miércoles, 22 de enero de 2020

Se te va a parar el clítoris

Dicen que ahora la gente ya no conoce ni a sus vecinos. Pero esas son mentiras del capitalismo para vendernos porteros eléctricos y drones asesinos. En mi edificio al menos, nos conocemos bien. Y no es porque seamos locashos barranquinashos que se juntan en la bioferia del domingo a intercambiar recetas de quinoto. Es por algo tan sencillo como esto: la ventana de nuestros baños da a un tragaluz común que nos une a todos en un cague colectivo. Se oye todo. De modo que si a veces olvido el celular cuando ya tengo las nalgas puestas sobre el inodoro, puedo entretenerme escuchando esas conversaciones, que son como mi facebook vecinal. Y no es poca cosa, eh. Por ese tragaluz me enteré que venía de nuevo Kevin Johansen, que Vizcarra cerraba el Congreso (de la alegría hasta se me relajaron las tripas) y que Jennifer Aniston se había abierto un instagram y la red había colapsado. Como ese día sí tenía mi celular en la mano, le di follow al toque. Rachel siempre fue mi favorita. Lo único que falta para que todo sea perfecto es un sistema de botones que te permita sintonizar a tu vecino predilecto: el músico, el analista político, la chismosa. A los que yo más nítidamente oigo es a los nuevos del piso de abajo, una pareja de jóvenes latinoamericanos que acaba de mudarse. Por las voces, me parece que él es argentino y ella colombiana. Son re-divertidos. Hace poco estaba rasurándome con la puerta del baño abierta. Nicole leía echada en el mueble de la sala. De pronto los escuché conversar. Con la mano izquierda le hice una seña a Nicole para que se acercara de puntillas ¡¿Pero no la has visto, loca? preguntó el argentino. ¡Tenés que verla! Estaban hablando de una película. ¡Se te va a parar el clítoris! le dijo. Ella soltó una risita. ¿De qué trata, amor? preguntó interesada. Mira che, no te la voy a spoilear, pero hay una frase, una frase que dice la mujer de la peli. Es tan brutal que le destruye la vida a su ex con dos palabras. ¡Te digo que se te va a parar el clítoris! A este punto de la conversación lo único que Nicole y yo esperábamos era que el argentino soltara el jodido título de la película. Nosotros también queríamos que se nos parase el clítoris. ¡El velo pintado! dijo él finalmente. Ni yo ni Nicole la conocíamos. Pero como justo ese día teníamos pensado ir al Centro, pasamos por el Pasaje 18 de Polvos Azules para comprarla en el stand de la Holy. Esa noche la vimos. Estuvo buena, aunque tampoco tanto. Le dimos 3.6/5 en el nuevo ranking de clítoris erectos. Tal vez mis vecinos tengan mayor facilidad para el orgasmo cinematográfico. Porque bueno, todavía no les conté esto, pero es que además de cinéfilos, son recontra cacheros. Y performáticos además. Les gusta coger bajo la fresca cascada de la ducha. De modo que de cuando en cuando los oímos a través del tragaluz. A mí me parece sano que la gente cache y que haga ruido si quiere. Pero a mis vecinos no les hizo mucho chiste. Mandaron un email a la Junta de Vecinos pidiendo mesura con los "ruidos molestos" a mitad del día. Decía Ribeyro que las únicas veces en que la desnudez de los animales nos molesta es cuando sus actos se asemejan a los nuestros, por ejemplo cuando hacen el amor. Tal vez escuchar a una joven pareja culear a mitad del día, les recordó lo poco que ellos lo hacen ahora, que ya se les está gastando la pilita erótica del amor. Me dio vergüenza ajena aquel email. ¿Cómo le vas a explicar a un par de jóvenes y candentes latinos que no pueden coger cuando se les antoja? A la mañana siguiente el argentino respondió gramputeando respetuosamente a todo la Junta. Dijo que no entendía por qué en el Perú la gente no se ocupaba de sus asuntos y dejaba al resto en paz. ¡Nunca he inclumplido una norma! dijo, solo quiero vivir mi vida, y lo mismo deberían hacer ustedes. Puta, yo terminé de leer su correo y me puse a aplaudir. Me paré de mi silla y me paseé por todo mi depa levantando los brazos y diciendo: bieeeen, csmre, bien, carajo. La vaina es que de todas formas los ruidos eróticos cesaron, y de paso las recomendaciones cinematográficas. Tal vez a ella sí le dio un poco de pudor aquel infame correo. Imagino que ahora ya solo cogen en su cama y con las cortinas cerradas, como cualquier par de aburridos limeños. A veces por las mañanas mientras me rasuro o me echo una cagadita, me asomo al tragaluz y los extraño en silencio. Ellos nos recordaban a todos ese par de cosas que compartimos las personas felices: cachar y ver películas. Dos viejas costumbres que hacen que de vez en cuando se nos pare el clítoris. Y que dejemos de joder tanto a los demás.



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