sábado, 1 de marzo de 2014

cuando descubro al hombrecito en la botella de ron

siento una extraña envidia de los zurdos. por ejemplo de mi primo que rasguea con la mano izquierda su Ibanez negra. es como si ocultara la llave de la ciudad secreta. siento envidia de la muchacha que mira por la ventana en aquel cuadro de Dalí, ¿qué mira? algo maravilloso sin duda, pero solo ella y el pintor pueden verlo. Si Dalí no supiera lo que ella mira no hubiese podido terminar el cuadro. siento envidia de los egipcios que creen que la noche es una mujer con estrellas en la panza, siento envidia del corazón de veinte años de mi primo, de sus ganas de morir, siento envidia del pequeño hombrecito que vive en mi botella de ron, siento envidia de mí mismo cuando descubro al hombrecito en la botella de ron. siento envidia de Spinetta cuando cantó por primera vez Muchacha ojos de papel, de Saint Exupéry haciendo un aterrizaje forzoso, de Jack London escribiendo El llamado de lo salvaje, de aquel vagabundo que invité a dormir a mi casa en el 2003. no siento envidia de los caracoles, de las tijeras, de Dylan cuando canta It ain't me, babe. De Charly cuando se olvida la letra o cuando va cayendo del noveno piso al living. De los granos de café que se parecen todos, tampoco. Pero sí tengo envidia de la persona que era yo cuando escribí mi primer cuento. De los camaleones. De Capote mirándose en un espejo negro, de Mr Jones, de todas las personas que han ido a Zihuatanejo, de los satélites que nos miran desde el espacio, de cualquier piedrita que hayas recogido, de la melancolía de Plutón que llora en una esquina de la galaxia. No siento envidia del Sol. ¿Que haría yo si no tuviera sombra? Siento envidia del sonido que hace vibrar todos los cuerpos. de las lagartijas, aunque no sé bien por qué. De las hormigas que nunca andan solas, de los peces abisales que conocen el miedo. No siento envidia de Dios. siento envidia de las personas que fui y de las que seré. siento envidia de lo que escribiré mañana. de las frías sábanas de mi cama. de los que se duermen solo cuando tienen sueño.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Aunque te vas de tema, narras muy bien. Dale,gracias a los 300 libros leídos. Saludos.

Anónimo dijo...

Dos razones en las que está inmiscuido mi abuelo: 1.-Te contaré mi razón para admirar a las lagartijas. Cuando el calorcito se pone bueno, estas condenadas (que son poiquilotermas; es decir, no regulan su temperatura corporal solas -fin del momento cultural-) caen en un estado tal de frenesí que se echan panza arriba y se quedan más secas que un borracho que se la pegó por tres días seguidos. Así, mientras mirábamos la cosecha de mangos con mi abuelo, veíamos varias lagartijas "lagarteando", textualmente. Una vez me contaron que los lagartos (que son como los Gullivers de las lagartijas) hacen lo mismo. 2.-El título de tu entrada me recordó a un juego que hacían en el pueblo de mis abuelos. Cuando ya estaban para despedirse, mi abuelo y sus amigos buscaban en la última pasada de ron "el zorrito". "El zorrito" es un huesito que sacaban de la cabeza del cuy y que ponían en los vasos de la última ronda porque tiene la peculiaridad de pegarse a la pared del vaso, so el reto estaba en qué "participante" lograba sacar y retener al zorrito en la lo más rápido posible. ¿Qué ganaba el que ganaba? Pues eso, ganar. xD
PSDATA: Yo también admiro a los zurdos. A eso sumo mi admiración por los disléxicos, los ambidiestros, los absurditas, los mundívoros y todo aquello que sea naturalmente de color turquesa.

Anónimo dijo...

...y de los contadores de cartas en Black Jack. ¡Cómo lo pude olvidar!

Pierre dijo...

JAAAAAAAAAAAAAAAAA
carajo, cómo es eso de "el zorrito"??! ahora voy a tener que trepanarle la cabeza a un cuy para ver el hueso. pajaza el juego de tu abuelo

Pierre dijo...

oye, ayer salí con unos amigos y en algún momento de la noche les conté del juego del zorrito y sí lo conocían! xD carajo, quiero jugar zorrito!