miércoles, 14 de agosto de 2013

la monocromática espalda

Después de almorzar con dos viejos amigos a quienes dejé de ver por mucho tiempo, subo en bici hacia Miraflores. Como cada vez que recorro Pardo (una de mis avenidas favoritas en esta ciudad), me detengo un rato frente al busto de Ribeyro. Normalmente solo paso a saludarlo; pero hoy, además, le pido su bendición. En menos de una semana empiezo como profesor y, según me han dicho, dictar literatura a las nuevas generaciones es como ser una ninfómana hablando de sexo ante un grupo de catequistas frígidas. Protégeme Julito, le pido. Les hablaré de ti. Les leeré tus cuentos. Luego sigo pedaleando. No acabo de salir del óvalo cuando veo en una esquina a Charles Chaplin acomodándole la armadura a Depredador. Es una visión que me detiene. He visto antes a ese Carlitos Chaplin agitando su bastón por el Parque Kennedy y he visto también a Depredador lateando por el Jirón de la Unión junto a su pata Alien. Por un par de soles se toman fotos con los niños o los poetas. Pero bueno, ver a Depredador y a Chaplin juntos, es otra huevada. El primero, es un monstruo aterrador, de estatura considerable, lleno de colmillos y greñas. Hay niños que lloran de pánico cuando sus padres (víctimas del cine ochentero) intentan hacer que se tomen una foto con aquel bicho del cual los niños no tienen ni puta idea. Sin embargo, verlo parado bajo los eucaliptos de Pardo, al mediodía, y mientras el personaje más simpático del cine -arrodillado frente a él como una costurera- le acomoda la falda de la armadura, es como ver a un niño ante su mamá en la mañana del primer día de colegio. De pronto a Depredador se le ve dócil, domesticado y ya no da ganas de que venga Schwarzenegger a reventarlo a metralletazos. Una vez que Chaplin lo deja listo, Depredador le palmea cariñosamente la monocromática espalda y se van caminando juntos rumbo al parque, probablemente a meterse en sus personajes y ganarse los frejoles. Es una imagen que me reconforta. Al principio no comprendo muy bien porqué, (ni necesito saberlo) pero de pronto presiento algo. Mientras observo sus disímiles espaldas alejarse, recuerdo la de mis dos amigos que se despidieron de mi unos minutos antes. Uno de ellos, el chato, también se llama Carlitos como Chaplin; y aunque el otro, por supuesto no se llama Depredador, es enorme y a veces suele comportarse como una bestia de otro planeta. Pienso: la amistad debe ser eso ¿no? Solemos creer que se trata de encontrar gente que, por su trabajo, sus hobbies o su forma de pensar, parecen adaptarse al guión de nuestra película; cuando en realidad, se trata más bien de los inesperados personajes que llegaron a nuestra vida cuando, entre el rodaje de una escena y otra, nos quitamos el disfraz y nos alejamos del rutinario plató para echar a caminar un rato bajo los eucaliptos.

1 comentario:

Yolanda Gomez dijo...

Hola, vuelve a escribir. Ya me leí todos tus post incluyendo yujuuuuuuuu