viernes, 16 de febrero de 2024

Word Perfect 5.1

 



Escribí mis primeras historias en un viejo programa llamado Word Perfect 5.1. Corría 1995 y por las noches cubríamos las computadoras con una sábana de plástico. Mi abuela hacía lo mismo con sus pajaritos, no se fueran a resfriar. La computadora era algo tan nuevo en los hogares que no sabíamos si tratarla como a un artefacto, a una mascota o como los Supersónicos trataban a Robotina. Los mouses tenían su larga cola de alambre y dentro una bolita que había que sacar y limpiar de vez en cuando. Era como limpiarle el ombligo a tu PC. En 1995, Word Perfect todavía compartía el 50% del mercado con Microsoft Word. La pantalla era azul. Las letras grises. No recuerdo haberme preguntado por qué la hoja no era blanca como en la vida real. Ya era bastante tener un monitor a colores VGA. Cuando aprendí a jugar Prince of Persia lo hice en un monitor monocromático y nunca supe cuál era la poción revitalizante y cuál el veneno porque los dos humitos se veían del mismo color. Yo aseguraba que podía distinguir dos tonos diferentes de gris, pero a veces fallaba y me moría. Cuando terminaba de escribir una historia la guardaba en un diskette como cuando grababa canciones de la radio. Teníamos impresora pero hacía tanto ruido que solo se podía imprimir de día o despertabas a todo el vecindario. Algunas de esas cosas que escribí en los 90’s sobrevivieron al naufragio del tiempo. Mamá guardó las hojas impresas con su grapa oxidada en una esquina. Creo que ella pensaba que esas primeras eran mis historias más bonitas. Tal vez porque me escuchaba teclearlas desde su habitación o porque yo todavía escribía como su niño. Las tenía dentro de un fólder y me las dio muy contenta una de las últimas veces que la vi. Esto eras tú, parecía decirme, así empezaste a escribir. A veces echo de menos la pantalla azul del Word Perfect y los diskettes de 1.44 mb. Extraño tratar de distinguir la poción correcta en el Prince of Persia. Extraño terminar de escribir una historia y sentir que valía la pena despertar a todo el vecindario solo para que ella pudiera leerla.



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