viernes, 21 de noviembre de 2008

cebollitas encurtidas

he venido a escribir porque ya van como cinco días y no vaya a ser cierto aquello de que el hombre es un animal de costumbres, o a lo mejor hasta lo que decía Mafalda y de costumbre el hombre es un animal. por ejemplo está esta gente del cine que pone aquellos carteles de que no se puede entrar con comida a la sala. de allá vengo. francamente, yo no puedo comprar esas porquerías que venden en el cine. mi padre ha establecido en casa una campaña contra la cocacola. si me ve comprando gaseosas es capaz de cercenarme el brazo con su espada cósmica. contra la canchita no tiene nada, pero a mi no me gusta la canchita. a la canchita en venezuela le dicen cotufas y en brasil le dicen pipoca y todos son nombres caguederisa pero luego uno la prueba y es sólo un poco de maíz reventado. así que me fui al supermercado a ver que más proveía el señor. finalmente compré cien gramos de aceitunas verdes rellenas con rocoto y otro pote con cinco cebollitas encurtidas de las que tenía ganas desde aquel día en casa de los mochis. también compré tres panes árabes para amortiguar el sabor y como calculé que aquello me iba a dar sed me llevé una botella de dasani de durazno.

camino al cine fui ocultándolo todo bajo mi casaca. no creo que haya sido un espectáculo con mucho charm pero a quien le importa el charm cuando se tiene cebollitas encurtidas?. menos mal había traído aquella casaca que tiene un montón de bolsillos. cuando llegué a la cola, lucía como uno de aquellos tipos musculosos cuyos codos nunca chocan con el tórax. igual nadie se dio cuenta y me dejaron pasar. como sabía que apenas mordiera las cebollitas encurtidas estas iban a soltar todo sus espíritus malignos, fui a sentarme a unos de esos asientos para novios. claro que sin novia. estaban todavía en los trailers. un chico venía subiendo con su bandeja y el pote de canchita fue a dar al piso. yo ya estaba comiendo mis cebollitas. fue un poco triste pero la gente se rió y después a mi también me dio risa. al chico no le dio risa. es triste, pero tampoco es para tanto. a mi me pasó lo mismo una vez pero se me cayó la canchita y los dos potes de gaseosas que mi prima millonaria había comprado. esa vez la gente no se rió. sólo se escuchó un masivo AAAWWWW. ella dijo que no había problema pero yo igual fui a comprar más canchita y más gaseosa. eso fue hace ya un par de años. ahora corren otras aguas bajo mi puente y mis políticas alimenticias en las noches de cine han cambiado. por eso es que si algún día me ven en el supermercado rondando la sección de encurtidos con pinta de apurado y llevo puesta una ancha casaca marrón, probablemente es porque hay un cine cerca y alguna película está por comenzar.

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