jueves, 21 de febrero de 2019

Las fotocopias



Durante todo el día de ayer –mi hermoso primer día de vacaciones- recibí notificaciones de mis queridos ex alumnos que me etiquetaban, cagaos de risa, en una noticia que dice así:

“SE FUGÓ A CANCÚN CON EL DINERO
DE LAS COPIAS DE SUS ALUMNOS”

¡Profeee, su caso! me dicen los conchesumares xD. Las primeras dos veces que lo vi me dio risa. A la tercera ya me reía pero de costado como Terminator. Ahora ya estoy como Kathy Bates sacando el martillo en Misery. Y les voy a explicar por qué.

Imaginen esto -mis pequeños emisarios del Armagedón-. En mi cuarto hay un closet. En ese closet hay un cajón. Y en ese cajón hay una copia de todos los cuentos que alguna vez me emocionaron desde que tenía 17 años. Es el Anthology de 22 años de lecturas. Ahí están: Un día perfecto para el pez plátano de Salinger, De qué hablamos cuando hablamos de amor de Carver, La venganza de los malditos de Bukowski, El Ojo Silva de Roberto Bolaño, El muchacho que predecía los terremotos de Margaret St. Clair, Romper el cerdito de Keret, Papá Noél duerme en casa de Samanta Schweblin, Maleficio de Marguerite Yourcenar, Gato bajo la lluvia de Hemingway, Por las azoteas de Ribeyro. Y también hay cómics: Mafalda, Boogie el aceitoso, Inodoro Pereyra, PowerPaola, Persépolis, Maus. Cada mañana, antes de ir a clase, abro ese cajón y me pongo a pensar: ¿Qué les llevaré hoy a estos velociraptores urbanos para que se emocionen y no me hagan rabiar?

No solo lo hago por ustedes, claro. Lo hago por mí. No saben lo divertido que es ver la cara de alguien que está leyendo POR PRIMERA VEZ: Dejar a Matilde de Alberto Moravia, El lago de Bradbury o El amor es ciego de Boris Vian. Ese maravilloso momento en que llegas a la línea final de “Con Jimmy en Paracas” y el papá pregunta: Manolo ¿qué quiere decir “bungalow” en castellano? ¡Cuántas veces el cuento que quiero leerles no está en internet! Y tengo que apretujar mis amados libros en el scanner. Abrirlos en dos como se abre de patas Van Damme en Kickboxer, con el riesgo de que se deshojen y mueran, tal como le pasó a mi vieja edición de Lima en Rock autografiada por el propio Oswaldo. Pero lo hice. Y lo hice feliz, para que ustedes conocieran a Cara de Ángel, al Príncipe, al Rosquita. Recuerdo que incluso lo scaneé a colores para que pudieran ver cómo ese libro de hojas amarillas fue escrito sin miedo en la década del 60, cuando ni sus viejos habían aprendido a pajearse.

Después me voy al instituto con una hora de anticipación (una hora que nadie me paga), hago la fila en la fotocopiadora (la fila que ustedes no harán), espero, ayudo a engrapar, pago, y camino hacia el salón con un kilo de fotocopias en la mano. Luego debo pasar como un cobrador de combi entre sus asientos, esperar como pendejo a que saquen su billetera de Pucca, y cobrarles lo mismo que yo acabo de pagar por las copias. Si alguna vez les cobré 1 sol por una separata que valía 0.90 lo hice para no llenarme de céntimos, lo mismo que cuando me costaban 1.20 y redondaba para abajo. Eso sin contar que usualmente saco 30 copias y solo van 20 alumnos así que me regreso a casa con los tamales fríos sin vender.

Que alguien crea que un profe puede viajar a Cancún con el dinero de las copias solo confirma que los Comunicadores realmente son unas bestias en matemáticas y deberían suicidarse pronto.

El profesor de la noticia en la que me han etiquetado subió una foto en la playa a sus redes con una leyenda que dice: “Al fin un merecido viaje, quién iba a pensar lograrlo con una fotocopiadora” xD Evidentemente es una broma. No se puede confiar en una noticia que te linkea a otra que dice “Perro intenta rescatar juguete durante la hora de lavado y se vuelve viral”. Queridos alumnos, no sé qué les enseñan en Fuentes de información. Pero me da miedo.

De todas formas, según la noticia, los papás del colegio han exigido que se haga una investigación al profesor. Y yo pienso: ¿Quién es esta gente loca que reclama por un sol de cultura y no por los mil dólares que paga por un celular nuevo que dentro de un año será obsoleto?

Miren, mis queridos pichones de pterodáctilo, yo voy a seguir fotocopiando y repartiéndoles cuentos, cómics y poemas. Voy a seguir haciéndolo porque tuve una profesora hermosa de Lengua que hacía lo mismo cuando yo tenía 17 años. Se llamaba María Lourdes Morimoto y llevaba unas separatas divertidísimas, salpicadas de cuentos de cronopios y tiras de Mafalda. Gracias a una de esas tiras (aquella en la que Manolito confunde la palabra Pichiruchi con Machu Picchu), yo aprendí que las palabras, además de un significado tenían un sonido, un ritmo, cierta suavidad o aspereza que se podía sentir si las pronunciabas con cuidado, como quien paladea un vino o huele un melón frente a la góndola del supermercado.

Quién sabe, a lo mejor si María Lourdes no llevaba esas separatas tan chéveres, yo no hubiese descubierto mi amor por el lenguaje y hoy estaría todavía en una agencia de publicidad diseñando avisos para enyucarles celulares, autos o cojudeces por el estilo.

Ser su profe es una de las cosas más bonitas que me pasó en la vida. La verdad, es tan paja que lo haría gratis, así como gratis he escrito cuentos durante 23 años. Pero cuántas veces se me ha roto el corazón al salir del salón y ver una separata abandonada sobre una carpeta. La veo ahí tirada y me pregunto ¿No tendrán una novia o una mamá a la que regalarle esos cuentos? ¿No querrán leer esas historias nunca más? Luego la recojo y me la llevo, se la doy al señor de la limpieza o a la chica de las fotocopiadoras a quien a veces descubro espiando la separata.

Nunca he ido a Cancún y tampoco tengo ganas. La verdad es que la playa me llega un poco al pincho. Prefiero caminar por esas ciudades viejas y un poco detenidas en el tiempo que son como libros que nadie abre hace años.

No sé qué hacen con las separatas al final del ciclo. Imagino que algunos de ustedes las guardan con cariño o se las han regalado a un amigo. También sé que realmente no creen que los saqueo con las copias. Si me gustara el dinero no sería escritor ni mucho menos profe, dos de los trabajos peor pagados en el Perú. Si les conté toda esta historia, tampoco lo hice para reivindicarme. Sé que me quieren y que les gusta joderme. Siempre he sentido su cariño, tanto cuando me regalan un libro al final del ciclo como cuando me etiquetan en un meme.

Lo hice para que recuerden que así como se pueden compartir memes también se pueden compartir cuentos, poemas y cómics. Y el día que lo hagan, van a formar parte de una de las costumbres más viejas de la humanidad: la de pasar historias de boca en boca, de mano en mano y -ahora con internet- de post en post.

El día que descubran el orgasmo cerebral que produce sembrar una emoción, una epifanía o una pregunta existencial en un corazón ajeno, se van a dar cuenta de lo poco que importan 50 céntimos o un sol y lo mucho que importan las palabras.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente cuento, profe, me he reído mucho, soy también aficionado a la literatura, y la verdad me he sorprendido de la gracia y agilidad con la que escribe. Lo felicito, maestro, voy a intentar leerle la mayor cantidad de cosas de usted. Saludos cordiales