sábado, 16 de agosto de 2014

un rifle de amapolas

el insomnio. una canica sumergida en un pote de témpera negra. cuando no puedes dormir recuerdas todo lo que alguna vez dijiste. y yo recuerdo que te conté esto: cuando vienes a verme te veo llegar desde mi ventana. como no tengo cama, me tiro al piso como un francotirador. te apunto con mis dedos como si sostuviera un rifle de amapolas. once pisos arriba todavía soy capaz de reconocer tu forma de atravesar los puentes. no, ella no es, ella jamás vendría tan apurada ni se pondría esos zapatos, no, su bicicleta no es de ese color, no, ella no mueve la cabeza así. pero es mentira que te reconozca por la anatomía del azar. podrías venir disfrazada de rinoceronte, de pez banana. yo te reconozco como el conejo de la nieve intuye a la lechuza entre las ramas secas. el infrarrojo de tu sangre me golpea la nariz. tu cuello tira una piedra al estanque de mi calma. ahora que ya no vienes, pienso: debí haberte disparado cuando aún te tenía en la mira. pero luego ¿qué sentido tiene acabar con algo tan bello solo porque no podemos detenerlo? sería como darle de balazos a un río. hay cosas infinitas. tener veinte, por ejemplo. casi todos nuestros cajones están vacíos ¿cuántos chicos más cabrán en tu vida? ¿cuántos te escribirán cuentos por las mañanas? pero ya sé que eso no sirve de nada. cuando yo tenía veinte una chica me escribió 44 poemas y no consiguió ni un beso. los poemas estaban numerados. ella me los mandaba y yo los guardaba en una carpeta con su nombre. no era poeta pero estaba enamorada del fantasma que yo había inventado. usaba el notepad como si estuviera escribiendo la lista del mercado. nunca había visto una archivo de notepad que pesara 24 kb. me decía: ven a vivir a buenos aires, yo traeré la comida, tú solo escribirás tus cuentos y me harás el amor. pero no viajé. porque soy cruel o porque a lo mejor tampoco se puede comprar deseo con poemas. puedo comprender entonces que no te quedes. si has de enamorarte, será por mis ojos, por el sabor de mi adn. no por estas horas en que escribo. si estoy sentado aquí es porque el teclado es mi cementerio de elefantes. te vi atravesar el puente. venías tan bonita que pensé, a lo mejor yo también agito el estanque de su calma, ¿por qué sino se pondría tan guapa para venir a esta cueva? pero conocerás otros chicos. y cuando los dejes, ellos se emborracharán, otros te llamarán de formas que jamás creíste posibles, la mayoría guardará alguna foto tuya. pero ninguno se sentará por las mañanas a convertir tu espacio vacío en un jardín botánico. nadie amasará el fuego para recrear tu espalda. ni beberán agua fría del caño para acordarse de tu voz. y la consecuencia inevitable de eso es que terminarán por olvidarte. es probable que yo también te olvide, de alguna manera. pero cuando eso suceda, esta hoja todavía existirá y hablará, como una isla que guarda nuestras risas. y otros náufragos sabrán de nosotros y su soledad estará acompañada. y cuando sean rescatados, contarán este cuento a sus amigos. porque verás, muñeca de nieve, yo no escribo para que me recuerden. escribo para que sepan que tú existías.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Una vez, una amiga escribió: "Solo se olvida lo que ya no importa".
No quisiera estremecerte, pero...¿te dejará de importar alguna vez?

El otro día vi una bazuca que disparaba salmones. Los ayudaban a subir el río para que murieran menos en el trayecto de regreso. Si dispararas amapolas serías alguien como Kana (el dios hindú), quien tenía flechas de jazmines. Disparaba directo al corazón y no fallaba.

Pierre dijo...

no puede ser verdaddd lo de los salmoness! jaaaaaaaa y quién carajo lanza en bazuka a los grizly?!

he estado googleando a Kama y ya me pegué, creo que haré un dibujito de él

Anónimo dijo...

Te pasaré el enlace de la bazuca de salmones si me prestas "Qué viva la música" o "El hombre que inventó Manhattan". Prestaditos, nada más.

Pierre dijo...

jaaaaa
claro, yo te los presto
pero ¿cómo hacemos para hacer el pase?
no tengo bazuka de libros
tendrías que develar tu identidad