viernes, 21 de noviembre de 2014

la última clase

El ciclo va llegando a su fin. Me quedo mirando a mis alumnos y me pregunto si realmente les he enseñado algo. Detengo la clase. En un arranque (no sé bien si de sinceridad o de narcisismo) les digo que saquen un papelito y escriban una pregunta que les gustaría hacerme. Una pregunta sobre el acto de escribir o de publicar un libro. Algo que no haya podido enseñarles en el ciclo. Algo que no esté en el syllabus ¿Cualquier cosa, profe? Cualquier cosa. Se ponen a escribir. ¿Listos? Listos. Lo primero que preguntan: Profe ¿consume drogas cuando escribe? Ya la veía venir. Todos me quedan mirando con sonrisas ansiosas, como si yo fuera Johnny Depp en "Miedo y Asco en Las Vegas" y estuviera a punto de abrir una maleta y ponerme a repartir metanfetaminas y éter. Me cuesta romperles el corazón, pero lo hago. Bueno, chicos, las consumo pero nunca cuando escribo. La hierba da sueño. Un par de chelas, una botella de vino, eso sí, lo suficiente para invocar esa maravillosa habilidad de confundir una cama con un rinoceronte, pero no tanto como para dejar que tu propio sueño te atraviese el cerebro con su cuerno. Segunda pregunta: ¿Qué es la literatura? Ala no, muy difícil. Profe, tiene que responder, exigen. Me quedo mudo, pienso un poco. Es lo que se inventa la gente que no aprendió a vivir en el mundo real. Tercera pregunta. ¿Cuánto gana escribiendo? JAJAJA Que buen chiste, csm, siguiente pregunta. Ya pe’ profe, en serio. Mira, lo poco que gané me lo gasté invitándoles chelas a los amigos que compraron mi libro. Profe, ¿cuánto le toma escribir un cuento? A veces una noche, a veces un mes, hay cuentos que empecé cuando tenía 20 y los terminé cuando tenía 30. ¿Qué es lo que más le gusta de escribir? Escribir. Ese momento en que acabo un cuento y siento que he creado una mano capaz de apretar un corazón. Última pregunta. Profe, ¿necesita estar inspirado para escribir? Lo necesitaba cuando tenía 17. Escribía cada vez que una chica me choteaba. Escribía para escapar de la friendzone. Pero a ese ritmo escribía dos veces al año. Entonces comprendí que no podía depender de eso. Tampoco se trata de escribir sin inspiración, pero mira, si te sientas todos los días a escribir, al cabo de un tiempo eres como uno de los perros de Pavlov y no puedes ver un teclado sin empezar a salivar. Todo lo que te pasa lo imaginas en palabras. Ahora puedo escribir sobre cualquier huevada y convertirla en algo maravilloso. ¿Cómo sobre qué, profe? Sobre ustedes por ejemplo.

No hay comentarios: