miércoles, 17 de agosto de 2016

el día que explotó mi cocina

Ayer por la noche explotó la cocina del depa. Yo preparaba unos ravioles cuando se escuchó un ¡¡KABOOOM!! y toda la mole con su olla de agua caliente salió propulsada hacia mí. No me pasó nada. Ni siquiera me quemé. Fue como cuando el negro Jules esquiva las balas en Pulp Fiction. Pero con una bala de 100 kilogramos. 24 ravioles de espinaca y 24 ravioles de carne nadaban en el piso sorteando minúsculos icebergs de vidrio de la tapa de la olla. Gaby, que estaba en el cuarto, dijo que pensó que se había estrellado un avión contra la casa. Karen confesó que tenía miedo de entrar a la cocina y verme como Don Ramón cuando fuma después de tomar kerosene. Y ahí nos dio ataque de risa. Porque yo estaba intacto. Como diría mi primo Lucho: Oe, yara. Y una hora antes habíamos estado mirando muñecos Funko en La camaleona cuando Gaby me dijo: ¡escoge uno!, y yo empecé a enloquecer porque ahí estaban Drácula y Robocop y Jessica Rabbit y Wall-e y Snoopy que venía con Woodstock (el pollo, dijo Gab). Al final no sabía si elegir a Charlie Brown o a Nosferatu así que estuve media hora repitiendo Masster Massster con la voz del ayudante del vampiro. Sin embargo escogí a good ol' Charlie Brown porque ese csmre de Shulz me cae bien chévere. Era un poco depre el tío y por eso es que a Charlie todo le sale hasta las huevas. La escuela, el béisbol y la niña pelirroja. Pero Shulz convirtió esa tristeza en algo maravilloso. Al llegar a casa coloqué a Charlie sobre mi mesa de noche, me fui a preparar los ravioles y ¡¡KABOOOOOM!!. Después del susto estuvimos trapeando y muriendo de risa como en ese poema de Karen en el que había que embadurnar la casa de mantequilla. A Pika hubo que descongerlarle su jama con el agua caliente del caño y se la servimos en la sala porque se negaba rotundamente a entrar a la cocina. Nosotros pedimos pollo. Después de comer le conté a Gaby que ayer había visto Brazil de Terry Gilliam y que era hermosa pero demasiado pastel y no sé cómo, hablando de Brasil, terminé contándole que cuando vivía en Copacabana una vez había ido a la playa en zunga. Gaby dijo que mejor se iba a dormir en su casa. Luego fui a ver a Gonza en la bici y compramos gomitas en Tarata. Unas cuadras antes de despedirnos le pregunté si había escuchado El hombre que casi conoció a Michi Panero. Es una canción autobiográfica de Nacho Vegas, le cuento, en la que recuerda toda su vida y aunque sabe que la ha cagado dice que por lo menos una vez casi conoció a Michi Panero. ¿Michi Panero? Era un escritor o director español, hermano de los poetas Juan Luis Panero y Leopoldo María Panero que estuvo en el manicomio. ¿Y por qué él? No sé pero Nacho dice que casi conocerlo es bastante más de lo que jamás soñarías en mil vidas. Y yo le creo. Jaja. No sé, es decir, en un momento estás pensando si Nosferatu o Charlie Brown y al otro te revienta la cocina en la cara. Y ahí te quedas filosofando puras huevadas. Estás parado sobre el agua y trapeando contento porque esta vez has esquivado la bala y no sé. Karen me dice: weón, eres Clark Kent. Y Gaby dice: eres un gato. Y Gonza me dice: ya te quedan pocas vidas, ctm. Pero por ahora puedes seguir preparando ravioles y leyendo tiras cómicas o lo que sea que hagas cuando la vida va bien. Y si no va bien, vas y te compras gomitas en Tarata que solo cuestan S/2.60 los cien gramos. Te las comes camino a casa. Y cantas esta canción si quieres. Porque aunque la has cagado un culo de veces, has tenido una buena vida. Y porque si no la has tenido, todavía te queda pensar que hoy podría ser el día en que casi conocerás a Michi Panero. O a quien chucha sea