martes, 7 de octubre de 2014

Poe

Hace unas semanas, mi primo Eduardo me contó que había conseguido “La narración de Arthur Gordon Pym” de Edgar Allan Poe en la edición de tapa dura de la colección Mis libros. Como yo estoy juntando esa colección (además de la insania de los Populibros que aún me tiene loco pues me faltan 2 de los 63), me volví chango porque ese volumen no lo tenía. Mi primo, que tiene 17 años y estudia Mecatrónica en la cato pero lee más literatura que varios de mis muchachos de Comunicaciones ¬¬, me explicó que esa era la única novela que había escrito Poe y que, además de la habitual matanza, incluía canibalismo. Después me dijo ¿EN SERIO, NO LA HAS LEÍDO? con el mismo tono que usaría alguien para preguntar ¿TODAVÍA TE MEAS LA CAMA? Bajé la cabeza, avergonzado. Unas semanas después, recorriendo Amazonas, conseguí el libro en esa misma edición y esa madrugada lo leí todo. Poe me subió al barco, me hizo naufragar y luego me tuvo flotando sobre los pocos maderos que aún se mantenían a flote, rodeado de tiburones y decidiendo con palitos quién sería el primero en morir canibalizado. Esa es mi idea de un buen libro. Es decir, ahora puedo disfrutar libros en los que los personajes no se comen a sus amigos, pero el niño que habita mi cerebro y que comenzó leyendo Viaje al centro de la tierra y Los viajes de Gulliver, siempre extraña este tipo de aventuras extraordinarias. Yo estaba medio palteado antes de empezar el libro porque ya me ha pasado leer a cuentistas geniales cuyas novelas me han decepcionado, pero Poe no fue el caso.

Estoy escribiendo esto porque en el muro de Karen vi que Edgar murió un día como hoy hace 165 años, cuatro días después de que lo encontrasen en las calles de Baltimore, delirando, borracho, casi muerto, y sin recordar cómo diablos había terminado así ni de quién eran las ropas que traía puestas. Tal vez en el caso de otros escritores convenga más recordarlos en el aniversario de su nacimiento, pero tratándose de Poe para quien la muerte más que un tema fue una especie de aura, nos viene bien este día. Sin embargo, como no disfruto tanto de hacer análisis ni crítica literaria, lo que estoy haciendo es contar algunas de las intersecciones de su obra con mi vida.

Otra noche, esperando a un amigo afuera del concierto de Metallica al que yo no había podido ir porque estaba misiazo, estuve sentado en una mugrosa esquina de Petit Thouars con unos papeles en los que había impreso El gato negro. Al día siguiente tenía que dar una clase sobre ese cuento así que quería analizarlo y ver qué podía decir. El concierto se había extendido más de lo previsto así que pasaban ya de las once de la noche y no había ni rastro de mi pata. Mientras leía el cuento, sentía cómo los últimos limeños subían a los buses y me dejaban solo en las calles desiertas de Lince. Cada vez que una cuadra se quedaba vacía, yo (más chivato) me paraba de la vereda y me iba a otra donde todavía hubiese por lo menos un barrendero o un perro callejero y seguía leyendo. La atmósfera que manaba del cuento era tan fuerte que transformaba la ciudad. Era como si en plena Petit Thouars yo me hubiese puesto a desenterrar tumbas y todos los gatos de Lima estuvieran mirándome. Pero además, la arquitectura del cuento era tan bella, que la euforia del descubrimiento y el miedo se mezclaban en mi cerebro como en un caldero, y me hacían sentir como imagino se debe haber sentido el primer sujeto que desenterró una momia o el esqueleto de un dinosaurio. Esa noche, Poe hizo que olvidara que me había perdido el concierto de Metálica y comprendí que aquella mugrosa esquina de Petit Thouars era mi único lugar posible aquella medianoche de marzo.

También podría contar que hace como 6 años, cuando fui a mi viejo colegio de Talara para la primera comunión de mi hermanito, terminé entrando a la biblioteca del cole y me llevé de recuerdo una antología de Poe (mi excusa es que habían como 20 copias) encaletada en el bolsillo del terno. Yo siempre fui un niño bueno en la primaria y nunca hacía pendejadas así que digamos que ese acto vandálico era algo que me debía a mí mismo con 20 años de retraso. Mis hermanitos me miraron con cara de espanto cuando vieron que me llevaba el libro, pero les prometí que cuando publicara el mío, mandaría una copia a mi colegio para subsanar el hueco, cosa que hice, aunque dudo que mis cuentos puedan cubrir el vacío dejado por Poe.

Finalmente, lo último que contaré es que lo primero que leí de Poe fue su poema “El cuervo”. Mi amigo Marco, que gustaba de hacer ruidos de animales, me hablaba siempre de ese poema y a veces chillaba como cuervo y decía ¡NUNCA MÁS! (Ahora cuando escucho a Jeanette cantar aquella parte de Corazón de poeta donde dice que su novio tiene “la voz de un pájaro” inmediatamente en mi cabeza suena el chillido del cuervo gritando ¡NERVEMORE!). Pero en todo caso, esta mañana abrí de nuevo el poema y lo leí y también escuché en youtube algunas versiones narradas por Vincent Price, Christopher Lee y Christopher Walken y terminé con los ojos vidriosos en la biblioteca de esta universidad donde lo leí por primera vez.

Aquí se los dejo. Aunque si nunca lo han leído, mejor guárdenlo para la noche cuando estén solos. En cuanto a mí, ya no puedo esperar a que se reanuden las clases para ir al salón, pedirles a estos salvajes que se recuesten sobre sus brazos, apagar las luces, cerrar las cortinas y buscando una voz como salida del averno mientras me paseo aleteando entre sus carpetas, comenzar a leerles: "Una vez, al filo de una lúgubre media noche…

¡NEVERMORE!

http://www.ciudadseva.com/textos/poesia/ing/poe/cuervo.htm



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