viernes, 11 de octubre de 2013
la concha de la lora
2:20 de la madrugada. Apago la compu y entro al cuarto. Mi primo Lucho se despierta un poco ¿Qué fue? pregunta desde su cama. Voy 990 palabras, le digo, me faltan 10 para terminar el cuento, pero lo haré mañana. Desde un bostezo me sugiere esto: Pon como frase final "La concha de la lora" Con eso cierras tu cuento, te dan el Nobel. Calla cachera, le respondo mientras me cubro de colchas. Pero luego recuerdo que fue él quien me regaló la historia del cuento que estoy escribiendo. Una historia tierna y única. Así que pienso: ¿Y si eso de "la concha de la lora" funciona? ¿Y si la idea le ha venido a mi primo como una revelación desde la tierra de los sueños? ¿Podré adaptar el cuento para que esa frase encaje como la última pieza del rompecabezas? Por suerte, también recuerdo que por la tarde este salvaje rompió el vidrio de nuestro mesa de centro con el culo. Recuerdo también que nuevamente vertió mostaza sobre el magistral saltadito de corazones que yo acababa de cocinar. Y me digo: No Pierre, no seas loco, todos tenemos buenas historias, eso no nos quita la condición de orangutanes cuando intentamos escribirlas. Trabaja en ese final. Presiento que me va a tomar un par de días.
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