lunes, 28 de julio de 2014

Fina estampa

Ayer me compré una guitarra. Es una guitarra acústica con cuerdas de nylon, como esas con las que uno aprende a tocar. Me gusta porque no tiene ningún color ni diseño particular y podría ser la guitarra de cualquier chico del mundo. Si vas y coges un diccionario y buscas la palabra guitarra, aparecerá la que tengo ahorita entre los brazos. Su sonido es suave, como si las ondas estuviesen tanteando con sus manos la casa de madera que van a habitar de ahora en adelante. Sin embargo, la sexta cuerda ronca ya con carácter y me recuerda aquel verso que dice: "en las risas hilarantes de niños que juegan está contenido el llanto de los hombres que serán"

Con la guitarra me regalaron una funda, así que me la colgué a la espalda y me fui caminando por Cantuarias. No caminaba con una guitarra en la espalda desde hacía diez años y había olvidado lo protegido que uno se siente. Es como llevar el arca del diluvio a cuestas. Como saber que aún si te parten en dos, podrás sentarte a cantar un canción para remendarte.

Bueno, subí por Larco y tomé un bus para ir a la FIL. Conseguí un asiento junto a la ventana izquierda desde donde veía cómo salíamos del Parque de Miraflores. Como a tres cuadras, se subieron dos chicos con una guitarra y dijeron que iban a tocar unas canciones. Me quité los audífonos. Entonces, se pusieron a cantar a dos voces una versión tan bonita de Fina Estampa que todos en el bus empezaron a sonreír como idiotas. Era como si nos hubiésemos teletransportado al Teatro Nacional y estuviéramos en cómodas butacas con nuestros mejores trajes. Ellos dijeron que la música era la risa del alma y todos les creímos, porque mientras cantaron esa canción de Chabuca, dejamos de ser limeños atorados en el tráfico y fuimos seres humanos capaces de sonreír a las 6 de la tarde.

Tocaron también Puentecito escondido, y cuando pasaron su gorrita, la gente vació sus bolsillos para ellos. O al menos eso es lo que me gustaría creer. Cuando ya estaban a punto de bajarse por la puerta trasera que era por donde yo estaba sentado, vieron mi guitarra y quisieron conversar. Me preguntaron qué música tocaba. Les dije que acababa de comprarla y me gustó que creyeran que era un principiante, porque después de verlos tocar y cantar, me sentía así. Entonces saqué de mi bolso 3 uñas que me acababa de comprar para tocar la guitarra, las puse sobre la palma de mi mano y se las mostré. Tenían diseños de discos de los Beatles. Te regalo una, le dije al guitarrista que sonrió sorprendido. Primero escogió la del Yellow Submarine pero como era muy gruesa para su tipo de música la cambió por la del Revolver. Antes de bajarse me preguntaron si me gustaba Chabuca. Les dije: lo primero que voy a hacer al llegar a casa es aprender a tocar Fina Estampa.

Al final no fue exactamente lo que pasó porque al llegar a la FIL me encontré con una amiga y cantamos Confesiones de invierno como chibolos de campamento y luego me acordé de Fake Plastic Trees y la toqué y por la noche fui con otros amigos a Las Mesitas de Barranco y el pianista estaba tocando Alma Llanera y Las vírgenes del sol y después Strangers in the night, y al llegar a casa estaba medio sad porque ni rastro de ti así que estuve toda la madrugada tocando sin parar Famous Blue Raincoat hasta que me quedé dormido. Recién ahora recordé lo de ayer, busqué las notas y me he puesto a tocarla.

Fina Estampa está compuesta en base a cuatro simples acordes que hacen la ronda como niños: Re mayor, Mi menor, La7 y Si7. A ratos uno le cambia de lugar a otro y también en el coro hay una divertida bajada, como si uno de ellos se tropezara y se pusiera de pie rapidito: Fa#m Fam Mim. Otro detalle que me ha gustado es que el mi menor de esta canción no suena triste. A mi parecer, Mi menor es el acorde más triste de la vida. Lo recuerdo sobre todo de canciones como: Jealous Guy de Lennon o El viento eres tú de Silvio. Pero en esta canción, suena reconfortado, como si el resto de acordes lo estuviesen acompañando en la caminata diciéndole: tranquilo, loco, ya verás que la vida es de puta madre.

Yo no celebro las fiestas patrias y la verdad es que me llegan un poco al pincho las banderas. Creo que una vez que sales del país, descubres que tienes hermanos en todas partes. Si tuviera que escoger una patria, esta sería la de la gente que canta. Y gente que canta, hay en todas partes. En todo caso, lo que podría agradecer hoy, es que en este país donde faltan tantas y tantas cosas, no haya faltado nunca gente como Chabuca Granda. Y también, que uno pueda subirse a un bus cualquiera, una tarde cualquiera y bajarse a punto de llorar de alegría solo porque alguien se puso a cantar una canción.


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