miércoles, 19 de julio de 2017

lunes, 17 de julio de 2017

viernes, 14 de julio de 2017

Cuán profundo es el océano

Existe una vieja canción de amor llamada How deep is the ocean? Fue escrita en 1932 y si la buscas en youtube podrás escuchar versiones de terroristas musicales como Miles Davis, Frank Sinatra, Ella Fitzgerald, Etta James y Chet Baker. También hay una canción de los Bee Gees que es más conocida y que tal vez hayas cantado borracho en un karaoke o aullando como perro en tu cama y que se titula: How deep is your love. Incluso Hector Lavoe se preguntaba en una salsa: ¿De qué tamaño es tu amor? Ahora, si no tienes ganas de hablar de la profundidad de ciertas pendejadas como el amor y de verdad quieres saber qué tan hondo es el océano, también te lo puedo contar. Imagínate que tomas dos de los edificios más altos de Lima -digamos el Centro Cívico y el Westin- los pones uno encima de otro y te paras en el techo. Si te lanzaras desde allí, cuando te estrellaras contra el piso habrías recorrido la misma distancia que Herbert Nitsch cuando batió el record de sumergirse en el mar solo con el aire que le cabía en los pulmones. 218 metros. Pero esa, por supuesto, no es la profundidad máxima del océano. 300 metros más abajo aún podrías ver nadar a las ballenas azules. Y digo VER porque poco después ya no se ve nada. A mil metros de profundidad se apagan las luces. El sol, como un surfista lento, no logra atravesar la marea. A 3 mil metros te verás rodeado de calamares gigantes. No calamares como Calamardo porque Fondo de Bikini está mucho más arriba y porque además es un dibujo animado. Hablo de calamares reales de 14 metros capaces de atrapar ballenas como una tarántula atrapa un ratón. Intenta no soñar con eso. Poco más abajo -a 3821 metros- están los restos del Titanic. Y después, a 4000 metros de profundidad, comienza la Zona Abisal. Ahí los peces son más feos que el diablo y tienen colmillos y hasta su propia linterna para cazar. A 6000 metros está la Zona Hadal que debe su nombre al dios griego de la muerte. Si estuvieras dentro de aquel agujero, que es como una endodoncia en el fondo marino, sentirías la presión de 50 aviones sobre los hombros. Pero todavía falta. El punto más profundo registrado está mucho más abajo, en la Fosa de las Marianas, a 10994 metros de profundidad. Si no puedes imaginarlo, piensa que 10 mil metros es la altura a la que un avión comercial vuela. Ahora reemplaza las nubes por sombras y tinieblas. En 1960 el oceanógrafo Jacques Piccard y el teniente Don Walsh llegaron hasta los 10916 metros con su batiscafo Trieste. Tardaron 5 horas en bajar y se quedaron 20 minutos en aquella oscuridad. Después salieron picando culo y volvieron a la superficie en 3 horas. Hasta ahí hemos llegado. La profundidad es una cosa verdaderamente aterradora. Me resulta difícil creer que la gente pueda amar tanto. Cuando los Bee Gees preguntaban How deep is your love? dudo que alucinaran los 10 mil metros. Yo al menos me conformaría con tu metro sesenta y tengo una amiga que dice que con 15 centímetros la hace linda. Martín Adán escribió: “Si quieres saber de mi vida, vete a mirar al mar”. Aunque supongo que él se refería más bien al ir y venir de las olas en las playas de Barranco. También recuerdo una canción de Silvio Rodríguez que me gustaba cuando era joven y en la que él dice: “Quién fuera el batiscafo de tu abismo” Vaya deseo. En aquel entonces me parecía un verso precioso. Ahora creo que la oscuridad de nuestras fosas, con sus calamares gigantes, sus Titanics sumergidos y sus peces abisales, es algo que solo nosotros mismos podemos explorar. Leía hace unos días la última novela de Ray Loriga en la que el personaje le habla a otro tipo de Julio Verne y le dice: “¿Sabe qué hay exactamente a veinte mil leguas debajo de la superficie del mar, en realidad? Nada. A esa profundidad no hay absolutamente nada, todo lo que había debajo del mar en ese libro lo puso Julio Verne. Hasta el último pez.” A veces tengo la impresión de que el amor es eso: un encantador océano que nosotros mismos inventamos con todos sus peces. ¿Y por qué haríamos algo así? Pues porque como dijo Martín Adán en ese mismo poema: La Soledad es una roca dura. También porque Ella Fitzgerald y Etta James pueden convencerte de cualquier cosa cuando cantan. Y porque en el fondo todos necesitamos que nuestro Nautilus se ponga a navegar.