miércoles, 21 de febrero de 2018

sábila en la cara

Si hay algo que les envidio a los viejos es el haberse cansado de esperar para hacer con su vida lo que les canta el culo. Parados frente a la carretilla de la esquina, un viejito y yo esperamos nuestro emoliente. Él está primero en la cola y observa cómo el emolientero raspa una hoja de sábila sobre su vaso. -No botes la cáscara- le pide. Nuestro emolientero termina de echar esa baba transparente y le extiende la vaina verde todavía pegajosa. ¡Qué loco! pienso, el tío se va a llevar la cáscara de sábila a casa para darle otro uso medicinal. ¿Se la va a llevar? ¿A casa? Weónnnn, el tío se pone a frotarse la sábila ahí mismo sobre todo el pellejo. La usa como si fuese un jabón. Con cuidado se la pasa por ambos brazos y luego por la carita. Parece un comercial de jabón Moncler lara lalá ♫ lara lalá. El abuelo lo hace además con tanto gusto que ya parece Miss Huanchaco untándose bronceador en la orilla del mar. Luego se seca su emoliente y se va por ahí, tan contento. Y yo, que mañana cumplo 39, me digo: tú también ya estás viejazo, Pierre, úntate nomás tu sábila en la cara, postea esa canción que siempre te da roche postear, escribe los cuentos que te provoca escribir, dile que la quieres, sé feliz, ctm.

miércoles, 14 de febrero de 2018

Excursión de San Valentín

Mi clase de hoy, la última clase del ciclo, la clase en la que los llevo de excursión al mar para revivir un cuento de Vargas Llosa en el que dos amigos se enamoran de la misma chica, coincide justo con San Valentín. Como ya sé que mis alumnos son cacheros, les advierto en la clase anterior: ¡Díganme de verdad si van a venir! ¡Pero no me mientan, carajo! Y los únicos 3 sobrevivientes de los 5 que se matricularon en verano me juran que sí, que de todas maneras vienen a pasear conmigo en San Valentín. ¿En serio, chicos? Claro, profe. Si quieren traigan a sus enamorados, les digo, vamos con ellos, yo les invito una chela. Sale, profe. Así que hoy llego y fotocopio el cuento, hasta hecho el pendejo saco copias para los enamorados. Llego al salón y solo encuentro a un salvaje sentado en su carpeta. Oe ¿y los demás? le pregunto. No sé, profe, fácil se están demorando por el tráfico. Treinta minutos los esperamos en el salón. Nos miramos de reojo con una tensión que crece y crece. Yo pienso: Fácil igual hago el paseo solo con él. E imagino que él piensa "Putamadre, ojalá el profe no esté tan foreveralone que quiera hacer el paseo solo conmigo". Pero sí lo estoy. Además, la ruta del cuento termina en la Costa Verde, al pie de la Bajada Balta, así que si nos chapa un serenazgo va a pensar que estamos yendo al oscurito a lograrlo. No no ni cagando. Le digo, muchacho, tienes 2 opciones: 1. O tú y yo pasamos San Valentín juntos haciendo la ruta del cuento rumbo al mar o 2. La haces tú solito y me escribes una crónica de cómo es pasar San Valentín leyendo a Vargas Llosa. El maldito escoge la segunda opción. Así que le dibujo la ruta, le indico cómo llegar y lo dejo ir. Le faltan patas para irse al desgraciado. Y yo apago la PC, apago las luces del salón y me voy. Bajo por las escaleras hasta la sala de profesores donde tampoco encuentro a nadie. Solo me reciben las 4 pantallas azules con el logo de Windows, los 4 teclados y las 4 sillas de siempre. Escojo una y me siento. Y pienso que está bien, que en realidad esto es lo que siempre he querido: que me pasen huevadas para poder contarlas. Empiezo a teclear y a teclear. Pero al rato sigo tan solo que apenas escucho el ruido de mis dedos sobre el teclado y la brisa artificial del aire acondicionado que llena la habitación vacía. Así que abro el youtube y pongo una balada con el volumen al tope ¿de Poison? ¿de Aerosmith? ¿de Air Supply? No sé, mierda, de quien chucha sea, con tal de no escuchar dentro de mi cráneo el temblor de todos los telos en los que mis alumnos están cacha que te cacha mientras su profe escribe como pendejo.