jueves, 22 de febrero de 2024
sábado, 17 de febrero de 2024
viernes, 16 de febrero de 2024
Word Perfect 5.1
jueves, 15 de febrero de 2024
Una postal para mi abuela
No sé si entonces me conmovió tanto su poema como lo ha hecho esta mañana. Ahora tengo 44 y la idea de ser un paisaje en el alma de mi abuela me impulsa a estirarme como un sol. No le envié la postal aquella vez porque tenía las monedas contadas así que pensé que se la daría al volver. Pero tampoco se la di entonces. Supongo que a los 24 uno cree que el tiempo va a durarnos para siempre. Me acabo de grabar leyendo la postal y le he mandado el vídeo por WhatsApp. Mi abuela vive en Sullana junto al río Chira y ahorita debe estar comiendo su almuerzo, acalorada. Si tuviera la postal, al menos podría abanicarse con ella. Pero en todo caso, me alegra tener una abuela que sabe usar WhatsApp. Le he leído también su poema. Aquel que escribió para su nieto que se iba lejos. No sé por qué. Supongo que a veces uno no se da cuenta de lo que ha escrito hasta que alguien más lo lee por ti.
miércoles, 14 de febrero de 2024
Garza nocturna
jueves, 18 de enero de 2024
jueves, 24 de agosto de 2023
martes, 18 de enero de 2022
Tolaca
Este verano doy clases al mediodía. Como me han programado insufribles bloques de 4 horas justo cuando el sol recuesta su candente culo sobre la ciudad, les doy a mis alumnos 3 breaks de 12 minutos, para que no mueran ni me odien como se odia esa hora que le sobra a Scarface, a Lawrence de Arabia y a Encuentros Cercanos del 3er tipo. Sé que la mayoría de mis alumnos hace cualquier otra pichulada mientras yo hablo de cine, porque el único huevonazo que prende la cámara soy yo. Al cabo de una hora de interpretar escenas de Rocky, de Terminator, de Náufrago, termino también como un sobreviviente, empapado en mi propia desesperación salada. Apenas anuncio el break y apago la cámara, me arranco toda la ropa y recorro con los brazos abiertos mi depa. Un rollizo hombre de Vitruvio intentando ventilarse. Preparo té helado, pongo música, a veces barro un poco. Cuando faltan unos segundos, corro a enjuagarme, me hago el moño, vuelvo a abotonarme la camisa y prendo la cámara. Ellos no intuyen detrás de su profe al hombre de crogmanon que un minuto atrás se rascaba los sobacos. ¡Qué rápido se pasan los 12 minutos! ¡Qué poco espacio para estirar el alma! A veces al volver a mi silla tengo la impresión de que olvidé algo. El moño, los lentes, me puse la camisa pero sigo en calzoncillos, he olvidado apagar la música y todavía se oye a Daniel F cantar que solo quiere un poco de pastel. Me siento como Mrs. Doubtfire con una teta fuera de lugar. En el primer break no es tan grave. Transito con cierta elegancia entre mi papel de Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Pero al cabo de 3 horas, cuando sobre las sillas ya tengo tres camisetas empapadas y cada vez menos alumnos me siguen el ritmo, abandono las ganas de ocultarles que no es té helado sino chela. Que yo también estoy agotado. Que preferiría estar viendo una película que hablando de películas. Y mientras me suelto el prehistórico moño y me abanico las tetas con mi 4to polo empapado, concluimos la clase con lo único que vale la pena saber sobre las historias: La vida es ese Sol maravilloso e hijueputa que brilla afuera mientras dentro de las cuatro paredes del antagonismo, soñamos que al salir todavía alcance un último rayo para nosotros.