martes, 14 de noviembre de 2017

domingo, 12 de noviembre de 2017

Lovers and Fuckers




Ya, mira. Gonza me pide que le haga la taba a un tono rarazo. Es en una discoteca abandonada dice, a puertas cerradas dice, va a haber chicas dice. Ya, le digo, pero 2 condiciones: 1. vamos en las bicis y 2. me reservo el derecho de huir si me aburro. Ok. Cuando entro al lugar recuerdo la peli de Rodríguez: Del crepúsculo al amanecer. Esa es la impresión que da este sitio. Como si de pronto todos los invitados fuesen a convertirse en vampiros. Pero solo son chibolos arrechos, convencidos de que esta noche van a tirar. Así que me pego a una pared y Gonza también. Saco mi libreta, mi lápiz y me pongo a dibujar. De pronto aparece esta chica guapa, en buzo y bividí. Parece que la han sacado de su cama y de su netflix. Y nos mira. Nosotros también la miramos pero no nos atrevemos a nada. Yo voy por chela y a mi regreso Gonza dice: weón, cuando te fuiste ella miró tu cuaderno ¿Por fuera? le pregunto. No, dice, lo agarró y lo leyó, miró tus dibujitos, anda háblale, baila con ella, ctm. Sé que es un truco porque Gonza siempre intenta catalizar mi vida sexual con desconocidas. Así que no le hago caso. Pero entonces ella es la que se atreve. Se nos acerca y dice: ¿Hay alguna razón por la que se visten igualitos? Solo en ese momento reparo en que Gonza y yo parecemos gemelos de tv. Los dos tienen allstar dice, los dos llevan jeans, los dos camisas de franela a cuadros y rulos y polo negro. Csm. Nos destroza en wan. De pronto nos sentimos como Mario y Luigi Bros. Pero yo soy Mario, aclara Gonza. Pendejo. She’s looking at you? I don’t think so. She’s looking at me. Me llamo Leonora dice la chica de buzo y bividí y nos extiende su mano. Se la estrechamos. ¿Como la del poema de Poe? Sí, pero nunca me han dicho Leonora. Toda la vida me han llamado Lola. “Toda la vida la han llamado LOLA”. Veo cómo la cara de Gonza se ilumina. Entra en shock. ¿Saben por qué? Una extraña coincidencia. Justo antes de salir de su casa me dice: Oye, lee este cuento que estoy escribiendo. Leo una página al azar. La voz narradora es de una chibola de 15 años que se está enamorando por primera vez. Se llama Lorena pero no le dicen Lorena. Le dicen Lola. Toda la vida le han dicho LOLA. El cuento se llama “Lola, te quedaste sola”, como la canción de Miki. Y como esta chica bonita que ahora nos habla. De pronto se hace evidente que Gonza es el indicado para ella. Su personaje se ha materializado y ha venido a tirárselo. O a matarlo por hacerle creer en el amor. Así que yo desaparezco. She's perfect for you, man, there's got to be somebody for me. Deambulo por la discoteca. Todo es oscuridad y letreros de neón y también hay una gran cabeza de unicornio inflable. Llego hasta una habitación que solo tiene un viejo colchón en el piso y un letrero de neón azul que dice “Lovers and Fuckers”. Una chica entra a la habitación. Intenta tomar una foto del letrero. Deberías incluir también el colchón, le sugiero, el colchón completa el cuadro. Lovers and Fuckers. ¡Es verdad! dice, retrocede unos pasos y vuelve a disparar. En realidad, aventuro, quedaría más paja si tú estuvieras sobre el colchón recostada sobre un chico. Sí, contesta y mira a todos lados: ¿pero qué chico? Csm. Al rato vuelvo con Gonza que también se ha quedado solo. ¿Y Lola? le pregunto. No importa, me dice, lo que importa es que Lola existe, eso quiere decir que mi cuento va por buen camino. Antes de irnos conocemos a una última chica. Se llama Natalia, tiene 25 años y sonríe bonito. Está junto a la pareja de amigos editores que nos invitó a la fiesta. La chica de la pareja me cuenta que a su novio le gusta uno de mis poemas. Voltea y le pregunta ¿no es ese que dice algo sobre confundir Pardo con Quilca? El novio asiente. Entonces yo me acerco y empiezo a recitarles en la oreja: “Es tan divertido ser un alcohólico y caminar por Pardo como si fuese Quilca / Y pensar que Lima es una ciudad maravillosa / Aunque no tenga estrellas / Aunque no me dejen entrar al baño de McDonalds / Aunque she’s got a ticket to ride”. A Natalia le brillan los ojos y me pela los dientes. ¡Ese poema es la historia de mi vida! dice. Gonza me susurra: Ya sabes qué poema usar para conquistar chicas en los bares. Ni que yo fuera el pendejo de El lado oscuro del corazón, csm. Natalia me dice: oye, tengo una hierba morada. ¿Aquí? Sí. ¿Es buena? pregunto. Nunca he probado de la morada. Solo he escuchado leyendas urbanas. Podemos averiguarlo, responde. Pero no lo averiguamos. Solo bailamos Yo no te pido la luna, la versión de Javiera Mena. Luego Gonza y yo cogemos las bicis y nos vamos. Ya estoy lo suficientemente drogado cuando recorremos Berlín en bicicleta. Gonza maneja con una mano porque en la otra lleva un kilo de torta de chocolate que sacó de la fiesta. Estoy pensando en que lo único que quiero es llegar a casa, comer la torta y terminar de escribir esta historia que llevo toda la noche tipeando en mi celular. Pero cuando llegamos a Larco veo que Gonza ya no carga el paquete. ¿Y la torta? pregunto. Se me cayó 3 cuadras atrás, contesta. Csmmmmm. Terminamos la noche comiendo submarinos en Benavides. Después lo dejo en su casa y sigo pedaleando hasta la mía. Son casi las 4 de la madrugada cuando caigo sobre mi colchón. Trato de continuar escribiendo pero me muero de sueño y el cel se me resbala de las manos. Lo último que recuerdo antes de caer dormido es que, en algún momento de la noche, la novia del chico al que le gustaba mi poema se sentó a mi lado. ¿Te puedo hacer una pregunta? me dice. Dale. ¿Qué consejo me das para escribir? Y no me digas que escriba todos los días y que lea mucho porque eso ya me lo sé de memoria, vamos, dame algo que pueda usar. Ok, le digo, escucha, Horacio Quiroga y otros escritores aconsejan exactamente lo contrario a lo que te voy a decir, pero yo no puedo evitarlo. Suéltala. Yo siempre escribo para alguien. ¿Para quién? No sé. Pero ese alguien es tan importante para mí que logra que el resto desaparezca. ¿Por eso te has pasado la noche escribiendo en tu cel y dibujando como un loquito? Ajá. Se queda pensando. Mmmmm gracias, dice finalmente. Y se va. La veo disolverse en la noche, igual que Lola, igual que Natalia. Ellas también son como luces de neón con frases extrañas. Y yo sigo escribiendo, solo, completamente solo, pero acompañado siempre por el candente par de ojos que, desde el otro lado de la noche, leen esta historia.






viernes, 10 de noviembre de 2017

sábado, 4 de noviembre de 2017

Desafinados



El otro día fui a la casa de mi pata el Couch y de entrada nomás vi sus 2 guitarras -la acústica y la eléctrica- bien plantadas en plena sala. Le dije: oe Couch, ctm, las incautas que entran a tu jato deben alucinar que eres Jimmy Page. El Couch se cagó de risa porque ese pendejo a las justas se sabe Puerto Montt de Los Iracundos que solo pone LA menor en toda la canción xD. Ese noche también cayó mi pata Marco que es un adicto al rock clásico pero que sabe tanto de solos de guitarra como un Tiranosaurius Rex sabe pelar mandarinas. Recuerdo que cuando estábamos en la universidad Marco decía que de viejo se compraría una Gibson Les Paul y la pondría en una vitrina en su sala, solo para mirarla. Yo también tuve mi fase "guitarra eléctrica". Fue lo primero que me compré cuando dejé de ser pobre: una Fender Squier con todo y su amplificador. Pobre Fender. No debe haber cosa más triste para una guitarra eléctrica que su dueño la saque de su estuche una vez al mes para ponerse a tocar lentos de Sui Generis. Hace dos años la liberé. Se la regalé a mi ahijado el pequeño Nicolás para que algún día funde su banda a lo Sing Street. Solo me he quedado con la acústica y esta colección de uñas que tampoco uso pero que amo. La de Bowie me la trajo Karen de Europa. Una guitarra acústica es suficiente para las noches de borrachera en casa y para los días en que amanezo emo, como hoy que me la he pasado tocando I've just seen a face toda la mañana. Es mi canción favorita del disco Help! Y nada. Solo un minuto de silencio por todas esas hermosas y salvajes guitarras que cayeron en manos de ineptos musicales como el Couch, Marco y yo. Porque como dijo Tom Jobim: en el pecho de los desafinados también late un corazón.