lunes, 6 de enero de 2025

Un gran ventanal



Yo había mandado mi carta de renuncia.

Pero no me iban a dejar ir fácilmente. La gerenta quería hablar conmigo. Crucé por última vez la pista que separaba las mazmorras de la casa matriz. Ella tenía una de esas enormes oficinas de paredes blancas con un gran ventanal, como en las películas. Me invitó a sentarme. Había trofeos: Effies, Ojos de Iberoamérica, un León de Oro de Cannes. La nuestra era una agencia ganadora.
―¿Por qué quieres irte justo ahora que te hemos ascendido
―Quiero escribir otras historias
―¿Qué historias?
―Historias que no sirven para vender cosas.
―¿Y no podrías escribirlas mientras escribes estas?
―Una vez que has empezado a decir la verdad, cuesta mucho decir mentiras.
Nos quedamos en silencio.
De pronto me di cuenta de algo: En esa oficina no había libros. Miré por todas partes. Nada. Una agenda abierta sobre su escritorio. Había gente que vivía así, pensé. Gente que no necesitaba otra vida que esta, gente que tenía calendarios y hacía planes para almorzar ASAP. Y esa era la gente que tenía las oficinas con grandes ventanales. A ese mundo iba a salir yo a contar mi historia. Fue mi primera gran lección: Yo era un payaso.
Podría haberme acobardado. Podría haber vuelto a las mazmorras. ―¿Cuánto quieres ganar? me preguntó al fin.
Eso me dio valor. Le sonreí con todas las muelas.
―Me tengo que ir, le dije y me puse de pie.
De pronto me pareció tan chiquita en su gran cárcel sin libros. En ese momento no lo sabía pero cada vez habría más gente como ella. Yo entraría a otras oficinas sin libros, a casas sin libros, dictaría clases en salones sin libros, vería cómo mis amigos escritores se irían quedando sin empleo, los idiotas empezarían a gobernar el mundo y la gente querría ser parte del absurdo. Las víctimas de un viejo holocausto serían los asesinos del nuevo y cada mañana los adolescentes tendrían miedo de abrir los ojos porque no tendrían otra vida que esta. Así que yo me sentaría a escribir una historia. Una historia que alguien pudiera abrir como un gran ventanal en un día de verano.
Yo sé que hay gente que puede decir mentiras un día y al otro decir verdades. Es solo que a mí me cuesta un poco.







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