miércoles, 6 de mayo de 2009

Carta desde el Africa

Mi hermana dice que la idea fue de Ambers, el negro. Que al principio cuando se lo ofreció, se quedó cojuda, puso cara de apio y le dijo que ni cagando se iba a meter dentro de una maleta. O más bien in english ¡No fuckin way nigger! porque el pobre Ambers no masticaba más que un poco de inglés y eso a las justas oiga usted. Pero esa misma noche sobre su litera, dice que pensaba y pensaba en lo harta que estaba ya de trabajar en el barco, del redbull para aguantar las amanecidas, de los baños de seis minutos por reloj cuando acá en Lima una hora le quedaba chica y además prendiendo la terma desde dos horas antes y mi papá preguntando qué para qué tan caliente carajo, si acaso iba a pelar coches.

En cambio allá a bordo del Royal Caribbean todo había sido tan diferente a como ella esperaba. Dormía poco, la comida era buena pero había que comerla casi corriendo y luego todo era un solo de turistas pálidas como leche de magnesia que le pedían fotos. Fotos con sus amiguitas, fotos con el capitán, fotos echándose un clavado, fotos tomando su piñita colada, fotos hasta rascándose la concha hombre, vaya tipas. Y fue así como, según me cuenta en la carta, volvió a pensar en la oferta del negro Ambers, en su enorme maleta de piel de cocodrilo, y ya para cuando se fue quedando dormida dice que se recuerda a sí misma pensando un poco ya en serio ¿cabré? ¿no me ahogaré allí dentro?

Y yo le digo ¿oye pero que tú eres bestia? ¿No ves que ese negro pudo haber acabado secuestrándote, descuartizándote o vendiéndote en el Africa como comida para liones? Y ella me dice que no, que Ambers Siemmens le inspiró confianza desde el primer momento en que lo vio en el comedor frente a su taza de café ya vacía, recogiendo las migajas de la mesa con una bolita de masa de pan, dejando su sitio impecable como para no darle trabajo a nadie. Saqué la cámara y le tomé una foto, me dice, recogiendo migas, dos fotos, tres fotos sin que se diera cuenta. Y era mi día libre ¿ves? un día en que lo último que yo quería era tomar una foto. Pero había algo en él. La forma en que recogía aquellas migas y en como trataba al camarero, devolviéndole un poco la dignidad. Un negro tan grande y a la vez tan accequible, como una fortaleza resguardada por un único soldado.

La primera vez que le hablé – me sigue contando en la carta – fue en uno de sus usuales paseos por la cubierta. Allí andaba siempre con esas guayaberas que más parecían como para irse a trapear mercados y por las que nadie (incluyéndome, si señor) sospechamos que el negro era dueño de la mitad del África y que de él haberlo querido, hubiese podido comprar el crucero completo con todos nosotros dentro. No dabas un sol por el negro, pobre negro. Y fue precisamente por eso que un día terminé acercándome de lo más conchuda, como si le estuviera hablando a un chinchano de mi tierra, preguntándole que si no le gustaba la piscina, que también teníamos cancha de tenis, cancha de golfito y hasta un sauna donde Rebeca lo podía dejar como recién salido del útero de su madre, pero Ambers nada, seguía mirando al horizonte, me decía que todas esas cosas las podía hacer cuando estaba en tierra, que allá en su país, con plata hasta se podía hasta perseguir elefantes, comer lagarto, bañarse en los pantanos, pero que lo único que no se podía hacer ni trepándote al árbol más grande que encontraras, era ver el mar.

¿Qué onda con el mar? pregunta mi hermana. Y me dice así mismo: Te lo pregunto a ti porque eres poeta (chuuuuuchaaa) y además porque ves esas pelìculas españolas en las que siempre hay un personaje que nunca ha visto el mar y está obsesiondo con el asunto. Y continúa: yo lo he visto toda mi vida y francamente no sé que tanto rollo. Pero había que ver a ese Ambers. Todo lo hacía en la cubierta el negro. Comía, bebía, se fumba un habano, caminaba, leía, se quedaba dormido en una tendona, despertaba, se echaba bloqueador y volvía a leer, a pedirse un mojito, un tom collins, pero todo sin moverse de allí, sin perder nunca de vista el océano.

Fue así como nos fuimos haciendo amigos – continúa contándome - Ese mes me había tocado la zona de la cubierta desde el bar hasta la piscina grande. Un día por fin me animé y le mostré las fotos que le había tomado aquella vez recogiendo migas. No se emocionó mucho. Me dijo – mejor tómame una aquí mira, con el mar-. Creo que de haber sabido que me iba a pedir doscientas fotos más con su querido amigo el mar no me hubiera tomado tantas molestias con esa primera. De todas formas, quedó muy buena, le gustó, y un par de semanas después para cuando le estaba sacando la nonagésima foto, esta vez contra las costas de Portugal, ya nos tutéabamos y nos dábamos citas en mis horas libres para tomarnos un tom collins él y yo una cerveza, en algún lugar tranquilo del barco pero desde donde y sobre todo… no perdiéramos de vista al mar.

De modo que ahí, entre trago y trago, mi hermana y Ambers se fueron contando la vida. Él jamás había oído hablar de perros sin pelo, delfines rosados o caballos que supieran bailar y mi hermana por su parte no sabía que en el Africa a parte de leones y monos, también había ciudades modernísimas y gente como Ambers con mansiones en cuyo jardín podía aparcarse completo el Royal Caribbean.

Según mi hermana, ella nunca le insinuó nada. Además dice que él sabía que ella era peruana y que con la visa que tenía no podía poner ni un crespo fuera del barco. Pero aún así, cuando faltaban dos días para que el Royal Caribbean comenzara a bordear las costas africanas dice que Ambers se le acercó y le dijo – Usted se viene conmigo -.

Ya lo de las ideas sobre como bajarse del barco vinieron después entre más tom collins y más cervezas. Lo cuál, finalmente nos remite a la noche en que mi hermana está en su litera pensando en si cabe dentro de la maleta de Ambers y en si no se ahogará allí dentro.
Por supuesto que yo ya conozco desde antes el final de la historia puesto que la dirección de mi hermana que aparece en el sobre es impronunciable y porque en la estampilla hay un jodido rinoceronte.

Lo bueno es que al parecer las cosas le están yendo muy bien a ambos. Por ahora están esperando que legalicen los papeles de mi hermana para comenzar un largo tour desde Egipto hasta Madagascar. Me he alegrado mucho por ella. Nunca antes había salido del país y debe estar pasándola bárbaro. Le he preguntado en broma si planea volver algún día al barco o si se va a casar con Ambers y tener un montón de negritos. Se ríe. Dice que se quieren mucho, que él siguió siendo el tipo que recogía migas de pan en el comedor, pero que han preferido optar por la amistad. Ella, a costa de unos meses a bordo del crucero, descubrió que no le gusta andar sobre el oceano y Ambers en cambio lo menciona todo el tiempo, lo extraña y ya está soñando con volver. Dice que a veces lo encuentra en la terraza con un tom collins, contemplando abstraído la sabana y que si se queda con él un rato, hasta ella termina confundiendo el reflejo del sol con olas y a los animales salvajes con peces y ballenas.

19 comentarios:

G_Tk dijo...

Tío, te felicito. Este cuento (post o como quieras llamarle) te quedó muy bueno. Simplemente, de puta madre.

Pati Difusa dijo...

AAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH


cuando leo esta clase de historias vuelvo a tener esa sensación de que la vida está en otra parte, menos aquí en esta apacible oficina desde la que escribo.

tengo ganas de largarme y ver el mar. siendo limeña, toda mi vida he visto el mar, pero si dejo de verlo me dan ataques de claustrofobia. no sé, es así.

dile a tu hermana que me ha provocado un acceso terrible de envidia, no por el viaje, que con eso ya sería suficiente, sino porque quiero conocer a alguien así, si es que de verdad existe, alguein como ambers que, pudriéndose en dinero, se digna a recoger las miguitas de la mesa para que no vayan a pensar que es un cerdo o, mejor aún, para no hacerle sentir al anónimo limpiamesas que su vida es cerda.

Pati Difusa dijo...

Ahora que lo pienso, creo que tu hermana se bajó del barco de una manera más sencilla que apretujándose dentro de una maleta. Sencillo, simple: el poder del dinero. Ambers habló el idioma universal, ¿jefe, cómo arreglamos? y sanseacabó. Total, entre subdesarrollo, hambruna y dictaduras, África no se diferencia mucho de América Latina ¿no?

AntonellaB. dijo...

pero seria mas bonito que se haya bajado en la maleta de cocodrilo verde, mientras ella tarareaba una cancion de los rolling stones

Imberbe_Muchacho dijo...

este tipo de cosas deberian psarnos a todos...

Edadsol dijo...

la piconeria de regina es graciosisima =)

Anónimo dijo...

Pierre, qué buena! Nos la debías hace tiempo.

Enhorabuena, maestro!

Ine dijo...

piers piersssss

mostro el cuentoooo, no sé si xq la historia es de la pm (es vdd? broder q loco) o xq la has escrito chénguere XD tu hermana es mandadaa choloooo, take the chance don't let it slip!

Pati Difusa dijo...

oe degenerado, te he escrito a tu correo del hotmail. revisa cuanto antes, plis. beso

Flucito dijo...

¡¡¡ALAFUCK!!! Yo pensé que tú eras el único anormal de tu casa... Santas envidias, Batman, que a tu hermana le vaya de puta madre... y que mande fruta.

Yani dijo...

que volada, me en-can-tó! ;)

Eleafar Cananita dijo...

eres un maldito perro por escribir asi.

ai lobe yu

Anónimo dijo...

chucha, me cagaste

Laura Rosales dijo...

genialllllll :D

Anónimo dijo...

oe maldito sin lugar a dudas he leido cosas extraordinarias salidas de tu cabeza adornada por los rulos del carnero asesino, pero este post es de la recontra conche!

que buen padrino escogimos para nicolás

Cys dijo...

Por qué no pasarán esas cosas? :(

Helí dijo...

que paja el cuento. excelente =D

mary dijo...

Mira tu, ahora la kimi es la protagonista de tus cuentos.... muy buen kimo!! un besotee ;)

Anónimo dijo...

Que chevere tu cuento hormigo, me imagino unos sobrinos guairuritos, rojos y negritos, jeee