sábado, 16 de enero de 2010

orientación vocacional 7

John Mosca se cayó de un mototaxi y perdió la memoria. Nos habíamos montado seis a la moto y en medio de la pendejada John -que era uno de los que venía colgado por fuera- se nos cayó como una caca y se golpeó la cabeza contra la pista. Como John no se murió, el mototaxista dijo que igual teníamos que pagarle. El resto del camino a casa lo hicimos lateando. Fue entonces cuando John preguntó que dónde era su casa. Le dijimos no jodas John déjate de huevadas y entonces John preguntó que quién era John. Nunca habíamos escuchado algo tan cague de risa. Claro que al principio hubo un silencio. Después todos volteamos a mirarlo, lo cacheteamos y finalmente entre el ataque de risa y pánico fuimos corriendo a sentarlo bajo un algarrobo y a inpeccionarle la cresta para ver si no se le habia roto y por ahí se le estaba escapando toda la mierda. No tenía nada, pero el cabrón de veras no sabía por qué le llamábamos John. Lo llevamos a su casa y en el camino lo convencimos de que su verdadero nombre era Pedro, nombre que al parecer le sonó mucho más suyo que John. Como el camino a su casa era largo, nos dio tiempo además para convencerlo de que estaba en el cuadro de honor del salón y de que traía locas a todas las chicas del colegio y que sus padres eran multimillonarios. Cuando llegamos a su casa, John, que por cierto era el más bestia, feo y pobre de nosotros, estaba tan contento que también nos creyó que nos había invitado a almorzar y dejó que nos comiéramos todo el ají de gallina de sus viejos. Al día siguiente volvimos a buscarlo para seguir jodiéndolo, pero tras el sueño ya había recuperado la memoria. ¿Quién es Pedro? – nos preguntó. Es raro, pero cuando nos graduamos del colegio John ya no era ni de lejos el más bestia ni el más pobre de la clase. Y bueno, seguía siendo feo, pero llevaba su fealdad con gracia igual que un lagarto y eso le confería cierta personalidad encantadora. A veces cuando me siento mal por haberme comido el ají de gallina de John, trato de convencerme de que el sabotaje mental que le metimos aquella tarde tuvo algo que ver con su milagrosa mutación. Y pienso que al fin y al cabo no resulta tan caro cambiar una sacada de mierda por un futuro prometedor. Bueno, una sacada de mierda, y una rica olla de ají de gallina.

7 comentarios:

Flucito dijo...

¡mierda! Experimentación psicológica. Estaban quemados, hombre. Ahora entiendo.

Gustavo Ochoa Morán dijo...

jajajá

noseasloco dijo...

pobre John... ¿o Pedro?

Anónimo dijo...

ta mare, que buena!

PELO-PON-ESO dijo...

jajajaja, que buena! paso por aquí después de tiempo. Un abrazo!

Unknown dijo...

pii
acabo de leer todos tus cuentos de orientación sexual, diré vocacional, me alegro que hayas vuelto a escribir con el mismo ritmo de antes.

Pierre dijo...

=DDD
graciassss sannndra
en un ratito posteo otro!

ayer pasé por tu blog y me ha gustado la nueva cabecera y el último poema. quién es el sr cáceres? xD