sábado, 8 de septiembre de 2012

jeans

Inusual complicidad la que me une al sastre del mercadito de Pueblo Libre. Ve que me acerco a su puesto y sonríe resignado. Le traigo, como todos los meses, una bolsa llena de jeans rotos. Son los mismos jeans que le llevé el mes pasado. Tienen nuevos huecos y tajos. Los extiendo sobre su mostrador y los miramos en silencio. Están tan deshechos que parecen la cara de Danny Trejo o algo que ha usado Alien para limpiarse la baba. Cualquier otro sastre me echaría de su puesto a patadas al ver esos fardos funerarios. Pensarían que los estoy jodiendo, se darían por vencidos o asumirían que, aún consiguiendo rezurcirlos, nadie se atrevería a salir con esos harapos a la calle. Yo sí. Aunque los uso solo porque mis padres viven en otra ciudad. Si supieran que tengo algo así en mi ropero, morirían de un infarto. Luego resucitarían como zombis para llevarme a rastras a un centro comercial. Yo no quiero jeans nuevos. A fuerza de usar estos por largos años, han adquirido por dentro la suave textura de las sábanas viejas. Sus etiquetas se han desteñido extraviando la marca, lo cual me parece justo ya que si su diseñador los viera tal como lucen ahora, los negaría tres veces. Mi sastre los revisa detenida y cuidadosamente, tal como haría un restaurador de mantos Paracas. Finalmente me dice que el presupuesto asciende a veinticinco soles por los tres jeans. Los pago gustoso pues sé que al devolvérmelos, no solo estarán listos para resistir otra jornada, sino que permanecerá intacta su leyenda, luciendo tan viejos como antes, sintiéndose tan cómodos como siempre y listos para infartar a mis padres.

3 comentarios:

[_kara_] dijo...

este post debió llamarse pantalones piers xD

Pierre dijo...

xD

Unknown dijo...

paja.

aunque yo dejé de usar jeans porque no soporto esos primeros años en donde por dentro se siente como si me pusiera cartones alrededor de las piernas que no me dejan darme de aspas de molino.