sábado, 18 de octubre de 2014

la grande bellezza

Acabo de ver La grande bellezza y me he quedado con la sensación de que debo salir a la calle. De que la vida está en otra parte y no aquí en este cuarto, por más bien que se esté sobre el colchón iluminado por el reflejo del proyector en mi pared. Es peligroso ver películas los sábados por la noche. Sobre todo si uno está solo. Porque algunas son como un pequeño Aleph que te asoma al mundo. Te recuerdan que afuera hay calles de farolitos, fiestas, pájaros hermosos, barrenderos, gente borracha que dice cosas maravillosas, chicas, besos, música. Ya me había pasado antes. Con El graduado, por ejemplo. Pensaba verla antes de dormir, pero después de aquel final con la escena de la boda y la fuga tuve que ponerme el jean e irme a pasear a Barranco, esperando, como diría Ribeyro, "la irrupción de lo maravilloso". Sin embargo, esta semana ya he tenido suficiente irrupción de lo maravilloso. Tanto que ayer he estado a punto de desvanecerme y J ha tenido que traerme agua y un pedazo de su propia torta de cumpleaños. Sí, la vida está en otra parte. Pero ya la saldré a buscar mañana cuando vaya con Pika a pasear a la ciclovía. Por ahora será mejor que me meta a la cama de nuevo y le dé play a otra película, esperando escoger alguna boba comedia de Hollywood y no otra que me recuerde que la noche es un laberinto mágico y que los minutos de nuestra vida son como pájaros migratorios que se posan brevemente a descansar en nuestras cornisas pero que abren las alas para seguir con su viaje apenas ven que nos aproximamos.

No hay comentarios: