El 30 de diciembre del año 2017
comí mi primer puñado de hongos alucinógenos
Por suerte
tenía una libreta a mano
Y decidí registrar el viaje
Según Gonza,
el viaje nos duraría de 4 a 5 horas
Hasta entonces yo solo había probado marihuana
y las stoneadas me duraban de 10 a 50 minutos
(eso según quién me hubiera vendido la hierba)
Pero recuerdo todavía aquellos lejanos días de mi juventud en que los viajes de hierba me duraban un día entero porque la Amazonía de mi cerebro aún no había sido devorada por el gran incendio de la risa
De los hongos yo no sabía nada
No sabía ni siquiera cuál era su aspecto
Gonza me contó que crecían debajo de la caca de la vaca
Y eso me gustó
Estos son los hongos que Gonza trajo esa mañana:
—El día anterior no comas carne— me había advertido
Y por la mañana toma algo ligero. Yo te caigo a las 10am con los hongos
—Voy a desayunar un vaso de avena— le dije— ¿está bien?
—Perfecto— dijo
Gonza tocó mi puerta a las 11am
Se había bañado
Yo también me había bañado
Y además había ordenado mi casa
Como si tuviera una cita con una chica bonita
Gonza se desparramó en un sillón y dijo —Bueno, comamos los hongos—.
Tranquilo, conchatumare— le dije— Quiero hacerlo con calma, acabo de tomar la avena
Estaba nervioso
Nervioso de una forma buena
Como si mi cerebro fuese una callecita de barrio en la que la gente estuviera sacando las sillas de sus casas y colgando guirnaldas de papel crepé de los postes de luz.
—¿Quieres saber qué te va a pasar?— preguntó Gonza
—Dale, cuéntame
—Ya, mira, no es como la hierba
—Ok, le dije, es todo lo que necesito saber
Sabía que eventualmente perdería el control de mi cerebro
Pero cogí mi lapicero azul y mi lapicero verde como si fueran las asas de un timón
Y empecé a anotar
Este es el resultado
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