lunes, 18 de abril de 2016

Una espada desnuda

No sé con qué cara me paro todos los lunes frente a dos salones de 35 alumnos y les digo que vengo a enseñarles algo. Los miércoles y los viernes es más fácil porque ya me he acostumbrado de nuevo a mí mismo, pero el lunes, con la resaca todavía fresca, me siento como Toledo pidiéndole a Mark Zuckerberg que decodifique las Líneas de Nazca. Por cierto que el otro día leímos ese cuento de Stephen King en el que un loco anda matando chicas a martillazos y al terminar un alumno me preguntó si Stephen King era el señor de la silla de ruedas. Le dije que ese era Stephen Hawking y que ese Stephen escribía libros sobre agujeros interestelares y no sobre agujeros en el cráneo. Ah ya, me dijo. La cosa es que hoy tocó clase sobre la descripción y las figuras literarias. Así que estoy allí leyéndoles este verso de Kipling que Borges cita en una entrevista y que dice que es uno de las metáforas más bonitas que ha encontrado: "Si no me hubieran dicho que era el amor, yo hubiera creído que se trataba de una espada desnuda". Y leemos también sobre la candente mañana en la que Beatriz Viterbo murió y leemos la descripción del Aleph y leemos sobre el olor de Francia en la nariz de Jean-Baptiste Grenouille. Finalmente los mando a escribir una descripción de algo que odien o que les guste con demencia, una canción, una persona. Y mientras les aconsejo que eviten los clisés y que descubran su propia manera de ver el mundo, me doy cuenta de que estoy haciendo lo que hace un fotógrafo cuando le sube el ISO a la cámara. Estoy tratando de que su sensibilidad capte más información. En general, me digo, esta clase de mierda debería llamarse: Cómo subirle el ISO a tu alma. Pre requisitos: tener un alma. Pero descubro, sobre todo, que animar a alguien a percibir más cosas es ponerlo en peligro. Es como convertir su armadura en un colador. Es cambiarle el bat de béisol por el guante. Es conectarle las orejas, la lengua, los ojos, la nariz y el tacto al órgano más bipolar del cuerpo. Y eso, de ninguna forma es una herramienta profesional. ¿Por qué habrán incluido este curso tan pastrulo en la malla curricular? me pregunto. Pero ellos parecen contentos escribiendo y cuando les pido 2 hojas presentan 3 o 4. Y yo recibo sus trabajos sintiéndome un poco culpable por haberlos activado. Pienso: es la resaca, Pierre, es la resaca, tú no has hecho nada, no les has enseñado nada. Pero me voy a casa tratando de recordar cómo me pasó a mí, preguntándome si Lima me parecería igual de bonita si no la hubiese descubierto leyendo La casa de cartón, o si la neblina tendría esa capacidad de hacerme delirar si nunca hubiese leído El amor es ciego de Boris Vian. O si acaso sentiríamos lo mismo aquí dentro si nunca hubiésemos encontrado ese maldito verso de Kipling.

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