miércoles, 12 de junio de 2013
Héctor y Layla
Yo, este terrible minotauro que no soporta gente a su alrededor por mucho tiempo, he pasado los últimos 23 días encerrado en un cuarto de 10 metros cuadrados con mi primo y su novia. Les abrí las puertas de mi laberinto porque los salvajes (de 19 y 18 años) habían fugado de Piura y, antes de que se convirtieran en Thelma y Louis, preferí ofrecerme yo como abismo. La increíble historia de la fuga la he contado en un cómic que saldrá publicado en la revista de mi amigo Helí a fin de mes, así que ahora en realidad venía a hablar de los días de convivencia que vinieron después. Además de H y Layla (los fugitivos), está también mi otro primo, Lucho, que viene de Trujillo a hacer un post grado en San Marcos y que el jueves se mudará conmigo a un nuevo depa. Ambos son mucho menores que yo. A H lo vi nacer. Es decir, oí los gritos de dilatación de su vieja remeciendo las paredes del hospital como si Tong-Po le estuviese dando de rodillazos a las columnas. Y a Lucho, que es un par de años mayor que H, alguna vez lo llevé a pasear al parque y vi como se bajaba el pantalón frente a un árbol para mear con aquella naturalidad de un niño que todavía no conoce la vergüenza. Ahora, sin embargo, ya han entrado a esa edad en que podemos destapar unas cervezas y, como diría mi viejo: "sentarnos a arreglar el mundo". Lo que más hemos hecho es hablar de la vida, cocinar y ver películas. La noche en que llegaron proyectamos: "Tu mamá se comió a mi perro". Fue una violación cerebral. Nunca habían visto nada ni de lejos parecido y no paraban de gritar: PUTA MADREEE PUTA MADREEEE!. Al día siguiente vimos "La novia de re-animator", a mi parecer, tan buena como "Re-animator". Como ya les había ultrajado el cerebro, decidí seguir con sus corazones. Empezamos con la bellísima "Fallen Angels" que por estos días encabeza la lista de mis películas favoritas. Seguimos con Happy Together, As good as it gets, Stranger than fiction y cerramos con El graduado. Ayer vimos Kill Bill 1 y 2 (no conocían a Tarantino y se preguntan PORQUÉ como si alguien les hubiese ocultado la existencia de Dios); y esta noche, su última noche en Lima, escarbaré en mi caja de dvds hasta encontrar algo que termine de incendiarles el alma y los deje listos para la vida. Además, como durante su estadía se han leído una buena parte de mi biblioteca, les he regalado 4 libros para el camino: El barón rampante de Italo Calvino, El llamado de los salvaje de Jack London, una antología de La palabra del mudo de Ribeyro y una novelita de Tolkien. Por supuesto, me siento como una fogata. Una de esas fogatas frente a las que los jóvenes descubren la vida. Pero nada más lejos de la verdad. Yo no soy la fogata. La fogata son ellos. Yo solo les he mostrado algunas películas y algunos libros. Ellos tocaron más hondo. Llegaron y con el paso de esos 23 días, me hicieron comprender que no soy aquel terrible minotauro que yo creía, y que mi cuarto no es un laberinto inhabitable. Se han caído las paredes. Los veo irse. Les hago adiós. Y me recuesto a cantar en mi fortaleza destruida.
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