miércoles, 26 de noviembre de 2008

aceitunas

dirán que soy bestia, pero yo no me había dado cuenta que las milhojas se llamaban así por las "mil" "hojas" con que se hacen. en el colegio, me pasé años y años pidiendo milhojas. me gustaba mirarlas de perfil como si fuesen edificios destruídos y al masticarlas me sentía como El Comerocas de la historia sin fin. jamás, sin embargo, relacioné su decadente estructura con el nombre que les habían dado. la palabra milhojas era para mi un bloque indivisible igual que gelatina, flan o pye.

el día que lo descubrí, mientras comía una milhoja precisamente, fue como si a la par que mis dientes despedazaban las hojas de harina y manjar, la palabra misma se iba partiendo en dos dentro de mi cabeza. cuando finalmente ambos bloques cayeron y yo vi la palabra dividida en aquellas dos otras palabras con vida propia, sentí como aquello que cuenta mi abuela del pentecostés y creo que es el momento de mi vida equivalente a aquella escena en que el mono lanza el hueso al aire en la maravillosa obra de Stanley Kubrick: 2001: Una Odisea en el espacio.

y bueno, me acordaba de esto porque justo hoy pasé por el parque El Olivar y recordé que también pasé años y años por allí y nunca pensé en los olivos. bueno tampoco es mi culpa del todo porque hay miles de barrios y calles que se llaman como árboles o pájaros y ni rastro de los bichos. la cosa es que un día estaba paseando con N por el parque y vi aquellas cosas negras como abejorros colgando de los arbolitos. - ¿Qué son? - le pregunté a N. - Aceitunas pe - dijo. Fue igual que con lo de las milhojas, alegría del cronopio. me puse a recoger todas las que pude. las llevé a la agencia y las metí dentro de mi locker para que (según yo) se vieran como las de los supermercados. Al final me le largué de la agencia y aquellas aceitunas seguían allí tan incomibles como antes.

la cosa es que hace poco he vuelto a pasar por el parque y he recogido más aceitunas. todavía no sabía qué hacer con ellas, pero es un poco difícil resistirse a tomarlas porque están colgadas allí como pidiendo auxilio y tan cerca de la mano que resulta infructuoso cualquier intento de no prestarles atención.

de vuelta a casa he entrado a internet y resulta que sólo hay que hervir agua con un poco de sal, dejar que se enfríe, ponerlas a remojar allí y dejarlas en un lugar oscuro por unos veinte días.

supuestamente cuando las sacas de allí, las aceitunas deberían lucir así como Olvierio la aceituna con todo y el gorrito


Y bueno. Aprovechando que esta noche me voy de viaje por un par de semanas a Talara (en busca de mis padres y mis hermanos), he aprovechado para hacer aquella salmuera y poner a remojar mis nueve bellas aceitunas hasta mi regreso. están escondidas en una alacena alta de mi cocina y si uno se asoma, parecen nueve negritos tomando un baño de jacuzzi.

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