sábado, 6 de junio de 2009

Morado, ácido morado sobre cielo de ceniza

Que reconfortante recorrer Lima provisto de un libro de Reynoso, de Bryce, de Vargas Llosa o de Ribeyro. Ayer iba en la combi leyendo "En octubre no hay milagros" y hasta la chicha de la radio me sonaba menos asquerosa. Imaginaba la Plaza San Martín y luego leía en la primera página: "San Martín está que se cae, que se cae del caballo: ¡Ya era tiempo!" Eso lo cambiaba todo. Toda la jodida ciudad era otra. Una gran ola la cubría. Leer cielo nublado es tan diferente a solamente ver el cielo nublado. Es como si la vida estuviese atrapada en ese librito y uno pudiera guardársela en el bolsillo trasero del jean. Guardarse la niebla. Miraba por la ventana de la combi y Lima no era la misma. Daba ganas de pisarla, de olerla, de dormirse en ella. Volví al libro. Luego, nuevamente a la ventana.

4 comentarios:

Pati Difusa dijo...

siempre sumerjo la cabeza en los libros y en el mp3, de lo contrario moriría asfixiado de hermanos yaipén y grupo 5.

Luis dijo...

Y a mi me gustaría vivir en la Lima de Ribeyro.

Gustavo Ochoa Morán dijo...

Fungir como alucinados Gullivers y esperar a que diminutos limeñiputienses aten nuestros cuerpos durmientes con insulsas cuerdas.

Así de increíbles pueden hacernos estos geniecillos.

menchis dijo...

Hace poco (re)leí ese cuento tan bacán que se llama "El próximo mes me nivelo" del gran Julio Ramón Ribeyro. Se lo recordé (y reconté) a un amigo mientras caminábamos por la Plaza San Martín. "Puta madre!", me dijo al final de la historia y guardamos varios minutos de silencio porque el cuento resultó demasiado preciso. Luego comimos turrón.