jueves, 31 de julio de 2008

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Hoy es día de preproducción en la agencia
Para que se den una idea,
preferiría estar perdido en la selva,
con una docena de estos bichos sueltos por allí



martes, 29 de julio de 2008

Un tipo en una banca

Al borde de la playa de Copacabana, justo un poco antes de que el mosaico de piedras de la vereda cambie de diseño y uno sepa que ya entró a Ipanema, hay una banca en cuyo extremo izquierdo está sentado un tipo, no muy joven ni tampoco muy viejo, mirando a la gente pasar.

A mi me gustaba caminar por la vereda desde mi casa en Copacabana hasta Leblon de modo que de camino siempre me lo encontraba. A veces yo me quedaba mucho rato en las rocas del Arpoador mirando el mar y se me hacía de noche, pero sin importar lo tarde que volviera, aquel sujeto siempre estaba allí. Yo pensaba - Que señor tan raro este, siempre de traje, en el mismo lugar y tan pensativo. ¿Que no le dolerá el culo?

Cada vez que podía lo espiaba un poco con el rabo del ojo, pero inmediatamente apartaba la mirada debido a la extraña e incandescente forma en que su cuerpo reflejaba la luz solar. Debo haber tardado unas cinco o seis espiadas antes de darme cuenta de que si el tipo nunca se cambiaba de ropa ni se movía de aquel lugar era porque era una estatua de bronce. Cuando lo descubrí me reí un buen rato de mi mismo y terminé ahogado de risa, recostado junto a él sobre su banca. - !Que hijo de puta! - le dije apoyándome sobre su hombro. Y esa fue la primera vez que le hablé.

Desde entonces siempre volví. Fue uno de los primeros amigos que hice en Brasil. A veces tenía que esperar porque (recién entonces me di cuenta y talvez por esto siempre lo confundí con una persona real) mucha gente tenía la costumbre de tratarlo como si estuviese vivo. Lo saludaban al pasar, le sobaban la cabeza cariñosamente o se tomaban fotos con él. Resultó ser, que él era un poeta brasilero muy famoso llamado Carlos Drummond, y por eso la gente lo rodeaba y lo mimaba. De todas formas al final todos sus fans terminaban por irse y yo me sentaba un rato a su lado a contarle lo jodido que me estaba yendo en su país. Un par de visitas después me animé a llevar mi guitarra a las citas. Le tocaba canciones peruanas y canciones de todas partes del mundo y él siempre me escuchaba con aquel gesto imperturbable de todo buen oídor.

Uno de esos días en que yo estaba junto a él tocando la guitarra, una pareja de turistas se nos acercó. Yo les entendí que querían tomarse una foto con Carlos, de modo que les dije que no había problema y me paré enseguida ofreciéndome yo mismo a tomarles la foto. Ya estaba acostumbrado a la rutina. Siempre la gente quería tomarse fotos con él y nosotros interrumpíamos nuestra conversación para complacerlos. Esta vez sin embargo, la pareja no quería que yo me levantase. Querían tomar una foto mía tocando la guitarra para Carlos.

Al principio me sorprendió su idea, pero luego me emocioné bastante y accedí de inmediato. No tenía hasta ahora una foto con Carlos y aquella era nuestra oportunidad. Ellos tomaron la foto y luego les di mi dirección de correo para que me enviaran una copia.

Con el tiempo fui haciendo amigos en Río de Janeiro, conseguí un empleo, una novia y un lugar donde escribir y así, poco a poco fui dejando de visitar a mi amigo el tipo de bronce. Cuando pasaba frente a él casi siempre me encontraba acompañado de modo que apenas si levantaba la mano o le guiñaba un ojo rápidamente para evitar preguntas raras de mi acompañante.

Un año y cuatro meses después de mi llegada, dejé Río de Janeiro para volver al Perú. La noche previa a mi partida recuerdo haber escrito una enorme carta despidiéndome de todos mis amigos. Eran más de veinte. No recuerdo sin embargo, haber ido a despedirme de Carlos.

Y ahora que pienso en ello, también me doy cuenta, de que nunca recibí aquella foto que nos tomaron juntos. Talvez la pareja perdió el pequeño papelito en que anotaron mi dirección o enviaron el email demasiado tiempo después y yo lo borré por error.

Lo cierto es que ahora yo ya no uso el cabello largo como cuando me tomaron esa foto, raras veces toco mi guitarra y además, apenas tengo tiempo para hablar con la gente normal de modo que me es casi imposible imaginarme contándole de mi vida a una estatua de bronce.

Ahora que lo pienso, creo que en el fondo me alegra que esa foto nunca llegara a mi, y que de alguna forma, el pierre de esa imagen, sigue vivo en algún lugar. No importa que aquel lugar sea el album de fotos de la luna de miel de un par de europeos locos. Es mejor así. En algún país, en alguna conversación de sobremesa, yo sigo siendo un tipo loco que cantaba y le hablaba a las estatuas en Copacabana. En algún lugar un par de tipos aún creen en mí, de la misma manera en que yo creí en aquella estatua de bronce a la que, sin que me importara que el poeta que representaba llevase más de diez años muerto, le dediqué en mis solitarias noches brasileras, mis más tristes historias, mis mejores canciones y mi compañía sincera.




Carlos Drummond
1902 - 1987

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miércoles, 23 de julio de 2008

Comida china

Presiento que en el chifa de por mi casa se esconde la muerte. El lugar es un palacio, y los meseros andan demasiado contentos y serviciales para ser meseros de chifa. Además está aquella enorme anguila negra durmiendo en la pecera. Sus secos ojos color turquesa. ¿Quién podría decir si están abiertos o cerrados?.

Al volver tarde de la agencia entro al lugar. Son las doce de la noche y casi siempre soy uno de los cuatro únicos tipos sentados en un salón hecho para doscientas personas. Pido una sopa wantan de siete soles y el mesero me la trae como si hubiese ordenado el plato más caro del menú. Luego miro a mi alrededor. Entre las altas columnas distingo a una pareja que come en silencio, mas allá dos tipos conversan en chino y se rien en chino. No podría intentar ni siquiera adivinar de qué están hablando. Vuelvo a mi sopa y la bebo lentamente.

Ayer llegué un poco más tarde y preferí pedir la comida para llevar. Mientras esperaba en el sillón de cuero me puse a leer Shangai Baby de Wei Hui. Lo acabo de comprar el fin de semana. En la contratapa dice que en la China quemaron publicamente cuarenta mil copias de este libro por su naturaleza sexual y decadente. Luego las ventas en el mercado llegaron a más de dos millones de ejemplares.

En la portada del libro hay una chinita de piel dorada con unos ojos muy sensuales. La mirada de aquella china y la de la anguila dormida no se parecen en nada. La de la anguila me da miedo y la de la mujer me atrae. Sin embargo, ambas inspiran en mi un extraño estado de alerta. Mirarlas es como imagino que debe ser estar perdido en el centro de un mercado de Shangai. Los carteles no dicen nada que puedas reconocer y la gente bien podría estar ladrando o aullando y te daría lo mismo. Terrible, pienso.

El mesero viene con mi comida lista en una bolsa. Sonríe amablemente y también trae aquella rara mirada de la mujer y de la anguila. Es probablemente el único mesero de chifa de toda la ciudad que aún sonríe, pero de alguna forma eso me pone paranoico. Le agradezo con una venia y luego le doy la espalda mientras camino hacia la puerta. Entonces es que siento que la anguila me está mirando. Quisiera decir que ha despertado, pero ahora me doy cuenta de que nunca ha estado durmiendo.

Apresuro el paso mientras imagino su cuerpo flotando en la pecera como un brazo muerto y morado al fondo del mar. Mientras empujo las puertas de vidrio hacia afuera puedo sentir al mesero, la recepcionista, la pareja y los dos tipos dejando su comida y conversación de lado para observarme salir de su lugar. Un lugar al que yo he entrado por error. Por un instante muy breve el pánico me invade, pero ya el aire sucio y trivial de la avenida aviación ha logrado colarse y me ha devuelto a la calle. Pienso que he escapado por poco. No se bien de qué. Pero me alegra estar de vuelta en la avenida y ver a un perro escarbando una bolsa de basura. Inhalo profundamente el smog de todo el día y suspiro aliviado. Luego subo hasta mi departamento y pienso en todos aquellos chinos dispersos por el mundo, en sus libros y en su enormes restaurantes. Me pregunto ¿De qué rayos estarán hablando todo el tiempo? ¿Cuándo es que planean dar el gran golpe?

lunes, 14 de julio de 2008

Un hombre feo, tan feo como un muerto fresco

Bueno, yo no sé finalmente por qué se enoja si es ella quien siempre comienza estas cosas. Fue así: Vamos andando por la calle de la mano y de pronto viene y me dice Si pudieras ser un actor... ¿qué actor te gustaría ser?. Vaya pregunta tan rara pensé, e inmediatamente recordé esos malditos test de Cosmopolitan que siempre anda leyendo como si fueran el mismo Corán. Que mujer. No podía andarse quieta. Lo macabro del asunto era que yo ya tenía la respuesta. No quería admitirlo. Hubiera sido extraño hacerle ver que yo también andaba siempre pensando en cojudeces por el estilo. Puse cara de loco, seguí caminando como si no fuera conmigo. Pero ella me conoce, me tiene paciencia y volvió a insistir, sonriendo. No sé, pensé que por su cara estaba esperando que le dijera algo como Jack Nicholson o Johnny Depp. Algo que le permitiera decir que ella quería ser Julia Roberts o Meg Ryan y llenarnos de besos en la esquina. Pero no quise ponérsela fácil. Quería jalarle la cola al gato. Entonces vengo y se la suelto. Le dije que definitivamente si tuviera que ser algún actor, tendría que ser Steve Buscemi. ¿Quién es Steve Buscemi? - preguntó. Pueden creerlo? eso fue lo que dijo. ¿QUIEN RAYOS ES STEVE BUSCEMI? - El tipo de Con Air! grité. El mutilador de Ohio!. Ya sabes, aquel al que lo tienen encerrado como a Hannibal Lecter. No lo reconocía. Había visto Con Air unas ochentas veces pero no tenía ni puta idea de quien hablaba. Entonces me puse a cantarle la canción: He's got the whooole worlddd in hiss handdd! He's gott the whoole wide worldddd in his handdd! - EL DE LA NIÑAAA! EL QUE SE IBA A COMER A LA NIÑA - gritó!: Coño! Que no se la iba a comer! Nunca se la comió! Se hicieron amigos! Cantaron y ella le regaló su muñeca!. Ya me estaba empezando a encabronar. Encima viene y sigue - Mierda, pero ese tipo es horrrrrrrrible! Estaba completamente histérica. Y yo pensaba: Vaya, claro que es horrible. Y se lo dije - Claro que es horrible, mierda es más feo que un muerto fresco!. - Entonces ¿por qué quisieras ser como él? - preguntó. Vaya!, precisamente porque es horrible y no le queda más que ser genial, porque tiene cara de que la vida le ha dado unas buenas porradas. No seas tan border pues... dijo ¿por qué mejor no ser Nicolas Cage? Ya sabes, él también sale en Con Air pero es mucho más churro. Además a ti te encanta Leaving Las Vegas. La miré de reojo. Aquello de Leaving las Vegas había sido un golpe bajo. ¿Qué planeaba esta mujer?. Acaso iba a disfrazarme como Nicolas Cage en Con Air y a cogerme como si fuera un ex presidiario que lleva cinco años sin follar? Claro, supuse que no tenía gracia para ella revolcarse con el pobre de Buscemi. Me lo tomé como una afrenta personal. Bueno ya - cedió - ¿En qué otra película aparece aquel hombre tan feo?. Creo que en Fargo - le dije desinteresado - y también tiene un papel chiquito en Historias de Nueva York. Ah sí, y creo que también le vi en Armaggedon - completó ella. Yo no tenía ni idea. No había visto el maldito Armaggedon. Bueno, sí, creo que sí - dije. Seguimos caminando pero ahora nos habíamos soltado de las manos. Avanzábamos entre la gente como un par de desconocidos. Al rato ella volvió a tomarme la mano y le dio un beso en el dorso. Luego se recostó sobre mi hombro y cuando yo había liberado todas mis defensas soltó el nuevo zarpazo. Ok pues, ¿qué otro actor te gustaría ser, digamos, si no pudieras ser Steve Buscemi? Sentí como una descarga eléctrica en el orgullo e involuntariamente le solté la mano. Yo mismo me asusté de mi reacción. No tenía intención de pelar. Sólo quería llegar a casa, preparar algo y echarne junto a ella a ver la tele. - No quiero ser otro actor - le dije, tratando de sonar calmado. Pero de pronto había recordado a El señor Rosa y algo estaba cambiando en mi. Pensé ¿Por qué no mencioné Reservoir Dogs entre las películas en que aparece Buscemi?. Era mi favorita. Una película de unos malditos gángsters que asaltan una joyería. Para efectos del asalto, a cada gángster le habían dado un sobrenombre. Harvey Keitel era El señor Blanco, Tim Roth el Señor Naranja, Michael Madsen El señor Rubio, Tarantino era el señor Marrón y a Buscemi le había tocado ser El señor Rosa. Había protestado por supuesto. Señor Rosa suena Señor Coño! decía. Déjenme ser El señor Morado! Pero no se podía. El Señor Morado había sido parte de otro asalto. Tendría que ser El señor Rosa para evitar confusiones. Al final un tipo le había dicho que no hiciera tanto problema: ¿qué rayos importaba ser El Señor Azul, el Señor Rubio, o el Señor Marrón? Era sólo un jodido sobrenombre. A lo que Buscemi había dicho - Es fácil para ti decirlo, Tú no eres el maldito Señor Rosa!. Uno de los mejores diálogos que yo había escuchado en mi vida. Hubiese querido explicárselo todo. Talvez lo hubiese entendido y me hubiese dejado de joder. Pero no me dio por allí. Estaba igual que Buscemi. Me sentía como el maldito Sr. Rosa atravesando la ciudad con aquella niña bonita de la mano. Ya me había metido en el personaje y no podía salirme. ¿Quién carajo es esta mujer? pensaba a ratos. De pronto solo me detuve y le dije: No quiero ser El Señor Coño!!!!. Un par de viejos voltearon a mirarnos. ¿Quéeeee? - dijo ella. El señor Coño! No quiero ser el jodido Señor Coño. ¿Quién mierda es el señor Coño? - preguntó. Pero ya era demasiado tarde para explicárselo. Me puse a caminar. Ella me seguía. Yo iba hablando solo. Puedo ser el señor Marrón perfectamente, el señor Blanco, o el maldito Señor Azul pero ya nunca más el Señor Coño. Tú me has convertido en El Señor Coño con tus jodidas preguntas de Cosmo y tus viajes al supermercado. Ella no entendía nada y aún así yo seguí diciendo un montón de idioteces más y para cuando llegué a la puerta de mi casa y me di la vuelta, ella ya no estaba allí. Me senté en la escalera y la vi dando la vuelta a la esquina. Saqué una de las leches chocolatadas que habíamos comprado y me puse a pensar mientras le daba ligeros sorbos a la cajita. La colera se iba desvaneciendo lentamente. ¿Qué había sido todo aquello? ¿Qué mierda había pasado? Traté de recordar el resto de la película. ¿No era acaso El Señor Rosado el que había logrado sobrevivir hasta el final? Talvez después de todo no estaba tan mal ser el maldito Señor Rosado. ¿A quien mierda le importaba ser un gran villano con un gran nombre si al final te quedabas solo en la puerta de tu edificio bebiendo leche chocolatada? Me miré el dorso de la mano y aún sentí su beso como una pulsación. Era cierto. A ratos me preguntaba quién coño sería esa chica que me hacía preguntas de Cosmopolitan y me llevaba al supermercado, pero generalmente se estaba muy bien con ella. Me terminé la leche chocolatada y cuando calculé que ella ya había llegado a su casa la llamé desde mi celular. No contestaba. No contestó las primeras diez timbradas. Cuando por fin contestó, no dijo nada. Sólo se quedó allí muda al otro lado de la línea. Entonces no se que fue que me dio y me puse a cantar la canción de Con Air. He's got the whole worldd in his handdd, He's got the whole wide world, in his hand. Lo repetía una y otra vez He's got the whole worlddd in his handddd. Me hizo hacer el idiota un buen rato. Finalmente ella también comenzó a cantar conmigo. Todo era como la escena de Con Air con la niña y el asesino. - Eres un idiota - me dijo mientras yo seguía cantando. Colgué el teléfono y fui hasta su casa. En el camino aún seguía cantando la canción. Me dejó entrar y anduvimos viendo la tele y preparando pop corn. Era raro porque aún estábamos como enojados y no nos hablábamos mucho. Más tarde, cuando estuvimos echados en la cama con las luces apagadas me empecé a imaginar a mi mismo como Steve Buscemi. Un hombre feo, tan feo como un muerto fresco, pero encantador. Si, dije, Soy el maldito Señor Rosado. Entonces ella me tomó de la mano en la oscuridad. Temblaba un poco, como si yo realmente fuese Garland Green, el mutilador de Ohio. Entonces nos pusimos a cantar He's got the whole world in his hand y luego hicimos el amor pensando en aquella niña y el psicópata. Fue casi como estarnos estrangulando mutuamente. Supongo que suena un poco enferma la cosa. Pero fue así como sucedió. Y estuvo muy bien. Vaya, de veras estuvo muy bien.

domingo, 13 de julio de 2008

Pollo

Hoy al salir de casa vi a un niño de la calle con la nariz pegada a la ventana de una pollería. Estaba viendo la tv en la que pasaban una de las comedias antiguas de Jim Carrey. Yo iba camino al cine así que no me detuve, pero después de una cuadra me dio algo y volví. Era la cara del niño. Se te quedaba dentro y te decía cosas. Yo no sabía exactamente para qué volvía. Creo que quería invitarle a comer para que viera la tele tranquilo, pero como soy muy bestia sólo entré a la pollería y pedí un cuarto de pollo para dárselo. El tipo de los pollos tenía muchos pedidos y le estaba tomando tiempo. Yo miraba hacia la ventana. A veces me parecía distinguir aún su silueta. Cuando salí con el pollo, el niño se estaba subiendo a un bus y frotaba un peine contra una lata de leche. Me quedé allí en la puerta de la pollería mirándolo con la bolsa balanceándose entre mis dedos. El semáforo cambió a verde, el bus se fue y yo todavía seguía allí. El olor del pollo subía a mi desde la bolsa plástica. No sabía que hacer. Luego pensé que si seguía el bus el niño tendría que bajarse en algún lugar cercano. No creí que hubieran muchas posibilidades pero igual me eché a andar. Alzaba la cabeza hacia el otro lado de la avenida para ver si venía en un bus de regreso. Cuando llegué a la Angamos todavía no había ni rastro de él. Estaba pensando en que la película que quería ver estaba a punto de comenzar y seguro no me iban a dejar entrar con el pollo. Pensaba en los domingos dentro o fuera de casa y estaba a punto de enloquecer de pena cuando me lo volví a encontrar. Siempre me ha parecido una mierda aquel dicho de que la gente tiene sólo una oportunidad y allí estaba aquel niño para probar mi teoría. Estaba sentado sobre una silla alta en la barra de una sanguchería de esas donde los borrachos compran sanguches de tres soles. Los pies le colgaban y se estaba comiendo un pan con queso o algo parecido. Talvez las chicas de la sanguchería se lo habían regalado. Me acerqué hasta él y cuando me miró le hablé. Le conté toda la historia de cómo le había visto viendo la tele y le había comprado el pollo y luego él se había ido y yo había querido volverme loco hasta ahora que lo había vuelto a encontrar comiéndose un pan pero a lo mejor si ya estaba lleno podía llevar el pollo a casa para sus hermanos o comérselo en el desayuno y bla bla. La cosa es que como yo cuando me pongo nervioso hablo muy rápido debe ser que el niño a lo más me entendió: asjdJa ajAljsoa JAosoaiwoiao POLLO joasjodajs POLLO oaenenaeepir POLLO!. Cuando terminé nos quedamos allí mirándonos unos segundos. Luego me fui corriendo presa de un ataque de risa. Lo bueno es que al menos se quedó con el pollo. Yo ya no llegué a tiempo para ver la película que había escogido así que me metí al cine a ver Paris Je T'aime. A ratos las historias eran tan buenas que sentía que las estaba viendo a través de la ventana de una pollería. Entonces me daba como un frío, una sensación de nariz pegada al vidrio y un deseo intenso de que alguien viniera y me regalara un pollo.

viernes, 11 de julio de 2008

8=D

Ahora que miro la portada de este disco de Jens Lekman en la que él aparece feliz y extraviado mientras le hacen un corte de pelo, he recordado mi último y trágico viaje a la peluquería. Lo he recordado básicamente porque yo también soy de los que se abandonan a las manos ajenas y confían en su talento y buen humor. Eso es en parte porque quien me corta el pelo es casi siempre una chata ricotona a la que le gusta bailar canciones de madonna y arrimarme las tetas mientras me peluquea. Y claro, también porque con los cinco miserables soles que pago, siento que no me queda más que quedarme quieto en actitud de una oveja que va a ser esquilada. Siempre es: 1 cm. 1 cm por mes. No es mucho, pero es suficiente para calmar a las autoridades. Ayer sin embargo, a la chata le pareció que 1 cm era muy poco. Talvez era porque había dejado de ir a verla un par de meses y me extrañaba o porque no estaban pasando madonna por la radio sino la chica tartamuda, de instrucción cívica. Asíiiii de poquito? preguntó mientras estiraba hacia arriba un poco de mi cabello entre su índice y medio. Parecía que le hubieran pedido rebanar un pepinillo en quinientas rodajas. Bueno, que sean 2 cm, le dije, pensando que al fin y al cabo 1 o 2 daba lo mismo ya que andaba tan pelucón. Craso error. Con 1 cm yo seguía siendo Pierre, o como suele llamarme mi jefa: cabeza de carnero, huaypedechifa, vilches o "la versión afro de shirley temple". Con 2 cm menos ya no soy Pierre. Soy John Bonachon. Soy el chico que aparece en mi DNI y al que cada vez reconozco menos. No es que la situación me tenga muy loco, pero definitivamente reafirma mi convicción de que el azar no tiene nada de azaroso y si mucho de hijodeputa. A lo que me refiero es a que justo este fin de semana que ando en estas condiciones, tengo que verme con dos chicas que alguna vez estuvieron conmigo. Ya puedo ver sus caras al verme con menudo corte. En mi paranoia, incluso oigo sus pensamientos: - Que mal le está yendo a este muchacho -. - Nunca se recuperó de haberme perdido -.


miércoles, 9 de julio de 2008

Alone Again (Naturally)

Hoy frente a la puerta de mi edificio, ya montado en la bici y dispuesto a emprender el camino al estudio, escogí de entre las doce mil canciones de mi ipod, nada menos que Alone Again (Naturally) de Gilbert O' Sullivan. La puta que lo parió. No es precisamente algo con lo que Paulo Coelho recomendaría comenzar el día verdad?. Cualquier DJ que se respete, sabe que una canción que habla del suicidio, la familia, el abandono y la resignación a la soledad, debería trasmitirse exclusivamente en horario nocturno cuando ya la gente está masomenos adaptada a la idea de que ya que estamos metidos en la mierda lo mejor es revolcarse en ella y disfrutarlo como marranos.

Ya hace un tiempo, y consciente de mi personalidad autodestructiva, había yo creado una lista de reproducción en mi ipod a la que llamé good day sunshine, como la canción #8 del disco revolver de los beatles. Aquel grupo de canciones es una especie de inyección de adrenalina para comenzar el día como si llevaras un puñado de frijoles saltarines atorados en el culo. Ahí pueden encontrar temas de chuck berry, bobby mcferrin, sam cooke, jackie wilson y chubby checker (¿por qué será que los negros están tan contentos? xD). También he puesto canciones de los beach boys en su etapa surfer, men at work, pretenders y los monkees con I´m a beliver.

Esta lista sin embargo, gozó de un éxito furtivo y luego fue condenada al olvido para dar paso a todas esas canciones por las que ya me conocen en la agencia como DJ Felicidad (sarcásticamente, por supuesto).

A lo que iba, es a que ya habiendo avanzado un par de cuadras con Alone Again y justo cuando está en la parte que el tipo dice que va a ir a tirarse de la torre más cercana, me dije: ¿pero qué carajo me pasa? Son las nueve de la mañana, voy atrevesando este parque tan chévere, ha asomado un poco el gringo, en el estudio me esperan con sanguchitos y jugo de naranja y gracias a que el trabajo del fotógrafo y el director de arte externo es espectacular, mi función en la semana de fotos se reduce básicamente a echarme en un sillón del estudio a leer todo el día y decir OK cada vez que la foto está lista. Vaya vida para estar triste.

Mi primera teoría fue que yo, inconscientemente, oigo canciones depres para crear un estado melancólico en el cual (y por costumbre), me siento cómodo para leer, escribir o recorrer la ciudad en la bici. Al rato y con alivio me di cuenta que no era así. No soy un adicto al masoquismo y de hecho las canciones como Alone Again fuera de ponerme triste, me ponen de muy buen ánimo con el mundo.

¿Por qué?

Porque la tristeza es un elemento volátil y con el tiempo termina desapareciendo de las canciones que fueron compuestas por gente destrozada.

La letra de Alone Again, podrá ser una verdadera autopuñalada y Gilbert O’Sullivan probablemente se sentía como el culo al componerla, pero el día que tomó una hoja de papel, su piano y convirtió aquel dolor en una canción, esta se volatilizó.

Lo que queda en la canción, y que es finalmente lo que llega hasta nosotros, son los rezagos de aquel enfrentamiento con el dolor, no el dolor. A veces la tristeza es quien lleva las de ganar y tenemos verdaderas canciones para llorar como Al alba, La despedida, The long and winding road, exit music for a film o Los ojos de la tarde. Pero aún en estos casos, aquel intento de sublevarse a ella es siempre algo estimulante. Cada guitarrazo, cada solo de piano, cada grito desgarrador es un: Ok, me están matando, pero voy a irme disparando todas mis balas. Esa, a mi parecer, siempre será una buena razón para seguir pedaleando.

martes, 8 de julio de 2008

lovestory # 12

Ahora que estoy leyendo el diario de Patty Diphusa (una actriz porno muy loca, enamoradiza y en extremo CALIENTE) a la par de las memorias de Julio Ramón Ribeyro (La tentación del fracaso), he llegado a la feliz conclusión que ambos libros hubieran dejado de existir si Patty y Julio se hubiesen conocido. Patty anidaba en cada cavidad de su cuerpo la carga de adrenalina que Julio necesitaba, y Julio a su vez, era aquel chico bueno en el que Patty pensaba cuando no podía sacarse las jodidas botas. Es una lástima que Julio anduviese fumándose un cigarrillo en París, mientras las largas piernas de Patty atrevesaban la noche de Madrid. Imagino que de haber alguno de ellos tomado un tren a la otra ciudad y coincidido en el mismo bar, librería o mercado que el otro, todo hubiese terminado (quien sabe si a lo mejor hasta comenzado), en las pulgosas sábanas de un hotel. Una gran pérdida para la literatura claro, pero al fin y al cabo, ¿a quién rayos le importa la literatura?. Aún los puedo ver echándose un ojo sobre mi mesa de noche. Julio vestido de gris asomado a su balcón parisino y Patty en su bikini rojo, flotando asustada sobre un lluvia de sandwiches de hot dog.


xD reginaa tus libros están copulando!

lunes, 7 de julio de 2008

cosas que te pasan si estás vivo

parece ser que después de poner fin a las 392 páginas de Cujo, beber una alta dosis de zumo de naranja y ver un par de capítulos de los años maravillosos antes de acabar el domingo, mi ánimo ha vuelto a su natural estado de tira cómica. la portada del libro que voy a comenzar mañana tiene una linda peliroja en bikini con un hotdog entre las tetas. por lo pronto, el sentimiento de vacío ha huído como una rata de cola roja.


domingo, 6 de julio de 2008

una noche en una calle con nombre de pájaros

vengo de la casa de una amiga del colegio a la que no veía hace 12 años. 12 años no es poquito tiempo. hay gente que tiene 12 años y ya sabe besar o pegar duro. yo no. yo aprendí a besar a los 19 y nunca a pegar duro. estaba viendo una película con mi hermana, echado en el mueble con una manta encima y dispuesto a acabar el sábado hecho una viejecita. podría bien haber pasado el resto de mi vida sin ver a esa chica. al fin y al cabo 12 años son tantos que ya vienen siendo lo mismo que cien, pero un amigo en común me llamó. había ido hasta su casa porque ella celebraba su cumpleaños. me llamó y le pasó el teléfono. tenía la misma voz que hacía 12 años. -ven - me dijo. su calle tenía nombre de pájaros. al rato me cambié y tomé un taxi. yo no veo ya a mis amigos de colegio porque cuando llevo mis discos de los rodríguez ellos me preguntan qué rayos es eso y luego quieren oír canciones de tongo. en su casa en cambio estaban oyendo cindy lauper y vainas parecidas. en la mesa de centro habían platos con queso en cuadraditos y potes con aceitunas. en el pote negro estaban las aceitunas rellenas de castañas y en el rojo las que tenían rocoto. había una mesa donde ponían los tragos que la gente llevaba y en fin, estaban todas las cosas de rigor que hay en esas típicas reuniones que hace la gente cuando llega a los treinta y en las que ya nadie le echa licor demás a la jarra ni vomitan en las macetas de tu vieja. lo único raro de todo era que en una esquina de la sala había una escultura que ella había hecho. era una escultura como de piedra con la forma de una mujer (desde las rodillas hasta el cuello). supongo que podría haber sido una escultura cualquiera, excepto porque en el centro del pecho tenía un agujero que la atravesaba por completo. era un agujero en la forma de una gota e imaginé que lo había hecho metiendo su mano con los dedos formando un pico. la gente se contaba historias, bebía whisky y se reían mucho. ella también estaba contenta y yo estaba contento y mi amigo también estaba contento pero la estatua seguía allí y yo sabía que esa estatua no podía haberla hecho alguien muy contento. la estatua era como un recordatorio del miedo. yo miraba a mi amiga y miraba su estatua y volvía a mirarla a ella tratando de encontrar en qué parte de ella estaba aquel agujero, pero no vi nada. su sonrisa era tan nítida como la de un niño y sus ojos brillaban como uvas negras recién lavadas. luego alguien nos tomó una foto y al verla, me vi también a mi mismo con aquella amplia y constante sonrisa por la que una de mis ex novias me llamó la Teresita Mancini de nuestra relación. es verdad que soy un tipo feliz pensé. entonces, ¿por qué ando siempre escribiendo huevadas tan tristes?. supongo que el miedo es como un perro rabioso al que preferimos ver para saber dónde está, qué tamaño tiene y desde dónde piensa atacarnos. a mi modo de ver, aquella estatua era la cadena del perro y era lo que permitía que ella recorriera el lugar como si nunca nadie le hubiese hecho daño. talvez es por eso escribo cosas tristes de vez en cuando. a mi mamá le gustan más mis cuentos de cuando yo era niño y yo creo que en algo tiene razón. son mucho más divertidos. es sólo que para sentirme bien, de vez en cuando yo también tengo que pintar al perro y verle la cara. esa es mi forma de mantenerlo lejos. antes de irme de su casa intercambiamos teléfonos. no sé si algún día la llame. talvez pasen otros 12 años antes que la vuelva a ver. pero supongo que a diferencia que el número de teléfono del resto de mis amigos del cole, este será uno de los pocos que no borraré de la lista.

sábado, 5 de julio de 2008

i know how to get it, but i dont know what i want

Hace un rato venía caminando por esa avenida que bordea el golf de San Isidro y que tiene un montón de edificios enormes. Una vez estuve en una fiesta en uno de esos edificios. No recuerdo mucho de la fiesta. Recuerdo que había un piano y yo quería tocarlo y recuerdo además que había un gato bonito al cual también quise tocar. Recuerdo eso y recuerdo que ya más tarde en la fiesta, un chico me dijo algo muy loco, y ese algo que dijo se grabó en mí y diez años después inspiró un poema biográfico de tres hojas al que llamé "Alguien que estaba muy borracho". Ahora aquel chico vive en eeuu y el amigo que dio esa fiesta terminó por mudarse de allí. De todas formas hoy mientras caminaba al pie de su edificio no pude evitar mirar hacia su ventana. Iba oyendo Anarchy in the UK de los Sex Pistols. Era la primera vez que oía aquella canción. Sid Vicious decía cosas muy locas como Soy un anticristo o Soy un anarquista, pero luego venía y decía: "No sé lo que quiero, pero sé como conseguirlo", y eso me sonó bien. Cuando llegué al grifo de Dasso descubrí que era uno de aquellos que no venden alcohol después de las 11, de modo que caminé resignado hasta la agencia. El guachi me abrió la puerta y ahora anda por allí rondando, cerrando puertas y apagando las luces del segundo piso. Es rara la agencia de noche y vacía. Tanto silencio. Al rato ha timbrado mi anexo y le he dicho que en diez minutos me largo. Tengo algo de dinero en el bolsillo, no tengo mucho sueño y sé que es viernes y todo el mundo anda por allí haciendo cosas. Presiento que yo también puedo hacer algo. Supongo que algo debería pasar, porque me siento como si tuviera las venas cargadas de nitroglicerina. Sé lo que debo hacer. Sé cómo conseguirlo. Es sólo que la verdad, no sé lo que es lo que quiero conseguir. Soy como un enorme boeing con una pista de despegue infinita y sin nadie en la torre de control. La música está bien, los libros, las chicas, los amigos, las caminatas y los poemas de tres hojas. Pero no debería haber algo más? No puedo ser el piloto del último avión del fin del mundo y haberme quedado sin lugar donde aterrizar. Presiento que sólo tomaré mi bicicleta y volveré a casa. No creo que eso tenga algo de malo. Pero vamos, esto es todo lo que hay? realmente, esto es todo lo que hay?

jueves, 3 de julio de 2008

cujo

El fin de semana me compré aquel libro de Stephen King llamado CUJO. Yo iba en busca de un libro de Stephen King cualquiera porque nunca he leído a Stephen King, pero luego ella me dijo que escogiera Cujo, ¡el libro del perro diabólico!. ¿Quién lo recomienda? - le pregunté. Ella dijo: Joey, el de friends, de modo que lo compré inmediatamente. Andaba muy estresado y tenía ganas de ser por un rato como Joey y reírme como Joey y ser tan espectacularmente idiota como Joey. Meat goooood. Jam goooood. Meat with jam. goooood.

Ayer, por tercera noche consecutiva leí el libro en mi cama hasta caer dormido. Durante las primeras cien hojas Cujo se la pasa siendo un buen chico. Un bonito San Bernardo de cien kilos que le lame la cara a los niños. Luego un murciélago rabioso lo muerde en la nariz y se pudre todo. Ayer, en la página 152, el gran Cujo le arrancó el pescuezo de un mordisco a Gary Pervier. El tipo podía ver la sangre salpicándole la cara mientras pensaba: Oh Dios! es mi sangre! es mi sangreee!!

Tuve pesadillas.

Hoy he llamado para decir que voy a llegar tarde al trabajo. Dije que iba a hacer unos trámites con mi viejo. Mi jefa lee mi blog y apenas posteé esto sabrá que no he ido a hacer ningún puto trámite. De todas formas lo posteo porque ella también sabe lo que es estar al borde y necesitar un rato para ti mismo.

Si cada cierto tiempo la gente no pudiera llamar para decir que va a llegar tarde, terminaríamos como Cujo arrancándole el cuello a la gente de un mordisco. Aunque a decir verdad, cuando mi jefa entra en shock más que a Cujo se parece a Carrie. La memorable Carrie, bañada en sangre y con los ojos llenos de fuego dispuesta a acabar con el mundo. Una de las bellas criaturas que junto a Cujo, también habita la mente del gran Stephen King.