jueves, 20 de abril de 2017

Podría nadar

Llevo 20 días viviendo en una cáscara de nuez. La metáfora se la he robado a Hawking que decía lo mismo sobre el Universo. Pero es que la guarida de todo humano -por más pequeña que sea- es un vasto cosmos. Y yo me acabo de mudar. Desde mi ventana veo mi calle que tiene 2 floripondios, un puesto de emolientes y una iglesia adventista del séptimo día. Por ahora mi depa es un agujero negro. Pero estoy tratando con todas mis fuerzas de convertirlo en un Big Bang. Ayer vi una foto del corazón de un agujero negro en el instagram de la NASA. Para que veas que no solo stalkeo tu instagram, ctm. No era negro. Era de colores. Era como si el universo estuviera preparando un jugo surtido. El corazón de mi casa nueva es un foco rojo que compré en Sodimac y que también cambia de colores con un control remoto. Es rojo cuando quiero que la casa parezca un burdel y azul cuando me acuerdo de ese cuento de García Márquez que se llama La luz es como el agua. Gonzalo está enojado porque a él se le ocurrió primero lo de poner un foco rojo en su cuarto. Todavía no entiende que somos como Porcel y Olmedo y debemos permanecer unidos. Salvo por ese foco rojo y mi colchón y mi bella planta carnívora, el depa está vacío. Cuando pongo una canción -digamos la versión larga de Pictures of you- la casa vacía le hace eco y vibra y me devuelve la voz de Robert Smith como una avalancha. Además tengo un vecino que toca la trompeta. Se computa Chet Baker el puta y cuando cae la tarde te suelta la intravenosa de almostblue. Ayer subió mi vecina del 302 a decirme que se debía estar fugando el agua de mi casa porque le estaba empapando las paredes. Yo le dije que no era agua y que todo era culpa del trompetista del 401 así que fuimos a tocarle la puerta y terminamos chupando los 3 juntos hasta que se hizo de noche. No sabes lo que cuesta llenar un depa vacío. Decir aquí va este plato, aquí la celda de los recuerdos, aquí te espera esta almohada. Es como llenar el corazón de un agujero negro. Ya sabes que esas cosas pueden tragar planetas como quien se come una bolita de aguaymanto. Y escribo aguaymanto con cierta emoción porque no sabes lo que tardé en darme cuenta de que era una palabra compuesta. Y de lo bonita que era: Agua y Manto. Decía Luis Hernández: Nunca he sido feliz. Pero, al menos, He perdido varias veces La felicidad. ¿Qué pondré aquí? ¿Dónde puedo esconder este libro? ¿Volveré a ponerme este polo? La guitarra y los libros como boyas salvavidas al pie de la cama. Cierro puertas y ventanas. Digo adiós a los floripondios, los emolientes y los adventistas del séptimo día. Conecto la música. Mi casa nueva se va llenando de canciones como una pecera. Y yo podría nadar, pero prefiero flotar.

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