sábado, 12 de octubre de 2013
glutem
Tres días a la semana almuerzo en un restaurant vegetariano. Sin embargo, debo confesar algo avergonzado, que este nuevo hábito no parte de un compromiso de hermandad con el ganado, sino apenas porque los vegetales no me noquean y puedo seguir trabajando tranquilo sin la modorra que produce la ingesta de carne. Es decir, vamos, realmente me dan pena las vaquitas y los pollos y los cerdos, pero si la naturaleza no quería que nos comiéramos a sus hijos, no debió sazonarlos tan rico. Bueno, la cosa es que, cada vez que puedo, almuerzo en este lugar. La comida es realmente rica. Pero hay algo que todavía no me cuadra: los platos, pese a que no contienen un solo gramo de carne de animal, no cambian de nombre. Puedes llegar y pedir: Lomo saltado, ají de gallina, seco de cordero, hamburguesa a la reina, mondonguito a la italiana, cebiche mixto o hasta seco de pato. Por supuesto, el plato no tiene ni lomo, ni gallina, ni cordero, ni mondongos, ni pescado, ni pato. Todo es gluten o carne de soya sazonada y preparada según la receta del plato original. Casi siempre lo tengo en cuenta, pero hoy... hoy lo he olvidado. Y mientras esperaba que me trajeran una "Corvina a la chorillana" mis papilas gustativas y mi mente iban ya saboreando la blanca y suave fibra del pescado, el olor del mar y la feliz noción de saber que vivo en un país de pescadores. Al llegar el plato, se veía realmente bien. El montoncito de cebollas y ajíes amarillos se alzaba como una bella torre sobre "la corvina". Al meterle el tenedor he descubierto la estafa. Ha sido como tomar un avión al caribe y desembarcar en el terminal terrestre de Huacho. Era carne de soya. He tratado de disfrutar el plato pensando en que al menos, hay una corvina que andará por ahí jodiendo con el cardumen y picando fitoplacton un rato más. Imagino y siento su escamado lomo surcar las frías corrientes del Pacífico, rodear un grupo de algas, perderse en el océano. Y trato de mantener esa imagen, para no darme cuenta de la terrible verdad: acabo de pagar 9 lucas para masticar un pedazo de llanta.
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