miércoles, 28 de junio de 2017

B U R R O



Cuando era chibolo le tenía pánico a este juego. En mi cole lo llamábamos Burro. Tenías que pasar la pelota al primer o segundo toque, según se acordara. Si la cagabas ibas B... Si la cagabas otra vez ibas BU... y así hasta que formabas BURRO. El castigo del burro era ponerse contra el paredón mientras los demás, uno por uno, te iban reventando a taponazos. En mi cole el castigo se recibía contra la muralla verde del frontón. Aun si la pelota no te caía, el ruido que hacía el balón al estrellarse contra el cemento a pocos centímetros de tu cráneo, te disparaba los huevos hasta la garganta. Incluso veinte años después, cada que me toca atravesar el patio de un colegio y veo a unos niños jugando Burro, ruego que no se les escape la pelota y venga rodando hasta mis pies porque sé que como siempre la voy a cagar y me van a llevar al paredón.