domingo, 13 de mayo de 2018

Chancletazos



Esa es mi mami, conmigo en brazos, rumbo a que me reviente a chancletazos por primera vez en la vida. La he dibujado de verde porque ella tiene unos lindos ojos verdes y porque cuando se rayaba se convertía en la novia del Increíble Hulk. Me cuenta mi mamá que por esos días -sin que ella lo supiera- yo había agarrado la costumbre de esquivar carros. Era un maldito engendro. Al parecer me sentaba en la vereda de la calle Bolívar donde vivía mi abuela en Sullana y esperaba tranquilo a que viniera uno. Como Sullana era entonces una ciudad pequeña junto al río y corrían los 80's, no había tantos carros y yo tenía que esperar un rato. Cuando por fin aparecía uno, me ponía de pie y cruzaba la pista corriendo, cagao de risa. Los choferes se asustaban y pasaban tocando el claxon pero sin mayores percances. Mi vieja me pescó un día en que me jugué la vida. Esperé a que el carro estuviera demasiado cerca y corrí. Hubo pánico y pelos parados. El chofer tuvo que meterse una frenada mortal y casi se le voltea el carro. Se bajó furioso y, por supuesto, en vez de gritarme a mí, gramputeó a mi vieja. Mi mamá solo fue al medio de la pista y me levantó con una mano. Regresó corriendo a la casa de mi abuela. Me llevaba atrapado como si fuese una pelota de fútbol americano. Yo era el primero de la veintena de nietos que vinieron luego así que mi abuela y todos mis 7 tíos intentaron arrancarme de las manos de mi mamá. Ellos sabían lo que me esperaba. Pero no pudieron. Eran como los Avengers intentando quitarle el guante a Thanos que ya llevaba consigo la gema del alma (su chancleta). Mi vieja atravesó toda la casa de mi abuela y se metió conmigo al baño. El baño de mi abuela, lo recuerdo claramente, era un baño de casa antigua de provincia, con las paredes sin tarrajear y con una pedazo de madera vieja como puerta. Parecía más una caverna, sin luz, con un solo tubito de metal por donde caía un grueso chorro de agua helada. Mi mamá trancó la puerta, abrió el caño y empezó a repartirme jebe por todo el pellejo. Yo no supe si sentía más frío, dolor o miedo. Era la trilogía del horror. Salí del baño bien mojado, lloroso y peinado con raya al medio. Nunca más volví a cruzarme la pista. Por eso he llegado vivo a los 39. Seguro que mi mami se quiere morir del roche al leer esto en facebook xD, pero lo he contado porque después de aquella vez ella solo me reventó 2 o 3 veces más. Y ahora comprendo -estoy segurísimo- que cada una de esas veces, me lo merecía. Por lo general, cuando una vieja te revienta, ahora lo sé, lo hace para que después la vida no te reviente peor. Una mamá siempre te va a atropellar más bonito que un auto embalado. Y vas a ver que algún día vas a extrañar tanto sus besos y su mano entre tus cabellos, como el jebe de sus chancletas con el que te dio de alma para que siempre volvieras vivo a casa.

 Feliz día, mamá ♥

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