viernes, 13 de marzo de 2015

¡¡ES HERMOSOO!! !!¡HERMOSO!!! ¡¡¡MUAJAJAJAJAJAAAAAA!!

Cuando empecé a ser profe, un amigo que también era profe me dijo: "Te van a poner chapas, cuando las sepas, cuéntamelas para cagarme de risa". Yo me resigné con alegría, pues me parecía paja tener alumnos que me pusieran chapas. Y siempre estuve atento, tratando de descubrirlas, pero nunca me gané con nada y hasta ahora no sé cómo carajo me dicen. "Tal vez no me han puesto chapas" pensé ilusamente alguna vez. Pero bueno, si no me las habían puesto, tal vez después del episodio de hoy me haga merecedor a una. Fue así:

Esta mañana empezó el ciclo. Nada mejor que llegar a la primera clase y ver todo el salón lleno de cerebros vírgenes. Lo primero que hago es intentar dinamitarles esa pereza que le tienen a los libros. Les hablo de la posibilidad de vivir otras vidas, de ser otras personas. ¡Es como cuando juegan PES y se convierten en Messi —les grito— O como cuando revientan zombis a escopetazos en Resident Evil! ¡Igualito carajo! Solo que —sin quitarle mérito a los juegos de vídeo— la literatura tiene cartuchos con experiencias más profundas. Por ejemplo, ustedes ahorita tienen veinte años, son una tira de pajeros, pero si abren un libro de Tolstói, pueden convertirse en el viejo Iván Ilich, postrado en su cama y aterrorizado por la inminencia de la muerte. ¡Una muerte que ustedes no vivirán hasta dentro de muchas décadas! pero que gracias a un genial escritor ruso podrán temer y tocar durante noventa páginas. Incluso pueden ser animales salvajes. Pueden ser el pequeño Colmillo blanco cuando se asoma por primera vez afuera del cubil en que lo ha dejado la loba, y ve la nieve y resbala y experimenta el dolor. Pueden sentir sus colmillos cuando descubre por azar el nido de perdices y se mete un pichón a la boca y siente el crujir de los huesos y la sangre. Y lo mejor, es que no hay culpa ni moral ni castigos pues el único fin es la belleza. Leyendo pueden convertirse impunemente en seres terribles que la sociedad enrejaría. (Aquí es cuando me empiezo a emocionar) ¡Pueden ser el encantador Patrick Bateman cercenando la cabeza a sus noviecitas en American Psycho! ¡Pueden ser el Arthur Gordon Pym de Poe cuando se resigna a comer carne humana para sobrevivir! ¡Pueden ser Paul Sheldon en Misery, gritando de horror cuando ve a Annie Wilkes, su más grande admiradora acercarse con el hacha y el soplete para rebanarle el pie! ¡¡Pueden ser Raskolnikov cuando le abre la cabeza a hachazos a la vieja usurera de Crimen y castigo!! ¡Oh Diosss! ¡¡¡Pueden ser Jean-Baptiste Grenouille momificando jovencitas para destilar el perfume que mana de sus pieles!!! ¡¡ES HERMOSOO!! !!¡HERMOSO!!! ¡¡¡MUAJAJAJAJAJAAAAAA!!!

Cuando vuelvo en mí, los veo con los ojos bien abiertos y pegados al respaldar de sus carpetas. Algunos se ríen, pero con risas nerviosas y entrecortadas. Acaban de comprender que con "experiencias profundas" me refería a la profundidad de los hachazos. Después hay un silencio extraño. Los mando al break y me quedo solito. Ahora sí me gané mi chapa, carajo. ¡Ahora sí! Ojalá sea El cercenador. Siempre me ha gustado el sonido de esa palabra. Esas dos erres larrrrrgas y ronroneantes como de sierra eléctrica. El cercenador me gusta. O el profe Hachazos. Pero me contentaré con cualquiera que se les ocurra.

1 comentario:

Paco Castillo dijo...

Pierre, si fuese alumno tuyo, sabiendo que tengo que vérmelas con el profesor Hachazos, no te molestes en buscarme por las primeras filas, si no tienes inconveniente te escucharé desde la última...no vaya a ser que se te escape un hachazo...jejeje.
Admiro tu determinación para inculcar a tus alumnos el interés por la literatura, un reto titánico,sin duda, aunque con tu sentido del humor ( y tu hacha) tal vez no esté todo perdido.Un saludo amigo.