lunes, 9 de abril de 2018

Encuentro por las azoteas

¿Qué cara ponía Ribeyro cuando leía a Bukowski? ¿Se cagaba de risa o se aburría? Siempre me lo he preguntado. Son casi contemporáneos. Ambos murieron el 94. De hecho deben haberse leído. Y si los dos hubieran vivido en Lima, seguro que algunas chelas se habrían metido juntos. Bueno, el otro día leíamos en clase "Por las azoteas" (ese cuento que leíste en el cole y que debes releer pronto), y me pareció reconocer un verso de Bukowski entre las líneas de Julio Ramón. Sucede cuando el rey de los gatos está de cumpleaños, ha traído frutas y limonada para comer con su amigo y de pronto le comenta esto: "¿No decía un escritor famoso que las cosas más pequeñas son las que más nos atormentan, como, por ejemplo, los botones de la camisa?" El verso de Bukowski no habla de los botones de la camisa, habla del cordón de los zapatos, pero es casi lo mismo:

"no son las cosas importantes las que
llevan a un hombre al
manicomio. Está preparado para la muerte o para
el asesinato, el incesto, el robo, el incendio,
la inundación.
No, es la serie continua de pequeñas tragedias
lo que lleva a un hombre al
manicomio...
no es la muerte de su amor
sino el cordón de su zapato que se rompe cuando tiene prisa."

¿Verdad que parece haberlo tomado de ahí? También pensé que esa epifanía no es tan difícil de alcanzar. Es probable que otros escritores ya la hubiesen utilizado. Jean Paul Sartre en La náusea por ejemplo. A lo mejor Ribeyro se refiere a otro escritor famoso. Pero si Bukowski le dedicó un poema de Vallejo, no me parece tan descabellado pensar que Julio estaba citando a Charles. Además, el personaje de la azotea, apartado del mundo, apestado, marcado ¿no se parece un poco a Henry Chinaski? Esta tarde se me ha cerrado con llave la puerta del cuarto cuando iba a bañarme y me he quedado desnudo en mi sala. No tenía ni un solo jean fuera del cuarto ¿Cómo ir a llamar al cerrajero? Me quedé sacudiendo el pomo de la puerta como un loquito, pensando que sí, que estaba a punto de ir a parar al manicomio. Luego he venido a sentarme a escribir que es una de las pocas cosas que me tranquilizan. Tengo un gran póster de Ribeyro justo frente al teclado. Una amiga me dijo ¿Sabes que las fotos de Ribeyro dan mala suerte no? Algo así he escuchado, le digo, pero esta no voy a quitarla ni cagando. ¿Ah no? ¿Por qué no? Pucha, si de vez en cuando no tuviera mala suerte, si no me quedara a veces del otro lado de la puerta que quiero cruzar, entonces ¿de qué escribiría? Como decía Julio: donde empieza la felicidad, empieza el silencio.


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