el día que lo descubrí, mientras comía una milhoja precisamente, fue como si a la par que mis dientes despedazaban las hojas de harina y manjar, la palabra misma se iba partiendo en dos dentro de mi cabeza. cuando finalmente ambos bloques cayeron y yo vi la palabra dividida en aquellas dos otras palabras con vida propia, sentí como aquello que cuenta mi abuela del pentecostés y creo que es el momento de mi vida equivalente a aquella escena en que el mono lanza el hueso al aire en la maravillosa obra de Stanley Kubrick: 2001: Una Odisea en el espacio.
y bueno, me acordaba de esto porque justo hoy pasé por el parque El Olivar y recordé que también pasé años y años por allí y nunca pensé en los olivos. bueno tampoco es mi culpa del todo porque hay miles de barrios y calles que se llaman como árboles o pájaros y ni rastro de los bichos. la cosa es que un día estaba paseando con N por el parque y vi aquellas cosas negras como abejorros colgando de los arbolitos. - ¿Qué son? - le pregunté a N. - Aceitunas pe - dijo. Fue igual que con lo de las milhojas, alegría del cronopio. me puse a recoger todas las que pude. las llevé a la agencia y las metí dentro de mi locker para que (según yo) se vieran como las de los supermercados. Al final me le largué de la agencia y aquellas aceitunas seguían allí tan incomibles como antes.
la cosa es que hace poco he vuelto a pasar por el parque y he recogido más aceitunas. todavía no sabía qué hacer con ellas, pero es un poco difícil resistirse a tomarlas porque están colgadas allí como pidiendo auxilio y tan cerca de la mano que resulta infructuoso cualquier intento de no prestarles atención.
de vuelta a casa he entrado a internet y resulta que sólo hay que hervir agua con un poco de sal, dejar que se enfríe, ponerlas a remojar allí y dejarlas en un lugar oscuro por unos veinte días.
supuestamente cuando las sacas de allí, las aceitunas deberían lucir así como Olvierio la aceituna con todo y el gorrito
Y bueno. Aprovechando que esta noche me voy de viaje por un par de semanas a Talara (en busca de mis padres y mis hermanos), he aprovechado para hacer aquella salmuera y poner a remojar mis nueve bellas aceitunas hasta mi regreso. están escondidas en una alacena alta de mi cocina y si uno se asoma, parecen nueve negritos tomando un baño de jacuzzi.
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