomando sol sentado en la mecedora del jardín.

En mi caso en particular, pues sí, he dejado de emocionarme ante un grupo de mondadientes que caen al piso o un montón de clavos que no necesito. Es posible incluso que la próxima vez que vea un balde de legos, que fueron mi juguete favorito de la infancia, se despierte primero en mi la nostalgia, que una reales ganas de jugar con ellos. Y sin embargo, puedo asegurar que el tiempo no me ha robado nada y que sigo siendo como un niño, maravillado ante las posibilidades que ofrecen los objetos pequeños. Solo que ¿a quién podría interesarle ya un grupo de mondadientes, clavos, o pedazos de plástico, cuando ha descubierto al fin la posibilidad de jugar con las palabras?

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a nuestro querido Julio Ramón Ribeyro,
que nos dejó un día como hoy, hace 17 años

jueves, 1 de diciembre de 2011

contando un poco sobre mi trabajo

el storyboard



la animación lista:





con la paga de esto mañana voy a ir a recoger mi nuevo mueble de cocina =D

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martes, 29 de noviembre de 2011

la oficina

Hoy no puedo escribir mucho porque tengo que presentar un trabajo mañana.
Mi trabajo es hacer dibujos animados.
Para mañana por ejemplo, tengo que darle vida a esta gente que ven ahí abajo
Se supone que ya es casi la hora de almuerzo o sea que en un rato saldrán todos corriendo, emocionados.
Lo malo es que no corren por sí solos.
Yo tengo que hacerlos correr.



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lunes, 28 de noviembre de 2011

la orilla


Hoy he bajado al mar. He vuelto a casa con diez piedras y un cangrejo seco. La coraza del cangrejo parecía una pieza de bisutería, no un bicho muerto. Encontré varios cangrejos secos entre las piedras pero había que cogerlos con cuidado para que no se te hicieran polvo entre los dedos. Cuando se hacían polvo era difícil imaginar que eso alguna vez había sido un ser vivo. Hace un par de días aquellos cangrejos habían estado corriendo de lado entre esas mismas piedras redondas, escapando de la espuma que sube crepitando, pero ahora se deshacían por completo entre mis dedos sin que yo hiciera presión alguna. Sus ojos, sus tenazas, sus patas eran solo un poco de polvo que caía entre mis piernas y desaparecía entre las piedras.

Estaba yo leyendo a Guy de Maupassant en la orilla. El cuento que leía era "La Maison Tellier" y trata de unas prostitutas que van de viaje a otro pueblo para la primera comunión de una niña. En el nuevo pueblo nadie sabe que son prostitutas así que les ofrecen el lugar de honor en la iglesia; pero cuando comienza la ceremonia, una de las prostitutas viendo aquellas niñas, recuerda su propia infancia y se echa a llorar. Al cabo de unos segundos todas ellas están llorando y finalmente todos en el templo gimen y lloran conmovidos. Un cuento inolvidable, escrito con palabras simples. Pensaba yo: escribir un cuento debe ser como escoger piedras en este lugar. Todas parecen iguales y sin embargo...

Pensaba yo en esto pues tras terminar el cuento me había puesto de pie y buscaba algunas piedras para llevar a casa. Era difícil mantener el equilibrio porque las piedras no se mantenían firmes y resbalaba y me hundía igual que con las palabras. La más bonitas, además, estaban cerca de la reventazón y había que correr a cogerlas cuando la marea se retiraba por unos segundos. Buscaba yo una piedra de esas que se usaban antes en la cocina para chancar los ajos o la carne. Había ido al mercado a comprarla y todas las señoras me habían dicho que ya nadie vendía piedras y que si quería una, fuese a la playa. Así que allí estaba yo, buscando piedras para chancar carne y leyendo a Maupassant.

Ahora, mientras escribo, tengo las piedras aquí sobre el escritorio, junto a mi mano derecha. A ratos las acaricio. Coloco una negra sobre una blanca y trato de recordar el poema de Vallejo. También tengo aquí el pequeño cangrejo. Tiene ocho patas y dos tenazas. Cada tenaza no tiene más de un par de milímetros de grosor y sin embargo es tan perfecta como un barco o una mesa bien puesta.

No sé muy bien por qué traigo estas cosas a casa. No sé tampoco por qué voy al mar o por qué leo a Maupassant. Pero me siento bien, y me doy cuenta de que con los años, he aprendido a confiar más en aquellas cosas cuya razón de ser no puedo explicar.


martes, 15 de noviembre de 2011

un escritor y un pescador

Hoy ha sido el segundo día de taller con Oswaldo. El cupo era para veinte personas pero cada vez viene más gente. El primer día eramos veintiuno y hoy hemos sido veinticinco. Durante la clase me he puesto a dibujar a Oswaldo y me ha quedado así:
aAunque como una de las cosas que más llama la atención cuando lo ves, es su cabello cano, creo que el negativo de la imagen lo representa mejor:



Después de clases me he ido a almorzar al pasaje José Olaya.

Mi mesa estaba justo frente a la estatua de bronce en la que se ve al mártir, de cuerpo completo, levantando con su mano derecha una de las cartas que llevaba a nado desde El Callao hasta Chorrillos. Con la otra mano arrastra una red. Una estatua terrible a mi gusto pues en ella se intuye muy poco del pescador y en cambio se ve a un semidios levantando una carta con furia y profiriendo un terrible grito al cielo. Yo no creo que Olaya haya sido así. Un hombre que es capaz de ir a nado desde el Callao hasta Chorrillos tiene necesariamente que ser un hombre sin furia en su corazón. La furia es una roca demasiado pesada y hubiera terminado por hundirlo antes de llegar siquiera a las costas de Magdalena. Aquel tramo imposible de nuestra fría costa, solo pudo haber sido cubierto por un hombre que no estaba destinado a ello... pero que decidió hacerlo.

Me lo imagino a trescientos metros de las playas de Miraflores, flotando un instante para recuparar el aliento mientras pequeños peces le picotean las piernas y puedo sentir su frío; el océano inmenso presionándole los pulmones; pero sobre todo, puedo imaginar su certeza de que ese era el único lugar posible para él en ese momento. Y la puedo imaginar, porque es la misma certeza que debe haber tenido Ernesto Guevara, cuando enfermo de asma se lanza una noche a cruzar el amazonas frío y lleno de pirañas para ir a pasar su cumpleaños con los leprosos, y porque en general, es la misma certeza que tienen todos los hombres simples que han decidido hacer cosas imposibles.


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lunes, 14 de noviembre de 2011

café

Mi casero ha llamado esta mañana y me ha pedido dinero prestado. Mi casero es un chico de veinte años, delgado como la capa de ozono, que a veces confunde mi número con el de su novia y me manda mensajes de texto románticos. Esta vez ha confundido mi número con el de alguien con dinero. Yo no tenía más que un poco de café al fondo de la lata. Eso es lo que me separa de la miseria: cuatro o cinco cucharadas de café al fondo de la lata.

El último poco de dinero que me quedaba lo he utilizado para pagar mi cuenta de internet porque al parecer prefiero estar hambriento que incomunicado. Después he ido a tomar mi almuerzo al mercadito donde la comida es más barata. Me he llevado el primer tomo de "La palabra del mudo" de J.R.Ribeyro bajo el brazo. Me he dado cuenta que yo uso los libros como sombreros o bastones. Los saco a pasear y los traigo a casa sin haber leído una sola hoja pero consciente de que sin ellos el camino se me hubiese hecho más difícil.

En el mercadito he almorzado un seco de carne con frejoles que me ha hecho prometer no volver a comer en el mercadito. De regreso a casa he llamado a mi abuela porque hoy es su cumpleaños. Mi abuela estaba tan contenta por la presentación de su poemario que me he olvidado del marcador de la tarifa y hemos hablado un buen rato. Después he pasado por una bodega en busca de un beso de moza. Como no tenían he comprado un sol de chancays. Me han dado 8. Me acabo de comer 3 de ellos con un café.

Cada vez que abro la lata de Nescafé veo más su fondo plateado. Sé que en un par de días ya no podré sacar nada con la cuchara y tendré que echar el agua hirviendo dentro de la lata para que disuelva el café adherido a los bordes. Con suerte me dará para media taza.

Charly canta un cover de los beatles en mi radio. There's a place.

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libros y películas

Son casi las tres de la mañana y no tengo sueño. Hoy dormí por la tarde y al despertar, una densa neblina se comía la ciudad. Cerré las ventanas y me puse a ver "Bonnie y Clyde".

Hay un problema con esta película. Bonnie y Clyde no son una pareja de asesinos encantadora. No son como Mickey y Mallory de Natural Born Killers. Puedo decir incluso que Vicent y Jules en Pulp Fiction hacen una mucho mejor pareja. En realidad Clyde está bien pero Bonnie es una mujer histérica a la que provoca darle de balazos. Lo que he hecho es sacar el dvd y me he puesto a ver "The Shawshank Redemption" que es una peli en la que siempre puedo confiar.

Luego de verla me he descargado el libro de Sthepen King en el que está inspirada. Lo he conseguido en inglés y también en español. El libro se llama "Rita Hayworth y la redención de Shawshank" que por cierto me ha recordado el título "La traición de Rita Hayworth" de Manuel Puig, aunque no creo que tengan nada que ver la una con la otra.

No es la primera vez que veo The Shawshank Redemption; sin embargo, hasta ahora no había leído la parte de los créditos donde dice que está basada en una historia de Stephen King. Lo más loco es que este relato de Stephen King, es uno de los cuatro cuentos que conforman su libro "Different Seasons" dentro del cual también está "The body" que a su vez inspiró la película "Stand by me", otra de mis 5 favoritas de todos los tiempos. ¿Cuáles son las probabilidades?

Otra de las cosas raras que descubrí, es que en la película, el tipo que Andy Dufresne inventa legalmente para librar de impuestos al alcade la prisión es un tal Stephen; con lo cual tenemos que Stephen King crea a Andy Dufresne y este a su vez vuelve a crear a un Stephen y lo hace millonario, cosa que finalmente también sucedió con Stephen King.

No sé que tan bueno sea el libro pero si es al menos la mitad de bueno que la película seguro valdrá la pena leerlo. También me he quedado con las ganas de leer The Green Mile de Stephen King aunque probablemente vuelva a ver la película un par de veces más antes de conseguirlo.


Rita Hayworth y la redención de Shawshank - Stephen King

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Acaba de amanecer en Pueblo Libre. Son las cinco de la mañana. Desde mi ventana del octavo piso veo a lo lejos las letras rojas del Sheraton. No se han apagado en toda la noche. También veo el cerro San Cristóbal. La cruz está apagada pero los faros que la rodean brillan como las velas sobre una torta. También se ve el Centro Cívico que ya no es el edificio más alto de Lima.

Me pregunto a qué hora se me irá el efecto de la Coca Cola.

jueves, 10 de noviembre de 2011

el puente sobre el río Chira

A los 76 años mi abuelita acaba de publicar su primer poemario.

Como mi abuela vive en Sullana y allá no hay muchas imprentas sino más bien tamarindos, burritos y zancudos, yo me he encargado de imprimírselo acá en Lima.

Hoy me he levantado muy temprano para ir a Civa a enviarle sus libros a Sullana porque mañana es la presentación oficial del libro. Así ha quedado:



Mi mamá me cuenta que antes mi abuelita escribía unos poemas de amor muy brutales pero que luego por alguna razón dejó de hacerlos y ahora solo escribe para su terruño, que al parecer le devuelve más amor que mi abuelo.

Como todo el poemario trata de Sullana, mi abuelita me envió este boceto para la portada.



El río que se ve en la foto de abajo es el río Chira, cruzado por dos puentes anaranjados. Por el de adelante cruzan los carros y por el del fondo cruzan los burritos como se ve en esta fotografía:



Una vez tomé esta foto abajo del puente nuevo durante el fenómeno del niño de 1998.


El arbolito había crecido durante la época de sequía y cuando llegó el fenómeno de El niño lo inundó todo y el arbolito se quedó ahi al medio. Tomé esa foto porque estaba llevando un curso de foto en la universidad, pero sobre todo porque con eso de que andaba solo en Lima (mis padres habían regresado a Talara) me sentía un poco como el jodido arbolito.

Esta es una foto de mi mejor amiga lanzando un coco desde el puente viejo:



Y en el mismo puente mi amigo Ricardo me tomó esta foto en la que tengo mi polo del merlín que me acaba de recordar esa canción que dice: ♫ "voy a tirarme al mar para que un pez espada me parta por la mitad, y si en el mar no encuentro a ese pez espada, más que sea que me ahorque un cangrejo criminal" ♫


En fin. La cosa es que cuando mi abuela me dijo que quería una portada sobre Sullana, decidí que yo la dibujaría dado que ese puente me traía tantos bonitos recuerdos.

La dibujé a lápiz sobre un pedazo de cartulina que compré en el mercadito.


Luego la coloreé en photoshop. Y así quedó:




si a alguien le gustaría tener el poemario de mi abuela me avisa y le guardo uno

domingo, 6 de noviembre de 2011

jueves, 3 de noviembre de 2011

cosas que uno encuentra en la basura

Venía en la bici. Pedaleaba despacio porque era una noche fresca, sin autos y provocaba ir mirándolo todo, los árboles, las rejas de las casas, provocaba ir esquivando las bolsas de basura, rodeando los postes como gene kelly pero sin gota de lluvia que chucha, pateando una piedra que se había salido de un montículo y cruzaba la vereda como un extraño bicho. Pedaleaba e iba escuchando los fuegos artificiales porque era noche de brujas y en Lima revientan cuetes por todo y comen anticuchos y bailan y luego se rompen botellas en la cabeza tan contentos. Por suerte esa noche, todo aquello estallaba muy lejos de la calle por donde yo paseaba tranquilamente en mi bicicleta.

Entonces encontré aquel enorme carrete de cartón. Estaba tirado junto a unas bolsas de basura y a pesar de que la luz del poste caía justo sobre él, yo estuve a punto de no verlo pues un par de cuadras antes me dio algo y decidí dejar tanta mariconada nocturna y comencé a pedalear como un animal para llegar rápido a casa. Me llamó la atención el tamaño del carrete. Uno está acostumbrado a que las cosas tengan cierto tamaño. Es por eso que puedes dejar de notar un gato que cruza la calle, pero si una vaca del tamaño de un gato cruza la calle, seguro que no dejaras de verla.

Me he traído el carrete a casa. Es un carrete como el de los hilos solo que mucho más grande porque este sirve para envolver el cable coaxial que lleva la televisión hasta las casas. Lo he recogido porque se me ocurrió lo siguiente: ir llenando el carrete con páginas escritas hasta tener una novela que se lea como quien desenrolla un hilo.

Al principio me ha parecido una idea genial pero luego me he empezado a preguntar en qué sentido tendría que enrollarla para que se hiciera más fácil su lectura. Pensando en eso me he dado cuenta de que la razón por la que las novelas son impresas en formato de libro es porque es la forma más cómoda de leerlas y probablemente la única forma en que al leerlas, puedes olvidarte del soporte material y dejarte llevar por la historia. Con el carrete no. Tal vez por eso lo he recogido. Porque no sé si estoy preparado para llenar las hojas y he decidido distraerme con el soporte. Un escritor no puede hacer eso.

Al llegar a casa he dejado el carrete junto a la puerta. Al día siguiente alguien se lo ha llevado. Probablemente a la basura. Ahora no me quedan más que las hojas en blanco.

Suficiente.

pregúntale al polvo

hoy ha sido un día muy pendejo. debía pagar el alquiler de mi cuarto y no tenía el dinero. mi casero llamaba cada media hora a preguntar si ya lo había conseguido. mi casero es un chico de 18 años que vive en san juan de lurigancho y que a veces confunde mi número con el de su novia y me manda mensajes románticos. hemos ido con héctor al mercado por dos filetes de hígado porque era para lo único que nos alcanzaba. por alguna razón el hígado de la vaca es mucho más barato que el resto de su carne a pesar de que es igual de rico y a pesar de que las vacas no se lo destruyen a base de mojitos y chilcanos. También nos alcanzó para una cebolla y dos tomates, un par de huevos y hasta para un plátano para freir. almorzamos como reyes pero no teníamos para pagar la renta así que nos echamos a dormir. por fin a las cinco de la tarde mi viejo me ha sacado de la miseria y he pagado mis deudas con lo cual he recuperado la paz. entonces me he puesto a hacer este dibujo que retrata el primer párrafo de la novela "Pregúntale al polvo" de John Fante. Bukowski utiliza este mismo párrafo como epígrafe de una de sus novelas pero ahora no recuerdo en cuál. Este libro me lo prestó mi amigo Helí y es muy bueno así que a parte del dibujo, les voy a dejar el link para que se lo descarguen.

Quisiera contar algo más. Cuando estaba dibujando la tercera viñeta algo ha sucedido con mi lapicero y la bolita que gira para regular el correr de la tinta ha salido disparada. en su lugar ha asomado un delgado cabello metálico que dejaba pasar más tinta de la necesaria y que raspaba sin misericordia la hoja de mi cuaderno. Por alguna extraña razón he seguido raspando el cuaderno y he terminado el dibujo a base de manchas de tinta. he contado esto porque mientras raspaba la hoja me di cuenta que es así como desde hace un tiempo me siento al escribir y que esa es una de las razones por las que ya no lo hago. siento que raspo la hoja y que lo mancho todo, que mis palabras ya no corren con facilidad como antes (ahora mismo lo siento). pero sobre todo lo he contado porque esta vez, a diferencia de las otras, seguí dibujando aún cuando raspaba mi cuaderno y lo manchaba todo y aún cuando mi tío roncaba al pie de mi cama y su hijo roncaba al pie de mi tío y pasaba la medianochey la lámpara fallaba y hacía calor en mi pequeña habitación de pueblo libre. lo he contado porque recordé este poema de bukowski que dice algo así como que si vas a crear, vas a crear trabajando 16 horas por día en una mina de carbón o vas a crear en una piecita con tres chicos mientras estás desocupado, vas a crear aunque te falte parte de tu mente y de tu cuerpo, vas a crear ciego, mutilado, loco, vas a crear con un gato trepando por tu espalda mientras la ciudad entera tiembla en terremotos,bombardeos, inundaciones y fuego. "

Supongo que aunque no tengo un gato trepando por la espalda, esta es mi forma de decir que este es para mí, un regreso nada triunfal ni heroico al raspar las hojas del cuaderno. total, si todos los autos dejan marcas de hule al empezar la carrera ¿por qué yo no he de permitirmelo también, una vez más?

Antes de irme a dormir quisiera contarles que dos de mis escritoras favoritas han reabierto sus blogs personales y están posteando a diario con lo cual uno se siente bien acompañado en el barrio blogger y da ganas de ir a decirle al facebook: in your face! Bueno, miren el dibujito, lean a John Fante y vayan a visitar a estas muchachas:








martes, 25 de octubre de 2011

martes, 27 de septiembre de 2011

martes, 20 de septiembre de 2011

domingo, 18 de septiembre de 2011

sábado, 27 de agosto de 2011

viernes, 26 de agosto de 2011

miércoles, 24 de agosto de 2011

domingo, 21 de agosto de 2011

sábado, 20 de agosto de 2011

viernes, 19 de agosto de 2011

sábado, 6 de agosto de 2011

domingo, 31 de julio de 2011

jueves, 28 de julio de 2011

viernes, 15 de julio de 2011

lunes, 4 de julio de 2011

the hole you're in

Ayer después de algún tiempo volví a ver "Leaving Las Vegas" que es una de mis películas favoritas. Acabo de enterarme además que el escritor del libro, John O'Brien, se suicidó al poco tiempo de haber firmado el contrato para que Mike Figgis llevara su libro al cine. Esta que he dibujado es una de mis escenas favoritas y retrata el momento en que Ben (Nicolas Cage) va a registrarse al hotel tras haber tenido su primer encuentro son Sera (Elisabeth Shue).

el oso

Hace un par de semanas me compré en el puestito de libros viejos de la Universidad Católica, una antología de relatos de William Faulkner hecha por Compactos Anagrama. El libro en realidad no es nada compacto. Tiene casi 700 páginas. No soy un fanático de Faulkner, de hecho hasta ahora nunca lo había leído, pero estaban ofreciendo el libro a 14 soles de tan viejo y llovido que estaba. Lo he comprado junto con una edición ilustrada de "Momo" de Michel Ende que pienso enviarle a mi hermana pequeña.

Como quien le da a una lamida al corcho del vino que piensa beber, he decidido escoger un poco al azar uno de los tantos relatos del libro para ver a dónde me estoy metiendo. Así he llegado a "El oso". La descripción del animal me ha causado tal impresión que he decidido dibujarlo y ha salido esto. Abajo les dejo un fragmento del relato y el link por si quieren leerlo completo.



(...)
Hacía años que llevaba oyendo aquello; la larga leyenda de graneros saqueados, de lechones y cerdos adultos e incluso terneros arrastrados en vida hasta los bosques para ser devorados, de trampas de todo tipo desbaratadas y de perros despedazados y muertos, de disparos de escopeta e incluso de rifle a quemarropa sin otro resultado que el que hubiera logrado una descarga de guisantes lanzados por un chiquillo con un tubo, una senda de pillaje y destrucción que había comenzado mucho antes de que él hubiera venido al mundo, una senda a través de la cual avanzaba, no velozmente, sino más bien con la deliberación irresistible y despiadada de una locomotora, la velluda y tremenda figura.

Estaba en su conocimiento antes de llegar siquiera a verlo. Aparecía y se alzaba en sus sueños antes incluso de que llegara a ver los bosques intocados por el hacha donde el animal dejaba su huella deforme -velludo, enorme, de ojos enrojecidos, no malévolo, sino simplemente grande, demasiado grande para los perros que trataban de acorralarlo, para los caballos que trataban de derribarlo para los hombres y los proyectiles que dirigían contra él, demasiado grande para la tierra misma que constituía su ámbito forzoso-. Le parecía verlo todo entero, con la adivinación absoluta de los niños, mucho antes de que llegara siquiera a poner los ojos en alguna de ambas cosas: la tierra salvaje y condenada cuyas márgenes estaban siendo constante e ínfimamente roídas por las hachas y los arados de hombres que la temían porque era salvaje, hombres que eran miríada y que carecían de nombre unos para otros en aquella tierra donde el viejo oso se había hecho ya un nombre, a través de la cual transitaba no un animal mortal, sino un anacronismo, indomable e invencible, salido de un tiempo ancestral y muerto, un fantasma, epítome y apoteosis de la vieja vida salvaje en la que los hombres hormigueaban y lanzaban golpes de hacha con frenesí de odio y de miedo, como pigmeos en torno a las patas de un elefante somno- liento; el viejo oso solitario, indómito y aislado, viudo, sin cachorros, liberado de la mortalidad, viejo Príamo privado de su vieja esposa y que ha sobrevivido a todos sus hijos. (...)


EL oso - William Faulkner

miércoles, 8 de junio de 2011

E.T. phone home



Esta mañana, caminando por el Centro de Lima, me he encontrado con E.T. Desde una vitrina del Jirón Callao me apuntaba con su largo dedo de brasa caliente. Tenía los ojos celestes como Frank Sinatra y una sonrisa pacífica que no le manaba de la boca sino de todo su arrugado cuerpo de plástico. Era de uno de esos antiguos juguetes hechos con cariño, y a pesar que se le notaba el paso del tiempo en la piel, por una ligera decoloración de su tono marrón, había envejecido con dignidad, conservando todas sus extremidades y parecía más bien como si acabara de volver de unas largas vacaciones.

Junto a él en la vitrina estaban también Snoopy, Mafalda, Hardy, Oliva, Pluto, Mogwli entre varias muñecas mancas, cojas, decapitadas (algunas solo desnudas) además de unos pocos cachaquitos y pitufos. En realidad, aquella tienda de juguetes en la que no entraba nadie, era más bien como un asilo donde los viejos muñecos iban a pasar el resto de sus días; tranquilos, silenciosos y sin aquella desgarradora esperanza del abuelo Simpson que ruega que alguien venga por él. Desde sus vitrinas, ellos no miran hacia la calle pues saben que tampoco nadie de la calle mira hacia adentro. Y sin embargo; esta mañana, por uno de esos azares que hace que encontremos amigos en los lugares más insólitos, el pequeño extraterrestre estaba mirando hacia afuera y yo me detuve a mirarlo también.

Recordé entonces que conocí a E.T. cuando era un niño como Elliot y tenía al igual que él, una bicicleta y unas profundas ganas de que hubiera vida en otro planeta. Fue la primera película que vi en un betamax, en aquella época en las que un disco de blue ray nos hubiese parecido tan alucinante como una nave espacial. He visto decenas de películas de extraterrestres desde aquel entonces y ninguna que se le compare y creo que eso se debe, a que E.T. representa nuestras ganas de querer encontrar hasta en los extraños a un amigo, aunque este se beba nuestra cerveza, suelte las ranas y finalmente quiera irse a su casa.

He entrado a la tienda convencido de que iba a llevarme a E.T, ¿Cuánto cuesta E.T.? pregunto. Cuarenta soles. El muñeco que Spielberg creó hace veintiocho años cuesta cuarenta soles. Yo le había calculado veinte. Cuarenta soles son ocho menús. Doscientos panes.

Bajo la cabeza y salgo de la tienda. Vuelvo a mirar a E.T. desde la calle. Extiendo mi dedo hacia el suyo mientras me alejo del lugar. Ambos estamos acostumbrados a las despedidas. Mientras continúo mi camino por Jirón Callao me consuelo diciéndome que al menos me queda la historia y un lápiz en la mochila para contarla.
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miércoles, 18 de mayo de 2011

Floripondio



hay unos pequeños árboles en Lima cuyas pesadas y olorosas flores blancas cuelgan de cabeza como campanas. se llaman floripondios y al tocarlas uno siente que están hechas de cartílagos, de orejas de ratón. es un poco como acariciar a un animal pequeño o a una mujer que duerme profundamente (experiencia que sinceramente espero hayas vivido alguna vez). he escuchado decir que esas flores se hierven para producir un brevaje alucinógeno. pero del cual uno no debe beber más que unas pocas cucharadas pues se corre el riesgo de volverse loco. resulta extraño que la locura esté tan al alcance de la mano en la ciudad. los floripondios no son árboles escasos en Lima y uno pasa por debajo de ellos todo el tiempo. también he oído decir que si se desea un efecto menos intenso, basta con colocar unos cuantos debajo de la almohada. al amanecer se tendrá la sensación de haber pasado la noche con la mujer que se ama.

cerca a la casa de mi novia crece un pequeño floripondio. su flores cuelgan a una altura ideal, pues me basta levantar la cabeza como mirando al cielo para que toda mi nariz quede completamente sumergida en la flor, rozando los largos pistilos. el olor es denso y te absorve como si fuese una mujer abrazándote la cabeza con sus piernas. la ciudad se adormece, el cerebro se desdobla, el claxon de los carros se convierte en una orquesta sinfónica y tiene uno la clarísima sensación de estar tragando pétalos. los cuatro o cinco segundos vividos se dilatan tanto como las ocho horas del sueño nocturno y lo dejan a uno ir con la misma sensación de paz y reposo. es lamentable que ya no mucha gente se acerque a oler las flores ni levante la cabeza hacia el cielo.

sobre la posibilidad de llevármelas a casa y ponerlas a hervir en una olla o colocarlas bajo mi almohada, he decidido abstenerme. hay algunas locuras que no vale la pena buscar y exprimir codiciosamente sobre uno. simplemente hay que dejar que ellas se aproximen a nosotros como huraños animales salvajes, y que apenas rozándonos, pueblen nuestras noches de una extraña mezcla de paz y delirio. inmediatamente hay que dejarlas ir sin intentar poseerlas. es el caso de las ciudades, las flores y las mujeres.

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domingo, 17 de abril de 2011