jueves, 21 de diciembre de 2017

martes, 12 de diciembre de 2017

Sobre las piedras

No es la cantidad de pequeños cangrejos disecados lo que me maravilla cada vez que me siento a descansar sobre las piedras de La Herradura. Lo surrealista, lo que me intriga, es que estos decápodos no hayan esperado la muerte escondidos en sus oscuros agujeros. Están ahí afuera, casi vivos, como si un rayo del crepúsculo los hubiese hipnotizado. ¿A qué hora se detuvo la vida en ellos? ¿Cuándo dejaron de mover sus tenazas y sus patas? Hoy por ejemplo llegué a la playa al mediodía y ya estaban secos. Y ni siquiera había salido el sol, era una mañana fría como si el mundo entero estuviese varado en altamar, de modo que tuve que descartar al fuego como presunto asesino. Con dos dedos levanté a uno de su piedra y lo observé por todos lados. ¿Quién fue la Medusa que te petrificó? le pregunté. ¿Quién fue tu gigante sin corazón? Luego lo volví a colocar sobre el canto rodado. A veces la curiosidad me gana y aprieto los dedos hasta convertirlos en polvo de crustáceo. No queda nada bajo la cáscara anaranjada. Son como una legión de aquel Caballero Inexistente con el que soñaba Italo Calvino. ¿Cuánto de movimiento y cuánto de armadura hay en nosotros? ¿Cuál será la última piedra sobre la que pongamos las patas? ¿Nos dejará la muerte mirar el mar una última vez? Ay. Podría hablar de cangrejos todo el día. Podría hablar de piedras y de libros. No sabes qué ganas de contarte tantas historias como esta. Qué ganas de petrificarme contigo sobre las piedras.




lunes, 4 de diciembre de 2017

waysepallá


revisando cajas de papeles viejos 
encontré este cómic de los tiempos en que vivía con Pika
:)
































sábado, 2 de diciembre de 2017

Bryce Echenique Fútbol Club


Mi hermano menor, Bryan, estudia Administración y Negocios del Deporte. A mí no me gustan los negocios y nunca en mi vida he hecho deporte. La bici no es un deporte, es una extensión de mi anatomía, una cosa así muy McLuhan. Pero, bueno, hoy se aparece Bryan con este chop que dice “Bryce Echenique Fútbol Club”. ¿Y essssta waa? le pregunto emocionado. Y también pienso: oe, ptmre, si a este pendejo yo le mandaba libros y cómics y nunca los leía. ¿De dónde este súbito amor por la literatura? Me dice: Es que he fundado un equipo de fútbol y le he puesto como el escritor que te gusta. Csm. Me mató. ¡Véndemelo! le ruego. Nooo pe -me dice- es el recuerdo del primer equipo que he fundado en mi vida. ¡Entonces déjame tomarme una chela en él, le pido. Y mientras voy llenando el vaso sueño: Carajo, quién sabe si algún día este salvaje lleva el Bryce Echenique Fútbol Club a Primera División. Bryce FC contra el River, Bryce clavándole 2 pepas al Arsenal. Csm. Se me asoman las lágrimas como marmotas que averiguan si ya empezó la primavera. Evidentemente es un sueño imposible. Un equipo llamado Bryce Echenique perdería todos sus partidos y por goleada. Como escribió Alfredo: “Mi corazón, ese memorioso, se convirtió desde entonces en perdedor nato”. Pero aunque los reventaran a golazos cada vez que salieran a la cancha ¿quién podría tener tan duro el corazón para no ser hincha del Bryce Echenique Fútbol Club? ¿Cómo no gritar por un equipo que cuenta entre sus filas a Julius, el niño soñador, a Manongo Sterne, a Tyrone Power, y al exagerado de Martín Romaña que se tiraría a llorar al grass cada que lo rozaran y nos regalaría cien penales en el minuto 90. Cómo no alentar a un equipo que le dedicaría sus escasísimos goles a los bracitos de Tere Mancini, a la mirada de Inés (cuando no me estaba mirando a mí), a Octavia y a Susan darling. ¿Cómo no enamorarse de las causas perdidas? ¿Cómo no agarrar a tabazos el corazón como si fuera un balón de 32 paños? Aunque nunca nunca nunca se metiera al arco e insistiera siempre siempre siempre en irse hasta las nubes.