lunes, 18 de febrero de 2019

Así es la vida del artista

Hace 20 minutos me escribe un amigo, profesor de secundaria. Me cuenta que ha leído mis cuentos con sus alumnos. Dice que les han gustado. ¿Puedes mandarles un audio para saludarlos? Estamos aquí en clase. Claro, le digo, un poco palteado porque yo no sé hablar chévere y temo decepcionarlos. De todas formas cojo mi cel, abro el wasap y machuco el botón de grabar audio. Imagino el salón de un colegio de La Victoria donde 30 chibolos me están escuchando atentamente. Hola muchachos, les digo, gracias por leer mis cuentos del cole. ¿Saben? Todos esos chicos: mi pata Cara de chiste, Panzaloca, Milkito, existieron. Tal vez no se den cuenta ahorita, pero a esos amigos que tienen junto a ustedes los van a recordar toda su vida, así que trátense con cariño, cuídense y sean buenos patas. Me despido y suelto el botón. No lo he hecho tan mal, pienso, hasta solemne he estado.

Un par de minutos después me vuelve a escribir el profe. Me dice que casi han llorado con el mensaje pero que ahora quieren verme. ¿Puedes mandarles un vídeo?. Csmreee. Inmediatamente me hago un autoscan. Estoy en calzoncillos, despeinado y hecho mierda. Sobre mi escritorio los restos del desayuno se confunden con el borrador de mis cuentos en proceso. Corro a lavarme la cara, me paso los dedos por el cabello y me cambio de lentes. Los que uso para escribir parecen los de Daniela Romo en Pobre Secretaria. Respiro hondo, sonrío y machuco el botón de grabar vídeo. Hola muchachosss, vuelvo a decir. Hago un paneo en modo selfie y les muestro mi hogar. Miren, este es mi librero, esta que tiene las tetas al aire es Frances, mi roomate, y este es mi escritorio, aquí escribo mis historias. Levanto la página con un cuento lleno de dibujitos y se las muestro. Y bueno, ya no les enseño más porque estoy en calzoncillos y debo seguir escribiendo, así es la vida del artista. Adiós!

El profe me agradece, dice que se han cagado de risa y nos despedimos.
Y yo me quedo pensando: ¿La vida del artista?

Recuerdo que un profe me contó que John Cheever, el genial escritor norteamericano, se ponía el terno y la corbata todas las mañanas, luego bajaba al sótano de su propio edificio, se quitaba la ropa y se ponía a escribir sus cuentos en calzoncillos. Al parecer le daba vergüenza que su familia no lo viera salir a trabajar como el resto de seres humanos así que cumplía con ese ritual.

Yo estoy a 4 días de los 40 años. Vivo con un maniquí al que he puesto nombre de mujer. Los lunes desayuno al mediodía y escribo cuentos en calzoncillos. No tengo la décima parte del talento de Cheever. Pero igual, a veces me llaman para que dé consejos a los jóvenes desorientados.

Y cuando lo hacen yo prendo la cámara y les hablo y les muestro cómo es mi vida.

Y aunque tal vez debería darme
La verdad es que ya no me da
Ni un poquito de vergüenza.



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