miércoles, 22 de octubre de 2014

los tomacorrientes con deseo

Entrar a la boca del dinosaurio. Habitar una bombilla eléctrica. Abrir los brazos como el hombre de vitruvio. Usar de almohada el aliento de una botella. Incendiar un inofensivo día miércoles. No temerle a la hoja en blanco. Pedirle ayuda a tu radiocasetera. Pensar en tu mochila de colegio extraviada en el techo del colegio. ¿Cómo he llegado tan lejos sin haberme perdido el rastro? ¿Por qué sigo pareciéndome tanto a mí mismo? Después de Mr. Meursault, de Dean Moriarty, de John Singer uno pensaría que te cambia el alma. Pero sigo siendo el pellejo carcomido por el fuego adolescente. Es como tener un viejo Dogde con el motor de un Lamborghini. Ver a lo lejos los postes de luz de Villa María del Triunfo. Pensar: mi pata Jon debe andar por ahí, extraviado como yo, besando las veredas, bailando un vals con el tronco de una acacia amarilla. Pensar: mañana tengo el día libre. Acordarme de esa vez que me tiré la pera del colegio con unos patas. La playa de piedras de Miraflores. Nos sentíamos como presidiarios recién fugados. Casi velociraptores. Teníamos 13 años y 44 dientes cada uno. Veíamos a las chicas en bikini y nos parecían cometas intergalácticos. El mar es una especie de recordatorio. Por eso vale la pena ir a mirarlo de vez en cuando. Abrir las cortinas. Cerrar las cortinas. Cerrar los ojos. Desabotonarte el miedo. Yo no estoy enamorado, te dije, más tratando de convencerme a mí mismo que a ti. Abrazar mi guitarra como si fuera un caimán negro. Negarme a comer. Bailar un adagio de Albinoni. Lamer las paredes. Viajar en el techo de los buses. Imaginarte con mi camisa a cuadros. Gritar versos en desorden. Pensar en todos los libros que no debí leer. En las clases de baile que debí tomar. Hacer llenado de techo. Poner cortadoras en nuestros cumpleaños. Las flores a la fotosíntesis, las serpientes a destilar veneno. Equivocar la puerta del baño. Mirar los tomacorrientes con deseo. Echarte perfume para ir a la bodega. Mirar tu nevera como si fuera un portal. Confundir el urinario con el oráculo de delfos. Recordar a tu vecina jugando con su hula hula. Confundir el recuerdo con los anillos de Saturno. Morir en un colchón demasiado grande. Despertar temprano. Vestir tu saco azul como un príncipe. Llamar Rocinante a tu bicicleta. Sentir el aire de la mañana en Benavides. Sonreír como una nube que suelta relámpagos. Saber que todo está bien. Cruzarme contigo. Ver como se desbarata el universo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que tu mamá te acomode las cejas con saliva. :/

Pierre dijo...

xDDDDDDDDDDDDD