miércoles, 28 de mayo de 2008

Marc, la sucia rata

Hace un tiempo, bajándome unos pdfs de libros de Bukowski en este blog, encontré una novela corta de un tal José Sbarra llamada "Marc, la sucia rata". Nunca había escuchado de tal autor ni mucho menos del libro, pero como tengo un amigo que firma en su blog como Marc y que es además entre otras cosas, una sucia rata, pues me lo bajé para ver qué coño pasaba.

Debo decir que me he llevado la grata sorpresa de descubrir que este tal Marc del libro es, al igual que mi amigo, un maldito drogo lúcido, mordaz y desamparado. Para colmo de coincidencias el tipo es también un escritor, cuya novela -titulada "Los pro y los contra de hacer dedo"- podría bien ser algo que escribiría mi amigo Marc, considerando la recurrente presencia del sexo en la prosa.

Ayer por la noche, después de un recital en Barranco con la gente de Heridita me encontré a Marc. Estaba de mesero en el bar de su familia. Andaba de saco como suele estar siempre pero ahora llevaba un libretita cuadriculada donde tomaba los pedidos. Era chistoso. Nunca lo había visto en esa faceta. Como no habían mesas, nos ofreció la barra, pero finalmente el grupo decidió que iríamos a otro lugar.

Antes de salir del bar le eché una mirada de reojo a Marc. ¿No serás tú el tal José Sbarra, no maldito cabrón? - pensé - ¿No serás tú la sucia rata, verdad?. Luego lo vi sacar su libreta nuevamente y ponerse el lapicero en la boca mientras pensaba en algo. No parecía mucho una sucia rata. Parecía mas bien un personaje de Charlie Brown. Luego recordé que con las sucias ratas uno nunca sabe, pero bueno, me dije a mi mismo que era mejor no atormentarse la cabeza con esas cosas. Me di la vuelta. Había una bodega al lado donde compramos tres vinos de caja. Acabamos bebiéndonoslos en otro lugar mucho más feo que sí tenía mesas disponibles. Busqué algunas ratas en las esquinas pero no apareció ninguna. Algunos minutos después unos tipos se agarraron a botellazos en la puerta del local, pero sólo eso. No hubo mucho de poético en aquello, así que bueno, ya saben, nos terminamos los vinos, y cada uno se fue a su casa.

martes, 27 de mayo de 2008

Queremos tanto a Uma



En el año de 1994, una masa de millones y millones de jóvenes confundidos y perturbados a quienes luego el mundo conocería como “la generación X”, descubrimos por fin, vaya mierda, lo que era enamorarse de una mujer que jamás veríamos fuera de la pantalla del cine.

Nunca hasta entonces, seamos honestos, habíamos comprendido porqué coño existían canciones como Bette Davis Eyes o libros como La traición de Rita Hayworth. Por supuesto que habíamos oído hablar a nuestros viejos de Sofía Loren, Raquel Welch o Ingrid Bergman, pero pensábamos que aquellos eran delirios de viejo y que enamorarse de una actriz (que además se parecía a nuestras madres), eran huachafadas de sus épocas. Epocas en las que la gente se paraba y aplaudía cuando mataban al malo o se enojaban porque el cretino revivía en otra película con una personalidad diferente.

Pero claro, ¿cómo no iban a enamorarse de las actrices?, si por aquel entonces ir al cine era una ceremonia maravillosa en la que mi viejo tenía que llevarle manzanas chilenas al boletero del cine provincial para que lo dejara entrar a ver películas eróticas. Y digo eróticas, cuando lo erótico significaba ver una rodilla, un hombro, o un poco de muslo pelado por algunos escasos segundos y contentarse con eso, llevarlo morbosamente en la memoria por semanas enteras y compartirlo en el colegio con los que no habían podido ir, como si se tratara de la privilegiada visión de una aurora boreal en el jardín de casa.

¿Cuánto hace ya de eso? Veinte, treinta, talvez hasta cuarenta o cincuenta años. Ahora la gente va al cine semanalmente y escoge las películas por el horario en que las pasan, el popcorn cuesta más que la entrada y ya no viene en pequeños conitos de papel sino en groseros baldes de cartón a los que sólo les falta la liga para que la gente se los ate al cogote y rumie el maíz como caballos.

Ahora, ponerse a escoger una película mientras sostienes tus quince soles en la mano sudorosa, es un deporte de aventura, casi una odisea espacial en la que hay que sortear una lluvia de meteoritos de pura mierda para dar con algo bueno. Estos, son los tiempos tan poco románticos en los que nos han tocando vivir.

Pero supongo que así como la gente se sigue tomando de la mano pese a que las bombas destruyen ciudades enteras del medio oriente y los agujeros en la capa de ozono amenazan con extinguir nuestra raza; asímismo, aún nos tocará también a nosotros -la generación X y las venideras-, salir del cine enamorados con las zuelas de los zapatos llenas de popcorn, aunque para ello tengamos que esperar a que directores completamente locos como Tarantino nos pongan delante a una mujer, que envuelta en un saco marrón le da play a un viejo tocacintas y se pone a bailar con los ojos cerrados una canción de Neil Diamond, mientras en el baño de su casa un confundido John Travolta se mira al espejo y trata de convencerse de que tirársela no es lo que más desea en el mundo.

Talvez ahora ir al cine ya no sea lo mismo que antes y a mi me siga dando envidia cada vez que mi viejo me cuente esa historia suya de cuando iba con su pandilla de desadaptados al cine, llevando gatos encaletados en sus mochilas a las películas de terror y lanzándolos desde el mezzanine a la platea en el momento de más suspenso, para luego desternillarse de risa viendo como la gente salía despavorida de la sala entre arañazos, maullidos y algún que otro paro cardíaco.

Pero sin duda, nunca le envidiaremos, sus malditas Raquel Welch ni sus caprichosas Vivian Leighs. Nosotros tenemos a Uma. Hemos bailado con ella canciones de Chuck Berry en el Jack Rabbit Slim’s, la hemos recogido del suelo de su casa cuando sufrió la sobredosis de heroína y le hemos clavado una aguja con adrenalina en el corazón para revivirla. Parados en la entrada de su casa hemos oído su estúpido chiste de la familia tomate una y otra vez, y así como nuestros viejos soñaron tocar el piano como Humprey Boggart en Casablanca, nosotros hemos deseado ser Vincent Vega metido en aquel baño, cada puto día de nuestras vidas.

Probablemente llegue el día en que yo también aburra a mi hijo hablándole de Uma y él termine pensando que soy un viejo loco y nostálgico. Pero hasta que ese día llegue, la Mia Wallace de Pulp Fiction, será una razón más para que la generación X pueda gritarle al mundo, que no somos la generación sin ideales y sin héroes. Es sólo que talvez ya no nos vuelven locos los ideales ni las chicas de antes. Talvez preferimos a las que bailan con los ojos cerrados y caen fulminadas porque no saben como drogarse, las que bailan twist cuando el twist ya no está de moda o que lucen como femmes fatales pero que luego van y ordenan malteadas de cinco dólares que no tienen alcohol y nos dan a probarla de su misma cañita.

Uma Thurman, encarnando a Mia Wallace en Pulp Fiction, a Beatrix Kiddo en Kill Bill o a la esposa de Henry Miller en Henry y June, salvó a nuestra generación del anonimato y eso es suficiente para que me haya pasado la tarde escribiendo sobre ella. Si luego la muy salvaje decidió filmar cosas tan horribles como Los productores o Mi Super ex-novia, es algo que nos tiene sin cuidado y que en todo caso resolveremos incinerando todas las copias y originales que encontremos de aquellas catástrofes. Si de todas formas Uma decidiera persisitir con aquello, talvez nos juntemos un grupo de sus fanáticos y planeemos su muerte. Ya saben, es algo que se le ocurrió a Cortázar en aquel cuento suyo “Queremos tanto a Glenda” en el que un grupo de fanáticos decide matar a su actriz favorita por andar aceptando papeles mediocres. Supongo que las costumbres no cambian mucho. Yo no sé quién rayos sería aquella actriz Glenda de la que hablaba Cortázar. Pero en todo caso nosotros, a falta de Glenda, tenemos a Uma. Y la queremos tanto, que podríamos matarla.

viernes, 23 de mayo de 2008

lápiz mongol n2


hace tiempo que quiero mandar a hacerme este polo


lo diseñé hace ya varios meses y dije:
csmare! esto es lo mejor que se me ha ocurrido en años!

estaba emocionado porque ya saben lo rico que huelen los lápices
y todo lo que simbolizan, los dibujos, la niñez, escribir, que rayos!

sin embargo, siempre algo me ha detenido de ir a imprimirlo
y ahora, parado frente al espejo, mirándome un buen rato
he descubierto qué era lo que me detenía

y es que, con la apariencia actual que tengo
(medio subido de peso por el invierno
y con la cabeza toda desordenada que ni el ala de king kong)
presiento que al ponérmelo me vería
como uno de esos lápices de los niños hiperactivos:

la cabeza toda mordida
el anillo metálico raspado
algún nombre garabateado entre las costillas
y el corazón de carbón barely agotado

talvez aún así sea una buena idea
ya saben, ir caminando por miraflores
sintiendo en que mientras avanzo
voy dejando mi huella gris sobre la vereda

quien sabe
a lo mejor hasta alguien se anime a seguirme el rastro

con suerte me gane el derecho
de meterme en sus cartucheras


=D

miércoles, 21 de mayo de 2008

classic music

Mi wallpaper de hoy es un retrato de Beethoven pintado por Andy Warhol. Lo tengo en opción mosaico, de modo que se pueden ver a seis pequeños beethovens con la cara azul y el cabello amarillo y alborotado como un gran molino en llamas. Tiene una pluma en la mano derecha y con la izquierda sostiene un cuaderno pentagramado. Por la dura expresión que trae el cretino, parece que estuviese a punto de escribir el intro de su 5ta sinfonía. Hoy me metí a youtube a escuchar su 5ta sinfonía. No recordaba si era esa que comenzaba con el tatatatannn así que entré para cerciorarme. También entré para ver si Beethoven era con dos E o con una E y resultó que es con dos E. Como BEE de abeja.

El fin de semana estuve en Cusco. Lo primero que hice al llegar fue comprar un cuaderno. No es un cuaderno cualquiera sino uno de esos bonitos que venden allá con la tapa de cuero grabada de motivos incaicos y muchas hojas blancas. Llevaba a todos lados aquel cuaderno y lo abría esporádicamente para anotar alguna que otra cosa. A algunos de mis amigos no les gustaba que yo anduviera anotando cosas. Se ponían nerviosos y decían en voz alta lo que creían que yo escribía. Ahora que he vuelto, el cuaderno está lleno hasta la mitad y tengo un montón de cosas que contar. El hecho es que el último día paseando por la plaza mientras oía el Rubber Soul decidí que lo iba a convertir en un cuento, así que no se verá nada de lo que pasó en Cusco por aquí.

Supongo que por eso he contado lo de Beethoven, para distraer. Beethoven no es ni siquiera uno de mis músicos clásicos favoritos. A lo que me refiero es a que ni siquiera tengo músicos clásicos favoritos. He oído tan poca música clásica que apenas tengo canciones clásicas favoritas. Y Beethoven para mí es muy loco, muy genial, mucha furia. Creo que soy un chico más tipo Chopin en Nocturno Op. 9 n2.

Pero bueno, como saben, el maldito de Andy Warhol no pintó a Chopin. Parece que prefirió pintar a Beethoven. Así que bueno, allí está el cretino en mi wallpaper. Seis jodidos Beethovens azules y amarillos mirándome amenazantes. Apuntándome con su pluma, atormentándome con su tatatatannnn, y preguntándome cada vez que prendo la pc ¿cuándo coño voy es que voy a escribir ese puto cuento cusqueño?




domingo, 11 de mayo de 2008

Marranadas - Marie Darrieussecq

He pasado la tarde del domingo leyendo un libro que me prestó Regina y que va de una tipa que sufre una metamorfosis y termina convertida en una enorme cerda. Al principio esta chica es una tía muy mona con buenas tetas, buen poto y un bonito tono colorado de piel; pero luego empiezan a salirle más pezones, un rabo de tirabuzón y finalmente tiene que echarse a caminar en cuatro patas y empujar las cosas con el hocico. Lo más loco es que ya más adelante conoce a un tipo que sufre de un transtorno parecido (él se convierte en lobo) y se van a vivir juntos a un departamento de París. Cuando sale la luna llena, ella tiene que esconderse en una habitación para que su novio el lobo no se la coma. Finalmente se le ocurre que es mejor llamar al delivery de pizza de tal modo que "Yo me comía la pizza e Yvan al repartidor". Lo de la pizza me ha hecho recordar un poco a cuando Renzo me dijo "Pierre, algún día entenderás que la felicidad es estar en casa con tu novia y una pizza". Talvez eso sea cierto porque en el libro, la chica cerdo dice que la época en que vive con su novio el lobo es la más feliz que recuerda. Antes yo solía aullar como lobo, también me gusta la pizza, pero nunca he tenido una novia enorme como una cerda. De todas formas aquello que decía Renzo a mi eso siempre me sonó muy bien.

música para camaleones

Lo que más recuerdo de ayer, es estar mirando la cara de Miguel Abuelo proyectada sobre la pantalla gigante del Yacana mientras bailaba con Sandra. Miguel estaba cantando Lunes por la madrugada y parecía llevar algo de maquillaje: un poco de sombra azul en los ojos, rubor y los labios pintados de carmín. A mi siempre me ha parecido que Miguel se parece un poco a Maradona. Digamos, una versión gay de Maradona. Talvez sea verdad eso de que Miguel estaba un poco enamorado de Calamaro en la época en la que cantaban juntos en Los Abuelos de la Nada o talvez no. Lo que si es cierto es que en el '88 Miguel Abuelo se murió de sida. Muchos años después Calamaro le escribió una canción que sale en el Honestidad Brutal y en ese mismo disco también pueden encontrar la canción que Calamaro le hace a Maradona.

Al volver a casa del Yacana, me puse a preparar la clase que iba a dar hoy en el taller de Kara. Como estaba bastante borracho y un poco cansado terminé escribiendo un montón de cosas incoherentes. Al despertar metí unos cuantos libros a mi mochila y el camaleón de jebe que Karen me regaló en mi cumpleaños. Ya en el salón, coloqué el camaleón sobre la pila de libros y no dije nada de él durante toda la clase. Kara dice que la gente lo miraba, probablemente preguntándose qué coño hacía allí esa cosa verde apuntándoles, con su par de cuernos amarillos, directamente a la cara. Leímos algunos cuentos como Ojos de perro azul, Carta a una señorita en París, Gordo, El dinosaurio, No hay camino al paraíso y Una luz en la ventana de Truman Capote.

Cuando terminó la clase, Kara y yo nos fuimos caminando a polvos azules y yo compré Un perro andaluz, que es una película surrealista dirigida por Luis Buñuel y Salvador Dalí que no veo desde que me la pusieron en la universidad hace como diez años.

Al volver a casa caí dormido toda la tarde y ahora me he pasado la noche viendo toda la primera temporada de una serie de videos llamada Quevidamástriste que me pasó Gonzalo y que trata de un español muy cretino y chistoso que le habla un montón de sandeces a la cámara sentado sobre su cama. Toda la temporada tiene 54 capítulos de 1, 2 ó 3 minutos cada uno. Algunos eran buenos y otros no tan buenos pero me los he visto todos. No he podido evitarlo.

Una de las cosas que hoy dije en clase, fue que lo más paja de la literatura es como consigue acercarse tan intensamente a la verdad, mintiendo. Como cuando Cortázar en el capítulo 7 de Rayuela dice eso de "nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces" y aunque todos saben que nadie tiene la boca llena de flores o peces, nos salta algo dentro al leer eso porque es exactamente lo que uno siente cuando besa a quien ama.

Al final de pronto he recordado que aquel cuento Una luz en la ventana que leímos hoy en clase, aparece de hecho en un libro de Truman Capote llamado Música para Camaleones.

Talvez sea sólo una coincidencia, pero me ha dado que pensar.

Puede que aquella película Un perro andaluz sea sólo un grupo de pastruladas ininteligibles puestas una detrás de otra, pero a lo mejor no es sólo eso. Si no ¿por qué cada vez que me pongo a escribir de algo encuentro tantas conexiones en mi cabeza? ¿por qué rayos Abuelo, Calamaro y Maradona son tan parecidos y estaban todos enamorados los unos de los otros? ¿por qué a Buñuel lo parieron el mismo día de febrero que a mi? ¿por qué rayos hoy terminé metiendo aquel camaelón a mi mochila junto a otro libro en el que también se habla de camaleones? ¿por qué la primera canción que H bailó en su vida fue Karma Chameleon? Mierda ¿Qué tan común es un animal como el camaleón?

Estoy pesando en que probablemente en un par de días los chicos del taller ya se hayan olvidado de todo lo que yo les dije hoy, pero con seguridad jamás se olvidarán de aquel bicho verde que no les quitó la enorme mirada de encima durante todo la mañana. Con suerte tendrán pesadillas con camaleones gigantes y despertarán sobresaltados de madrugada a escribir como enfermos. Talvez suene extraño, pero se me ocurre que a lo mejor meter aquel camaleón a la mochila fue, mucho más que la clase en sí, lo mejor que he podido hacer por ellos y la parte de mi día que tiene más sentido.

Ahora son las tres de la mañana y aún no tengo sueño. Quisiera ponerme a ver una película, pero temo que si me pongo a ver Un perro andaluz voy a entenderla, ya no como se entienden las películas surrealistas: con un poco de intuición y con los sentidos bien abiertos, sino entenderla, como se entiende una suma y una resta, como si aquella fuese la realidad misma y los sucesos insólitos, descabellados y faltos de relaciones causa-efecto fueran la norma del mundo y no las excepciones.

Como comprenderán, eso me da un poco de miedo.

domingo, 4 de mayo de 2008

...

Hoy en la combi, me he vuelto a topar con uno de ellos.

Ha sido raro porque yo subí rápido, tratando de no incomodar a nadie con mi mochila y cogí el primer asiento vacío que encontré. Estaba preparando el ipod para el largo viaje hasta casa de kara, cuando nuestras rodillas chocaron y entonces volteé a mirarla.

Era una enfermera, joven y delgada. Intentaba dormir recostada sobre sus brazos, supuse que tras una larga noche de guardia en el hospital. No era particularmente bonita, pero tenía (aún dormida), una extraña forma de estar inquieta, como si fuese un botecito de papel intentando sobrevivir en altamar.

Entonces recuerdo haber pensado: me gustaría mucho que tú leyeras mis cuentos. Me gustaría que salieras de sala de operaciones un poquito loca y te fueras a sentar a una banca del pasillo, que luego metieras la mano en tu mandil blanco y sacaras una hoja doblada en cuatro y te pusieras a leerla.

!Qué emoción me cogió, imaginando sus labios repitiendo imperceptiblemente mis palabras!, palabras que yo había escogido poner una detrás de otra como pollitos, mientras delante suyo, pasaban las camillas con los enfermos y llamaban por el altavoz a un tal doctor martínez, pero ya sin que ella estuviera allí, sino muy lejos, a salvo de la bulla, de las obligaciones, de las medicinas y de la propia muerte, lejana e intocable sobre una alfombra voladora que era aquel papel doblado en cuatro con una historia mía impresa encima.

Ya hace mucho que había dejado de encontrármelos. El stress del trabajo, el maldito ipod, el libro para la combi. La gente ha terminado por ser parte de mi paisaje, como en un cuadro impresionista, objetos no más importantes que un poste de luz o un tacho de basura; y dentro de esa vocación de astronauta, de guardián de faro, fui perdiéndome de ella y de todas las formas que ha tomado para cruzarse en mi camino y recordarme para quién mierda es que yo escribo.

Es cierto que al principio yo escribía para mi. Pero es que al principio, yo era un chico de dieciseis años que necesitaba que escriban para él. Escribir era, por aquel entonces, una forma de defenderme contra el mundo, una forma de decir, ok, si no puedo bailar contigo al menos te morderé con mis palabras y a ti cretino, si no puedo matarte a trompadas entonces escribiré algo tan bueno que toda la gente de tu especie quedará para siempre estigmatizada y si no me admiten en ningún trabajo y tengo que seguir almorzando pan con queso de por vida, entonces hablaré del dinero como si este tuviera gusanos y se pondrán todos a vomitar tan sólo con mirar una corbata.

El problema es que al cabo de un tiempo, terminé por sacar a bailar a la chica, la hice mi novia, me comí su corazón; y en una reunión de ex alumnos me encontré con aquel cretino y descubrí que ahora yo medía cuando menos un metro más que él y se me quitaron las ganas de abollarlo, y finalmente terminaron por contratarme en todos los lugares de los que me habían largado y entonces mi rabia y mi miedo se hicieron chiquitos, tan chiquitos como un gato y luego como un chanchito de tierra, de tal modo que si leía o escribía, lo hacía, pero ya sin necesitar aquello como un bote salvavidas.

Entonces empecé a escribir para otras personas, gente que era como los pedazos de lo que alguna vez fui, y también un poco y ojalá, como los pedazos de lo que algún día volveré a ser. Supongo que por eso fue que también escribí aquel Diario deLucía, basado un poco en el tiempo que pasó karen en eeuu, y por supuesto en marii, en burbuja y en las otras chicas que perdí, que al fin y al cabo todas ellas, son un poco yo mismo, porque hoy estuve con karen en una charla y un escritor dijo que a Flaubert le habían preguntado quién era Madame Bovary y Flaubert había dicho: Coño! Madame Bovary soy yo!. Ya saben, supongo que de eso se trata.

Algunas veces eran amigos o amigas, pero luego terminé por escribir también para alguien que vi en una película o para personajes de novela de los que me enamoré, y fue tanto así que finalmente terminé haciéndolo para personas con quien me topaba en la calle. gente que se veía tan extraviada, que darles una historia era casi como ayudar a un ciego a cruzar la calle, o bajar el gato de una niña que se ha subido al árbol.

Si yo escribiera para mi, hoy por ejemplo, al volver de la calle, probablemente no hubiese tenido más que quejarme del clima o del puto trabajo que ya me tiene harto.

Pero el hecho, es que hoy subí a la combi, y ella estaba allí, tan cansada y tan dormida sobre sus brazos, que fue un poco como estar en aquel hospital con las paredes verdes y los enfermos, tratando de escapar de aquel olor a químicos, de la rutina, de la gente que se muere mientras uno tiene que seguir cargando con un corazón sano que es la envidia de todos pero que pesa tanto como una esponja llena de mercurio. así que ya no me quedó más que abrir el word y comenzar a escribir para aquella hoja doblada en cuatro dentro de su uniforme blanco.

"el invierno ha llegado a Lima y salir a la calle es como echarse a caminar dentro de un poema de vallejo, con edificios que son letras gigantes capaces de aplastarte; y el frío en las manos ya no es ni siquiera una sensación térmica, sino la ausencia de alguien entre los dedos, por el cuello, bajo los brazos y uno tiene entonces que ponerse patear una piedra por los cuadraditos de la vereda, patearla una y otra vez y ver como la piedra huye como un ratón, rebotando contra las paredes, esquivando los charcos, los jardines para ir finalmente a detenerse junto a otra piedra que parece recibirla (en tu cabeza talvez hasta abrazarla), justo en el preciso momento en que la combi te toca el claxon y uno tiene que subirse, acomodarse, mirar por la ventana intentando no llorar, cruzar los brazos y quedarse dormido un rato, pensando en qué ojalá a uno también vinieran a patearlo lejos de todo y ver que sucede si hoy no me subo a la combi, si me bajo tres cuadras antes y no llego al trabajo, si me voy andando hasta el parque, rebotando contra las piletas, esquivando edificios y gente ensimismada, y termino en el malecón mirando el mar, las nubes que pasan como carros, pero un poco menos apuradas, tumbado sobre el grass, quien sabe, talvez junto a otra piedra que a lo mejor ya me está esperando.

jueves, 1 de mayo de 2008

You don´t speak bora-boran either

Ayer vi una foto aérea de la isla de Bora Bora. Yo no sabía dónde quedaba Bora Bora. Ni siquiera sabía que era una isla. Pero uno de los diálogos que más me gusta de Pulp Fiction es cuando Butch le dice a Fabienne que tienen que irse de la ciudad, entonces ella le pregunta si pueden ir a vivir a Bora Bora? y él le dice que por supuesto, y que incluso si no se acostumbra en Bora Bora pueden irse también a Tahití o México. Entonces ella le dice: -Pero yo no hablo español-. Y Butch le dice: -Bueno, tampoco hablas boraborés-.

Al final, leyendo la leyenda de la foto, me enteré que Bora Bora es una isla en la polinesia francesa y que por lo que entendí, está formada por un volcán extinto y rodeada de arrecifes de coral. Además el nombre Bora Bora significa algo así como Primogénito.

Sospecho que ahora que ya me enteré de todas estas porquerías aquel diálogo ya no me dará tanta risa, aunque de todas formas hay muchos otros buenos como el de los masajes de pies, los pilotos de tv, big kahuna burger, etc.

Pulp Fiction es una de esas películas que cuando entras a google y pones: frases memorables de pulp fiction, te sale todo el guión de la película. Pulp Fiction es una película que bien podría pasarse por la radio y aún así lograrlo cabalmente. Y hace tiempo que estoy con ganas de verla, de modo que con su permiso, los dejo con un extracto y me largo a comprarla.


bosé, vocé, juaneco y dos jarras de chela

La cosa comenzó con que estábamos en la reunión de pre-producción y las chicas se pusieron a hablar del concierto de bosé que era esa noche. Estaban hechas las zorras histéricas porque algunas tenían entradas y otras no y mientras discutían si era mejor comprarlas ya o ir a la reventa, cantaban canciones viejas como linda, te amaré, amiga y teorema. Al principio yo las miraba así ¬¬ porque además de ser el único chico en la sala y quien dirige la reunión, siempre se me distraen y a mi me encantaría sacarme la correa y darles duro en las nalgas para que se focalicen. Ayer sin embargo lograron contagiarme sus estrógenos y terminamos todos trepados en la mesa del directorio cantando la versión que bosé hace de morir de amor.

Salí a las nueve de la noche de la agencia super loco de stress, me compré una chela en el grifo y me olvidé sin querer de el buen bosé. Terminé yendo a una discoteca en la que iba a tocar juaneco y su combo y que por cierto, también se llama bosé pero con v y c, o sea que más bien es vocé, pero con la tilde diagonal y no el gorrito triangular que lleva la palabra você escrita en portugués.

A mi no me gusta la cumbia y puedo vivir sin oir juaneco, pero ver en vivo a ese grupo de viejitos agurrados como árboles vestidos con sus túnicas selváticas, mientras a tu lado trescientas mujeres poseídas por el espíritu del tunche poguean frenéticamente lanzándote los cabellos a la cara, es una cosa realmente encantadora.

Adentro estuve con marité y luego llegó karen y compramos algunas jarras de cerveza. Karen me enseñó sus dos nuevos tatuajes. Uno de ellos lo lleva en la nuca y es la caja para el cordero de el principito. El otro lo lleva en el omóplato izquierdo y es un verso de pizarnik que dice: señor, la jaula se ha vuelto pájaro. Si a eso agregamos el otro tatuaje que ya tiene sobre las nalgas y que es parte de una canción de lou reed, la muy bitch se acaba de convertir en la mejor escogedora de tatuajes que he conocido.

Como no teníamos dónde poner las jarras de chela vacías porque eso implicaba regresar hasta la barra a través de un mar de gente loca, las íbamos metiendo en mi mochila, de modo que al salir ya me dio flojera devolverlas y me las saqué. Afuera me di cuenta que tenía siete soles y cuarenta céntimos y ningún taxi quería llevarme a mi casa por menos de diez, de modo que me recosté sentado contra la pared de la discoteca, me quité las tabas y me puse a esperar a alguien conocido. Primero salió mi pata el necro, pero como andaba con cara de indigente, me dio pena pedirle dinero y seguí esperando.

La viejita que vendía chicles y cigarrillos vino y se puso a conversar conmigo. Parecía mi mamá. Me preguntaba cosas locas como dónde vivía o qué canciones habían cantado. Yo le contaba todo encantado y también le hice preguntas locas. Cuando salió marité y me despedí, la viejita me deseó mucha felicidad. Sonreía y le faltaban algunos dientes.

Hoy mi tía vio las dos jarras en la cocina y me dijo: Y esto? Se lo expliqué, pero no parece habérselo tomado muy bien. Ahora está cocinando pepian en la cocina. El pepian se hace licuando choclo con culantro y es un plato del norte del Perú que yo comía mucho cuando era pequeño.

Hace años fui a comprar cds con Ricardo a polvos azules. Al vover, Ricardo se puso a mirar mis cds. Había uno de Bocelli, otro de Serrat y uno de Bosé. Ricardo me miró y me dijo: Pierre, lamento decírtelo, pero eres gay. Ayer por la noche me llamó justo antes de que yo entrara a la disco. Me sentí aliviado de poder decirle que estaba entrando a vocé y no a bosé.

Yo ya había dejado de traerme cosas de la calle en noches de borrachera. Me pregunto qué rayos me está volviendo a ocurrir?. Esto no puede ser un buen síntoma.