martes, 2 de febrero de 2016

una del libro de Charlie Brown

Leía hoy en El libro de preguntas y respuestas de Carlitos lo siguiente: cuando te quemas con una papa caliente, tus nervios mandan la señal de alerta al cerebro. Eso lo sabemos todos. Pero bueno, la cosa es que cuando el mensaje es muy urgente como en este caso, también mandan la señal a la espina dorsal que está más cerca. Es como si dos amigos estuviesen en Pershing y tuviesen que llegar al toque a Miraflores. Uno se va por la ruta larga de Camino Real pero el otro coge el Chama que corta por Salaverry. El que va en el Chama va a llegar al toque. Entonces ese hace que tus músculos se contraigan y te hagan retirar la mano del calor. Después de un rato, o sea, algunas milésimas de segundo después, llega el otro mensaje y el cerebro entiende que te estabas quemando, pero para ese momento ya retiraste la mano. Es decir que esa información es inútil, salvo como un recordatorio de que no seas tan huevón de agarrar una papa caliente la próxima vez. Enamorarse, imagino, funciona con un mecanismo similar. Ves al estímulo, lo enfocas, lo hueles, lo tocas y todo tu cuerpo reacciona y te salen corazones de papel lustre en los ojos como a Don Ramón cuando ve a la vecina. Cuando la información llega a tu cerebro dices: ni cagando, tassswebón, y quieres tomar el control, pero tu espina dorsal ya decidió por ti. Ya te cagó. Así que solo te queda ajustarte el cinturón de seguridad y agarrarte bien del asiento mientras un poco aterrorizado escuchas la distante voz de tu cerebro que anuncia: Houston, we've got a problem

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