sábado, 20 de julio de 2013

Me he comprado esta uña de Elvis para tocar la guitarra


Mi viejo en facebook y un kilo de mandarinas

El último bastión de la resistencia ha caído: MI VIEJO SE ABRIÓ UN FACEBOOK. Ver a mi viejo en FB es como ver el capítulo de los Simpsons en el que Homero se mete a la 3ra dimensión y grita: ¡TENGO MUCHAS BOLAS! Me quedo mirando su foto de perfil en la que sonríe a la sombra de unas palmeras y me lleva la cachetada. Sin huevadas. Ver a mi viejo en FB es como cuando el Chapulín Colorado se metía a un capítulo del Chavo; o como cuando los Picapiedra y los Supersónicos se encuentran. Todavía no tiene foto de cabecera pero en su info dice que vive en Puerto Talara. Me gusta que diga "Puerto Talara" en vez de solo Talara porque la palabra Puerto me permite imaginarlo cerca al mar y eso me tranquiliza. Mi papá como que rima con los pelícanos y los meros. Mi papá nos llevaba a la playa y se ponía a dormir debajo de un bote hasta que caía la tarde. En casa trabajaba mucho y dormía poco. Las pocas veces que lo vi dormir estaba debajo de un bote en la playa. Por eso me es difícil imaginarlo en facebook. Facebook se parece tan poquito a dormir debajo de un bote en la playa.

Otra de las cosas que he pensado es: "csmaire, ahora mi viejo va a leer lo que publico aquí. Va a descubrir que cuando le digo que estoy escribiendo es probable que esté trabajando en un cuento o en una de estas pendejadas en las que lo hago rimar con pelícanos y meros. Por ejemplo lo que iba a contar hoy. Tenía que llevar el poemario de mi abuela al edificio de Petroperú para el concurso. Me estoy alistando para ir cuando llegan Jon y Gonza. Cada vez se parecen más a los viejitos peleones de los Muppets. Jon y Gonza son mis amigos pero hoy solo han venido a usar mi casa como zona de trueque. Mi primo Lucho sirve el almuerzo mientras ellos intercambian ramitas y billetes. Lo que Jon ha traído tiene bonito color. Me hace pensar en iguanas piuranas. Gonza me cede un poco de su porción. Luego bajamos las escaleras. Ellos se van a trabajar y yo a dejar el poemario de mi abuela. Antes de despedirnos lanzamos un poco.

Pedaleo. Atravieso en mi bicicleta todas aquellas calles san isidrinas con nombre de flores. El tetrahidrocarbocannabinol repta por mi sistema nervioso hasta el cerebro. En Begonias le pega. Llego a Petroperú y ato mi bicicleta al edificio como si la atase a un enorme árbol. Me siento como Juanito el de las habichelas. Cruzo portería. Coloco el poemario de mi abuela junto al resto como alguna vez hice con mi cuento. Al salir descubro que mi llanta trasera se ha pinchado. Pienso: tomaré un taxi a casa. Lo pienso pero empiezo a empujar mi bicicleta por Córpac. Meto la mano al bolsillo y cuento mi dinero: 6 soles. Tal vez desde Juan de Arona me cobren 6 soles. Sigo caminando. Entonces siento el hambre. Lo siento como un dragón abriendo los ojos dentro de mi estómago. Recuerdo este capítulo de "Mil maneras de morir" en el que el guachimán de una plantación de marihuana tuvo tanta hambre que atrapó muchos grillos, se los tostó, se los comió y se murió. Pienso: "tengo tanta hambre que podría comer grillos tostados". Pero en cambio me compro un paquete de Fochis de pasas.

Cuando estoy en Juan de Arona pienso: mejor llego hasta la Arequipa y ahí tomo el taxi. Compro unas gomitas Mogul para el camino. Juan de Arona es una avenida congestionada pero con gomitas Mogul todo va de maravilla. Mientras camino, repito en voz alta algunos versos de mi abuela. "Mi casa es una choza en el corazón del mundo". Lo digo muchas veces como un mantra. "Mi casa es una choza en el corazón del mundo". Un par de cuadras más allá se me acaban las gomitas así que compro un paquete de Vizzio. Para cuando llego a la Arequipa decido buscar un taxi pero entonces me doy cuenta que ya solo me quedan 3 soles. Me he comido el resto. Mi vaca por unas habichuelas.

Un par de cuadras antes de llegar a casa veo una carretilla llena de frutas. ¿Cuánto está el kilo de mandarinas, señora? Tres soles. Perfecto. Le doy mis últimas monedas y ella me da 8 mandarinas en una bolsa verde. Cuando muerdo la primera siento como si me la hubiese exprimido directamente sobre el cerebro. Mi cerebro es una lengua, mi cráneo un paladar. Cruzo la Arequipa apurado. Siento que la gente me quiere quitar mis mandarinas. Llego a mi casa y entro a facebook. Entro al facebook de mi viejo y lo miro mientras muerdo la cuarta mandarina. Lo miro bajo las palmeras y me pregunto si alguna vez ha comido grillos tostados. Me pregunto qué irá a postear o si cuando me lea entenderá que caminar stone por Juan de Arona puede sentirse como dormir debajo de un bote en la playa. Me pregunto muchas cosas mientras lo miro. Luego despellejo la quinta mandarina y me pongo a escribir.



martes, 16 de julio de 2013

cremas

Hay días en que mi fe en la humanidad es regulada por la forma en que la gente pone cremas a su comida. Por ejemplo, tuve este amigo al que quería mucho pero que le ponía ketchup a todo. No solo a sus sánguches. El arroz verde terminaba rojo, la causa limeña parecía hecha de beterraga, el arroz chaufa era una bandera china. Incluso los platos cuya naturaleza era roja porque incluían tomate en su preparación (como los tallarines a la bolognesa), eran igualmente sometidos al régimen y terminaban luciendo como una escena de "Tu mamá se comió a mi perro". Este amigo mío es un tipo sumamente divertido así que yo me debatía entre privarme de sus chistes o exponerme a la radiación que emitía su plato. Por supuesto, siempre escogía almorzar con él. Lo que pasa es que cada crema como que va con una personalidad; y la de "los locos del ketchup" es: ser niños grandes. Son divertidos. Los de la mayonesa son puercos hedonistas. Los de la Golf: locas indecisas. A los de la Salsa Criolla y el Relish: todo les vale 4 vergas. Los de la Huancaína y la Ocopa: creen que la vida es un almuerzo perpetuo. Y los del Ají, que son mis favoritos, ya se dieron cuenta de que no pueden incendiar el mundo así que se están prendiendo fuego ellos mismos. Luego están las combinaciones. Están permitidas, pero hay que tener arte. Es como hacer malabarismo: mientras más elementos, más difícil mantener el equilibrio. El ají es como el negro en ropa. Va bien con todo. El guacamole, la huancaína y la aceituna son como los peces Betta, no toleran otro a su alrededor. Si escoges un sabor fuerte, quédate con ese. Ponle guacamole esta vez y la próxima vez que vengas puedes echarle aceituna. El mundo no se va a terminar esta noche mientras comes tu sánguche. Tranquilo. Pero sobre todo, recuerda que la peor frase que ha concebido la humanidad no es "me gustas solo como amigo" sino "DÉMELO CON TODAS LAS CREMAS". Si algún día salimos y pides un sánguche con todas las cremas, huiré. Bueno, basta, no tengo ni puta idea de lo que estoy hablando. Solo vine a joder un rato. La verdad es que empecé a escribir esto porque, ahora que me he mudado con mi primo Lucho, soy testigo de como le pone mostaza a todo. Me pasé la mañana cocinando y de pronto veo todo su plato amarillo como la cara de un Simpson. Podía haberle dado tecnopor molido y le hubiese sabido igual. Quería degollarlo. Pero no lo degollé. Me preguntó: ¿Qué es la mostaza? mientras echaba otro chorrito a su plato. Creo que una semilla, le dije. Luego me quedé con el tenedor suspendido, mirando aquella masa amarilla que él tragaba. La miraba a través de mis lentes amarillos. Tras las lunas, mis pupilas bullían como yemas de huevo sobre una sartén caliente.

domingo, 14 de julio de 2013

Vivir a tres cuadras del Superba


Acordarte de eso el viernes a las 11:30 de la noche
Cambiarte el polo
Ponerte uno de rayas negras y blancas
Parecer un presidiario solo para decir
                         ¡Escaparé de esta maldita casa!
Recordar que tu tía, la hermana de tu madre
que te leía fábulas de Esopo cuando eras niño,
vive cruzando la pista
Te apunta como un francotirador
NO SALGAS, NO VAYAS AL BAR
                                    pero no te da
Ponerte el abrigo negro y las medias de lana
creyendo que servirán de algo
como si el frío fuese apenas un cardumen de gotas
                                      que se cuela por los pies
y no esa anguila que se enrosca al corazón
cuando la gente te ve pasar      s  o  l   o       camino al bar
Pensar: voy un rato y vuelvo a dormir
Pensar: me sentaré en la barra
miraré a los borrachos
Meter un libro y una libreta a tu morral
Creyendo que leerás
Creyendo que escribirás
Llegar y recibir la mano
del mozo que te saluda
y que tú sostienes
como una carta que no esperabas
¿Te reconoce? ¿por qué te reconoce?
No hay sillas en la barra
Y sin embargo
queda una última mesa vacía
Una mesa que te espera
como esperaba por ti tu carpeta de colegio
¿hace cuánto fue eso?
¿Importa ahora que el mozo te ha reconocido?
¿Acaso en los restaurantes los meseros te dan la mano?
¿En el colegio alguien te daba la mano?
Por eso prefieres los bares
Prefieres ir y preguntar hasta que hora abren hoy
                                                                   
                                                                   Hasta las 3

Descubrir que olvidaste el morral con el libro y el cuaderno
Putear
Putear
Resignarte
Tomar una servilleta
Sacar de tu abrigo un lapicero negro marca NOVO
el único lapicero del mercado que puede escribir
                                             sobre una servilleta
                                                              sin    des   tro   zar    la
Escribir sobre la servilleta
escribir
escribir
escribir poesía después de tantos
                                         tantos años
Escribir y sentir como llega a ti sin que la llames
como una chica que te dejó y que ahora vuelve
sin decir hola
sin explicar nada
Solo entra a tu cocina
y te prepara tallarines rojos
con hongos y laureles
Llega como el invierno
llega como este tipo que ahora entra al Superba mientras tú
escribes sobre la servilleta con tu lapicero NOVO
Un tipo demasiado parecido a ti
parecido pero más viejo
con una barba salpicada de pequeñas canas
como una fogata que alguien apagó mucho tiempo atrás
Está solo
Por eso también se parece a ti
sobre todo por eso
Te ve escribiendo sobre la servilleta

                   ¿Te molesta si me siento aquí?
                               
                                          No

Pide una cerveza y un sándwich de carne apanada
él también saca una libreta de su saco (de corduroy)
se pone a escribir
“Hoy quité una coma y por la tarde la volví a poner
Fue un gran día de trabajo”
Oscar Wilde – te dice
Eso es lo primero que te dice
tú levantas tu vaso hacia el suyo
No le preguntas su nombre
No lo necesitas
Ves como pone brutales cantidades de rocoto molido sobre su sándwich
brutales cantidades
tiene los ojos llorosos aún antes
de probar el ají
Algo le sucede
pero no le preguntas
A ti también te sucede algo
Por eso estás en el bar
Tal vez él solo ha venido a comer pero
A TI te sucede algo
Pasan las horas
Siguen citando a Wilde
Pero ninguno de los dos pregunta
Nada sobre el otro
Nada
Solo beben y citan a Wilde
Chocan sus vasos
llaman al mozo
vuelven a chocar sus vasos
así toda la noche
luego se van
como dos icebergs
que se han visto pasar desde lejos
y siguen camino
en busca de sus barcos




miércoles, 10 de julio de 2013

Chíngate al pollo

Mis amigos y yo hemos inventado un juego. Se llama "Chíngate al pollo". La idea es tratar de derribar -con carritos de alta velocidad- uno de esos pequeños pollitos mecánicos que venden en el Jirón de la Unión. Jugamos cómodamente sentados sobre los sillones de Shila porque los carritos se dirigen por control remoto. Bruno nos enseñó a manejarlos. Bruno es el jefe, no solo debido a que son sus carritos sino a que el muchacho luce como una versión suburbana y sin esteroides del pelado de "Fast & Furious". El pollito es de Shila. También hay un gato y también es de Shila (si es que acaso un gato puede ser "de alguien") pero el gato no juega. El gato observa correr a los carritos desde un rincón y les lanza veloces zarpazos. Si a uno de los carros se le gasta la pila y queda varado sobre las losetas, el gato corre hacia él y se lo lleva en el hocico como haría con un ratón. Bruno corre a quitarle el carro porque la húmeda y áspera lengua del gato podría arruinar el delicado mecanismo del juguete. Shila no juega. Shila está en su laptop trabajando en un retrato de William Burroughs que acompañará el artículo que Gonza ha escrito. Cada tanto, Shila voltea y pregunta ¿Por qué se ríen tantoooo? Nosotros no contestamos. Estamos muy concentrados tratando de chingarnos al pollo. "Chíngate al pollo" no nació para ser un juego de risas pero los carritos desarrollan tan altas velocidades que darle al pequeño pollo es como tratar de acertarle a la rayuela corriendo cuesta abajo por el Salcantay. Los carros pasan junto al pollo despeinándole todas las plumas pero el pollo aguanta. Lo rodeamos como furiosos moscardones, chocamos entre nosotros, se nos pierde el carro bajo algún sillón. Pero finalmente siempre hay un timón firme y una seguridad de flecha en el arco de Légolas y todo se ha podrido para el pollo. Cuando por fin la pequeña avechucha es embestida y sale dando cuatro vueltas de campana, hay un júbilo de revolución. En ese momento, el pollo no es un pollo ni mucho menos un juguete. El pollo cae como cae la estatua de un dictador. Cae como el Muro de Berlín abatido por la alegría del pueblo. Cae como Iván Drago noqueado por Rocky. Cae como cae el otoño en las ciudades en las que otoño no solo una palabra sino una estación peligrosa para hojas y corazones. A ratos, mientras juego, vuelvo un poco a la realidad, como si fuese un vecino de Shila que se asoma por casualidad a la ventana de la sala. Entonces me veo ahí con mis 34 años tratando de derribar un pequeño pollo mecánico. No comprendo nada. Es todo tan absurdo. Pero me veo reír con ganas así que me acerco y me palmeo cariñosamente la espalda. Nos has traído a buen lugar, me digo. Tal vez no sea tan fácil ser estúpidamente feliz. Luego me voy tan tranquilo. Me dejo ahí, con mis amigos, mi gato, mis carritos y ese pollo amarillo.

domingo, 7 de julio de 2013

día 14 - Cuento de hadas favorito



Yo quería ser como Hans el erizo y tener mi gallina gigante. Quería decir ¿sabes qué viejo? ¿sabes qué vieja? Yo me arranco. Me voy montao en mi gallina chuchamare y ahora si no me alcanza ni el diablo. Pero claro ¿dónde conseguía una gallina gigante? Adiós sueño. Adiós caminos. Me olvidé del asunto. Me adapté al transporte público y la bicicleta. Recientemente sin embargo, ha vuelto a mi el sueño y el delirio por las plumas. Leí esta tira de Fontanarrosa en la que Serafín -el sobrino vegetariano de Inodoro Pereyra- llega al rancho cabalgando una gallina de dos metros y dice: “hay que ver hasta donde crecen estos bichos cuando nadie se los come”. Claro que es una tira cómica, pero igual como que ya me pareció mucha coincidencia tanta mitología alrededor de las aves de corral y me pregunté: Carajo, realmente ¿hasta dónde puede crecer una gallina si uno no se la sancocha? Es algo que da para pensar ¿no?. Y precisamente pensando fue que di con lo de las avestruces. Dije: a lo mejor las avestruces eran como las gallinas, sólo que estas aprendieron a decir patitas pa que te quiero y quien las ve ahora. A ver échate a coger un avestruz, intenta robarle su huevo. Eso ya lo vimos en Los Dioses deben estar locos. No es buen negocio.

Es chistoso como las cosas están a veces tan a la mano que hasta ya da vergüenza andar quejándose o pidiendo. Uno agarra y dice: que quiero una gallina gigante y plaf, ahí está el avestruz. Uno dice: que quiero comerme una nube: a lucachina el algodón de azúcar. Que quiero vivir calato: ahí están las playas nudistas. Que quiero que me parta un rayo y no morir: ahí está tu novia. El señor de la barba blanca ha provisto en abundancia ¿No dicen acaso que hasta hizo al gato para que los humanos pudiéramos acariciar tigres? ¿Por qué no pensar entonces que hizo al avestruz para que yo pudiese cabalgar una gallina? ¿O será que ya estoy hablando muchas huevadas?

jueves, 4 de julio de 2013