lunes, 28 de noviembre de 2011
la orilla
Hoy he bajado al mar. He vuelto a casa con diez piedras y un cangrejo seco. La coraza del cangrejo parecía una pieza de bisutería, no un bicho muerto. Encontré varios cangrejos secos entre las piedras pero había que cogerlos con cuidado para que no se te hicieran polvo entre los dedos. Cuando se hacían polvo era difícil imaginar que eso alguna vez había sido un ser vivo. Hace un par de días aquellos cangrejos habían estado corriendo de lado entre esas mismas piedras redondas, escapando de la espuma que sube crepitando, pero ahora se deshacían por completo entre mis dedos sin que yo hiciera presión alguna. Sus ojos, sus tenazas, sus patas eran solo un poco de polvo que caía entre mis piernas y desaparecía entre las piedras.
Estaba yo leyendo a Guy de Maupassant en la orilla. El cuento que leía era "La Maison Tellier" y trata de unas prostitutas que van de viaje a otro pueblo para la primera comunión de una niña. En el nuevo pueblo nadie sabe que son prostitutas así que les ofrecen el lugar de honor en la iglesia; pero cuando comienza la ceremonia, una de las prostitutas viendo aquellas niñas, recuerda su propia infancia y se echa a llorar. Al cabo de unos segundos todas ellas están llorando y finalmente todos en el templo gimen y lloran conmovidos. Un cuento inolvidable, escrito con palabras simples. Pensaba yo: escribir un cuento debe ser como escoger piedras en este lugar. Todas parecen iguales y sin embargo...
Pensaba yo en esto pues tras terminar el cuento me había puesto de pie y buscaba algunas piedras para llevar a casa. Era difícil mantener el equilibrio porque las piedras no se mantenían firmes y resbalaba y me hundía igual que con las palabras. La más bonitas, además, estaban cerca de la reventazón y había que correr a cogerlas cuando la marea se retiraba por unos segundos. Buscaba yo una piedra de esas que se usaban antes en la cocina para chancar los ajos o la carne. Había ido al mercado a comprarla y todas las señoras me habían dicho que ya nadie vendía piedras y que si quería una, fuese a la playa. Así que allí estaba yo, buscando piedras para chancar carne y leyendo a Maupassant.
Ahora, mientras escribo, tengo las piedras aquí sobre el escritorio, junto a mi mano derecha. A ratos las acaricio. Coloco una negra sobre una blanca y trato de recordar el poema de Vallejo. También tengo aquí el pequeño cangrejo. Tiene ocho patas y dos tenazas. Cada tenaza no tiene más de un par de milímetros de grosor y sin embargo es tan perfecta como un barco o una mesa bien puesta.
No sé muy bien por qué traigo estas cosas a casa. No sé tampoco por qué voy al mar o por qué leo a Maupassant. Pero me siento bien, y me doy cuenta de que con los años, he aprendido a confiar más en aquellas cosas cuya razón de ser no puedo explicar.
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8 comentarios:
Esas cosas como los cangrejos que pasaron a mejor vida, las piedras, un cuento, la melodía que eriza los vellos, el colibrí que -por suerte- logras ver detenido y no en ese oligofrénico aleteo. Esas cosas son (parte de) la vida.
Qué bueno que andes de vuelta, Pierre.
Yo también traje alguna vez un puñado de cangrejos a casa, nunca tuve la suerte de encontrar uno con tantas patas, los que yo traía eran bípedos y tuertos. Igual los quería y los nombraba. Lo mismo con las piedras. Es bonito el nombre de todas en cojunto no? canto rodado,a quién se le habrá ocurrido :)
gracias Giancarlo! voy a tratar de meterle un buen ritmo a este blog q ya se estaba apolillando
"un puñado de cangrejos" xD kara, te cuento q hoy se le cayó una pata al mío o sea q ya solo tiene 7. me gusta tu obsesión con nombrar los bichos. igual es joaquín q el otro día me estuvo diciendo los nombres de todos sus perros de peluche. sobre lo del canto rodado puede ser q venga del latín pq canto en portugués es borde. eu sou ze pequeno
¿Importa la razón?
Yo no sé por qué te leo, pero lo hago y me siento bien.
Yo también tuve la linda experiencia la semana pasada de estar escogiendo cantos rodados con un amigo y recogiendo la carcaza de los cangrejitos, me parecieron alucinantes porque habían varios completos, con mucho detalle a pesar de su tamaño y hasta pude moverles las tenazas cual transformers. Y sí, me lo aluciné como un anillo o unos aretes. Jeje. Juntamos varios cantos rodados para un jardín y cerca de 30 cangrejitos pero luego sólo me quedé con 2 para casa. Lamentablemente los dejé como adorno en el carro y los chicos del valet parking los desaparecieron...me puso muy triste. Los cantos rodados sí llegaron a su destino, al menos.
Iré a buscar otros cangrejitos en estos dias.
Disfruté mucho leerte, estoy construyendo mi blog y me gustó mucho la ilustración del cangrejo. Me gustaría saber si me permites utilizarla para ilustrar un escrito que tengo pendiente de publicar. ¿Es esto posible? Un saludo muy cordial.
con confianza Beto, úsala
Muchas gracias, Pierre. Ya está publicado, solo falta cambiar la imagen por la tuya.
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