martes, 4 de noviembre de 2008

beatles y plaquetas

Supongo que se lo debo a mi vieja. Lo de los Beatles digo. Ella me compró algunos cassettes cuando yo era niño y ya saben lo que dicen los médicos acerca de lo que consumen los niños en sus primeros años. Bueno, lo dicen sobre la leche y las verduras, pero supongo que también es aplicable a la música, no? De todas formas ahora cuando los oigo es un poco como en los videojuegos cuando Megaman cogía las bolitas azules que lo recargaban, o cuando Mario encontraba uno de esos escurridizos hongos rojos. Uno diría: ojalá fuese tan fácil como poner un disco y sentirse bien a pesar del tráfico, el dolor de espalda o la soledad, pero es que a veces si es tan fácil como poner un disco. Claro que yo soy como una de esas gringas culonas de los informerciales que ven el Abductor 500, los cuchillos que cortan zapatos o el nuevo sistema Toby para planchar ropa y enloquecen de alegría. Pero en todo caso, talvez con los Beatles yo no esté del todo equivocado. Por eso es que el otro día cuando fui al Rebagliati a donar sangre y tuve que escoger algo que oír mientras duraba la extracción, escogí el Abbey Road. Estaba recostado sobre la camilla mirando aquella gruesa aguja que me puso la enfermera y la bolsita de medio litro que se iba hinchando como una gran sanguijuela de látex y sé que suena difícil, pero en las orejas tenía a George cantando Something y hubiera querido quedarme allí por el resto del día. Por los grandes ventanales del hospital entraba algo de sol que me caía sobre la cara y yo sólo recuerdo cómo trataba mentalmente de colar las canciones en el espacio vacío que iba dejando mi sangre. Aún después de llenar la bolsa estuve un rato tendido porque la enfermera me dijo que debía descansar. Cuando terminó Here comes the sun,me senté sobre la camilla. Me sentía tan bien que hubiera querido abrazar a la enfermera o a quien fuera, así que me quedé esperando a que alguien viniera a decirme que ya podía largarme. Al final nadie vino porque andaban medio ocupados sacando sangre a otras personas así que sólo me bajé, me volví a conectar los audífonos y huí raudamente del hospital. Yo no sé si es físicamente posible percibir aquel medio litro de sangre ausente en el cuerpo. Lo que en todo caso sí se puede sentir (y creo que cuando se trata de los Beatles casi todos somos como las gringas culonas de los infomerciales), es a aquellos cuatro pelucones y su música, convirtiendo nuestras plaquetas y glóbulos en un montón de fanáticas desquiciadas corriendo rumbo a nuestro corazón. Talvez sólo sea que nuestras viejas nos dieron más Beatles que verduras. Talvez sólo sea un poco de rock n'roll. Sea como sea, se siente muy bien. Yeah! Yeah! Yeah!

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