martes, 30 de diciembre de 2008
domingo, 28 de diciembre de 2008
¿qué era aquello?
Frente al parque Kennedy he saltado fuera. No sé muy bien porqué. Ha sido un impulso. Unas ganas de no volver a casa todavía. En un momento estaba arriba del bus y luego ya no estaba. Atravesé el parque por el lado de la iglesia y entré al starbucks. Pregunté hasta qué hora abrían (era medianoche). Hasta las dos. Compré el café más barato que tenían y me tiré a leer Las leyes de la atracción a un sillón. Al cabo de una hora he llegado hasta la página doscientos y he decidido salir antes de que comiencen a echar a la gente. Para entonces, el café había dominado por completo a las cervezas. Era raro estar sobrio en aquel parque. Hasta parecía otro lugar. Me dio un poco de miedo, cogí el primer taxi que encontré y me vine a escribir.
Y escribí. Al terminar he leído lo que he escrito y he recordado a I. Alguna vez en una de las reuniones en su casa, tras leer uno de mis cuentos me dijo lo siguiente: todo está muy bien muchacho, pero tú te convertiste en escritor por algo, tú querías decirle algo al mundo y te has olvidado de eso. Era cierto. Aquel cuento estaba muy bien pero francamente no le hubiese cambiado la vida a nadie. Yo quería decirle algo al mundo. Vuelvo a leer lo que he escrito esta noche, pero nada de eso está allí tampoco. Y lo peor no es eso. Lo peor es que no lo recuerdo. No recuerdo qué era lo que yo le quería decir al mundo. Releo una y otra vez lo que he escrito. Luego sacó otro grupo de papeles de un cajón y sigo sin encontrarlo. No sé bien lo que estoy buscando, pero definitivamente no está en ninguna de esas hojas. Salgo del cuarto. Voy hasta el espejo del baño y me observo detenidamente mientras toco mi reflejo. Trato de recordar cómo lucía hace algunos años. Lo consigo fácilmente de modo que confío en que en algún momento también recordaré lo demás. Estoy convencido de aquello, y de hecho, es lo último que pienso antes de apagar la luz y sentir que mientras yo vuelvo al cuarto, mi reflejo aún se ha quedado en el espejo, un poco asustado y con la mirada extraviada entre las siluetas del inodoro y los otros muebles del baño.
viernes, 26 de diciembre de 2008
las chicas de la lavandería
Si alguien uniera todas mis caminatas hacia la lavandería terminaríamos en México como Kerouac. No es broma. Tengo más intimidad con las chicas de la lavandería que con, bueno, que con casi cualquiera.
Hoy no quedaban bolsas negras en casa así que tuve que llevar mi ropa en una transparente. La llevaba sobre mi espalda y la gente podía ver mis polos, medias y calzoncillos mientras esperaban a que cambiase el semáforo. Me acordé de cuando mis primas me mandaban a comprar toallas higiénicas. La tía de la tienda me las daba en una bolsa negra pero luego yo las sacaba y venía por la calle lanzando el paquete al aire y atrapándolo antes de que cayera, mismo Benji Price. Luego alguien me dijo que no fuera tan bestia y que eso no era para jugar. Yo nunca vi cual era el roche.
Lo que si me dio roche fue una vez que volviendo de la lavandería con la ropa limpia, la bolsa se rasgó y empezaron a salir las medias rodando hacia la pista. Mi vecina (que estaba buenísima como casi la totalidad de mi historial de vecinas) apareció por allí mientras yo recogía las medias. Yo enterré la cabeza en el concreto como un avestruz.
Después de eso me mudé de aquel barrio. No por aquello claro, pero es que yo siempre ando mudándome y dejando vecinas regadas por el mundo.
Hoy, después de la lavandería he vuelto a casa y me he puesto a leer Las leyes de la atracción, de Bret Easton Ellis. Al caer la tarde, me quedé dormido con el libro abierto y soñé que ya era año nuevo y que teníamos un cóndor en casa. Era un cóndor amigable pero estaba acabando con toda la carnecita seca que venía con los chifles que yo había puesto sobre la mesa.
Al despertar me he puesto a revisar mi correo y he visto que la gente que he invitado a mi casa para año nuevo no ha respondido a mi invitación.
Me pregunto qué irán a hacer las chicas de la lavandería. Talvez sería una buena idea mandar a todos al diablo e invitarlas sólo a ellas a casa. A ellas y a mis viejas vecinas. También podría venir algún cóndor si promete no comerse todas las carnecitas de los chifles.
martes, 23 de diciembre de 2008
alguien voló sobre el nido del cuco
acabo de terminar de leerlo
mi mente va a estallar!
mi corazón va a estallar!
viernes, 19 de diciembre de 2008
algunas líneas sobre Andrés Caicedo
El cuento de mi vida, son extractos de su diario y algunas cartas a amigos, a su madre, a sus hermanas y a su novia Patricia.
Andrés Caicedo se suicidó a los veinticinco años y las últimas dos cartas que aparecen en el libro las escribió horas antes de matarse. Lo raro es que a mi parecer, ninguna de esas dos cartas delata la intención de un suicidio inmediato. Es más, en la primera carta, Andrés hace planes a futuro, como enviarle su libro "¡Que viva la música!" (cuyo primer ejemplar acaba de recibir esa mañana!) a un amigo suyo. La segunda carta, que es la que está dirigida a Patricia, es una carta un poco desesperada pues ella acaba de largarse de casa y Andrés no la encuentra por ningún lado. De todas formas aunque dice cosas fuertes como que quiere dejar de hacerle daño o que quiere celebrar la publicación de su libro nada más que pasándola allí con ella, no es una carta terrible ni la carta de un suicida. O eso es lo que a mi me parece. En todo caso, ¿cómo son las cartas de los suicidas?.
Me estaba preguntando ¿qué habrá pasado por la cabeza de Andrés desde que escribe esa carta hasta que decide matarse? Imagino que no encuentra a Patricia o se da cuenta de que no va a volver. En las últimas líneas de la carta dice: "Si no puedo vivir sin ti llevaré, supongo, una especie de anti-vida, de vida en reverso, de negativo de la felicidad, una vida con luz negra."
Luego agrega: "Pero brilla el sol, tú puedes estar cerca. Ahora salgo a buscarte. Amor mío"
Me gusta aquello de "pero brilla el sol, tú puedes estar cerca". Creo que es porque a pesar de que en sus cartas y su diario no falta toda aquella autodestrucción juvenil, los cigarrillos, las fiestas y los hongos alucinógenos, creo que el libro en general está dominado más bien por una sensación cotidiana y de movimientos regulares, como si Andrés simplemente quisiera que le dejaran solo en cama, oyendo discos.
Es raro que justo un libro como este, me haya hecho pensar nuevamente en mi viejo plan de dejar las drogas y el alcohol por un tiempo. Sé que no es un buen momento. Ya casi es navidad y luego viene el año nuevo, pero da igual. Estoy un poco harto de la sensación de vacío que me deja el alcohol por las mañanas y que incluso suele apoderarse de las tardes. Quisiera un momento de sobriedad. Me refiero a que últimamente no necesito escapar de nada. Por ahora, todo lo que me rodea, (a excepción de la gente comprando en manada y aquel horrible disco navideño de Luis Miguel) me hace sentir bien. Sólo necesito un poco de paz. Y escribir.
Alguna vez pensé que iba a escribir un libro sobre un alcohólico, algo así como Bajo el Volcán de Malcolm Lowry, salvando las diferencias por supuesto. Ahora todo aquello ha perdido sentido. Cuando aquella historia se me empezó a escapar hace uno o dos años, me sentí muy mal. Ahora siento que de haberla escrito talvez hubiera sucedido igual que con las borracheras: la hubiese escrito delirantemente y luego al leerla por la mañana no le hubiese encontrado alma. Supongo que ya no soy aquel tipo.
El treinta y uno de diciembre, mi prima Sandra se va a ir de viaje a Cali en un intercambio de doctores entre Perú y Colombia. ¿Será posible tanta coincidencia?. Hoy la vi y ya le encargué un ejemplar de "¡Que viva la música!".
Pero aún tengo que esperar hasta marzo,
así que será mejor que me vaya a dormir.
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miércoles, 17 de diciembre de 2008
Luego en casa de mi mamá encontré los best sellers de editorial Oveja Negra que ella leía cuando estaba embarazada de mi. Dice que por esos días sólo comía, dormía y leía, mientras mi papá entraba en estado de shock. Como fue en su casa donde estuve hospedado, me leí un par: Love Story y Tiburón. Tiburón ha estado en mi casa desde tiempo inmemoriables. Recuerdo su portada tanto o más que otras cosas de la casa que no resistieron el tiempo y las mudanzas. La boca del tiburón emergiendo del agua con los dientes llenos de sangre.
Pero la verdadera joya, la encontré en casa de mis abuelos maternos, arriba en un estante, entre viejos adornos y fotos de mis tíos cuando eran pequeños: Una edición "Coquito" de las Fábulas de Samaniego. Un libro que mi tía Magali me leía por las noches, mucho antes de que yo empezara a escribir o siquiera a leer la colección Edaf de mis abuelos paternos. Me pregunto de pronto, ¿por qué ahora ya casi nunca le enseño mis cuentos a mi tía? ¿Con qué estúpido criterio juzgo que no va a entender lo que yo escribo, o que se va a espantar de ver que mis tiernos personajes de la adolescencia se han convertido en horribles hombres de apariencia dura? ¿No será que aún en esos personajes ella podría ver al chico de quien yo escribía antes? ¿Qué tan duro puede volverse alguien a quien de pequeño le leían fábulas de Samaniego para dormir?
domingo, 14 de diciembre de 2008
marc el loco

Para quienes alguna vez leyeron Marc el loco, Marc el loco ha vuelto. Después de once ediciones y casi cinco años de abandono, los pastrulos de Gonzalo, John y César, han decidido sacar una Edición Póstuma, como un tributo a aquellos años en que los horarios exclavos aún no posaban sus duras garras sobre nuestro bienamado tiempo.
El 2004 fue un gran año para mi. Acababa de volver de Brasil y no tenía empleo ni un centavo en el bolsillo. Una mañana Karen me llamó y fuimos en pijama y con dinero prestado hasta el centro cultural de la católica a meternos a un taller de escritura. Allí conocimos a Gonzalo, a Bruno y a Erika. Aunque César y John no estaban en el taller, a veces también aparecían. Podría decir que fue una de las mejores épocas de mi vida, y si algo la identifica, además de los libros, los paseos en el carro de Bruno y un disco de los beach boys, es que cuando uno abría la mochila siempre aparecía una copia de Marc el loco por allí.
Alguna gente se pasa la vida leyendo la Rolling Stone hasta que un día se convierten en grandes músicos y se van al baño con un ejemplar en cuya portada se encuentran a ellos mismos. Supongo que en menor medida es lo que sentí cuando me encargaron hacer la portada de este Marc póstumo y colaborar con un cuento.
También Karen colabora con un poema. Hay tiras de Joni B, un texto de Gonzalo sobre Bret Easton Ellis, un cuento de César, unos poemas de John, ilustraciones de Shila Alvarado, entre otras pasteleadas. La chica de de la contratapa es post-it girl.
La presentación, será mañana lunes 15 de diciembre en la Feria del Libro Ricardo Palma Auditorio Chabuca Granda, a las 5:30 de la tarde.
Si no les gusta la literatura piensen en que al menos podrán llevarse la revista al baño y limpiarse el culo con un centenar de nuestros héroes personales.
Los esperamos muchachos
viernes, 12 de diciembre de 2008
viajes
En realidad se trata apenas de una extensa zona de sembradíos, los cuales por necesitar estar siempre inundados (desconozco si son de caña o de arroz), semejan una interminable lámina de colapez, que a esa hora de la tarde, refleja el sol de una manera tan extraña que uno siente que el mundo está derritiéndose allí delante de sus narices
Al fondo, digamos unos doscientos a trescientos metros atrás, una larga fila de palmeras se suceden unas a otras ligeramente arqueadas como si una mujer terriblemente sola hubiese estado pasado un gran peine entre ellas.
Finalmente (jurarías que apenas unos metros detrás de las palmeras): el sol es una esfera naranja que desciende humildemente, como un gran animal afiebrado buscando un lugar tranquilo del río donde ponerse a beber.
Aquel momento maravilloso dura apenas un par de minutos, luego los sembradíos ya no son alcanzados por el Chira, la tierra se seca, las casas son reemplazadas por cementerios, los cerros cubren el sol y uno sabe que ya es hora de cerrar la cortina del bus y dormir los otros cincuenta minutos que restan antes de llegar a Talara y ver aquel enorme monumento al Cristo Petrolero levantando una paloma de cemento hacia el mar.
Ahora
Si tuvieras alguna vez la mala suerte de salir de Sullana con rumbo norte, pero no fueran ya las seis de la tarde, sino las siete de la noche o en adelante, podrías ver a través de la ventana, uno de aquellos oscuros paisajes que lo hacen a uno confirmar, que el mundo es en efecto, un lugar rodeado de monstruos y de abismos.
A esa hora de la noche, los enormes reptiles que duermen bajo aquellos húmedos sembradíos, salen a buscar alimento. La gente que viene de lejos nunca dan fe a estas historias. Se preocupan más en cambio por aquella vieja leyenda de la mujer que te pide un aventón frente al cementerio.
No es que aquello no sea cierto. Alguna vez nosotros mismos (me refiero a mi padre y a mi) la hemos llevado. Conocíamos la historia y sabíamos que de no haberlo hecho probablemente algo malo hubiese sucedido. Talvez era sólo superstición, pero así lo hicimos. Ella se sube al carro y va en silencio. Suele bajarse apenas unos minutos más allá. Ni siquiera hay que detener el carro. Uno simplemente siente que recobra el timón y la velocidad, luego alguien dice la primera palabra, la radio vuelve a funcionar y un rato después se ven las luces de la ciudad.
Lo de los reptiles en cambio es diferente. Talvez porque es algo que no todos pueden ver y sólo la gente que acostumbra mirar por la ventana mucho rato termina descubriendo. Talvez ni siquiera sea cierto. Me refiero a que para la mayoría, los sembradíos siguen allí, tan quietos como antes. Para mi no y talvez para ti tampoco. Yo sé que al abrir la cortina me toparé cara a cara con los reptiles, sus fríos lomos verdes de cientos de metros deslizándose entre las palmeras y el agua. Han estado allí cada noche en que yo he viajado a través de esa ruta y sé que me están esperando.
Por ahora no han volteado sus enormes cráneos hacia mi ventana, pero con seguridad saben que estoy alli. Tienen paciencia. Tienen todos los años del mundo. Fueron ellos quienes se llevaron a mi abuelo, serán ellos quienes se lleven a mi padre y más adelante serán ellos quienes me lleven a mi. Algún día, muy viejo, abriré la ventana y estarán mirándome fijamente. Entonces sabré que no voy a llegar a mi destino. No habrá tragedias, ni cuerpo. El bus simplemente llegará a la otra ciudad con un pasajero menos.
Alguien le dirá a mis hijos lo mismo que me dijeron de mi abuelo. Y mi recuerdo será devorado por ellos, como un gran pedazo de hierba, junto a toda esa gente extraña a la que le gusta asomarse a las ventanas y seguir mirando por mucho rato, aún cuando ya se ha hecho muy de noche y el sol, ya muy lejano para protegernos, nos deja a merced del tiempo y el olvido.
jueves, 11 de diciembre de 2008
lunes, 8 de diciembre de 2008
de regreso
jueves, 4 de diciembre de 2008
tamarindo
lectura de cabecera
miércoles, 3 de diciembre de 2008
Presa Grande
lunes, 1 de diciembre de 2008
más novedades sobre mis padres
Hace un par de semanas estuve chupando unos mojitos con mi papá y como de costumbre puse el Tinta Roja de Calamaro que SEGÚN YO CREIA, era (junto como el tributo a José José y alguna que otra vieja salsa de Lavoe), lo único ubicable en mi ipod que ambos podíamos disfrutar entre vaso y vaso. Al rato sin embargo, para variar un poco, puse en shuffle una carpeta de rock peruano.
Bueno pues, ahí estaba mi papá un poco perdido entre La Sarita, Dolores Delirio y el tío Miki, hasta que de pronto sonó Meshkalina de Traffic Sound y sus pupilas saltaron como perros que ven al dueño volver de un largo viaje. Se puso a seguir lentamente el ritmo con la cabeza mientras agitaba su mojito y sonreía de forma curiosa. ¿Conoces esta canción? - le pregunté extrañado, sin tratar de sonar como: Viejo pastruloo!! o sea que a finales de los sesentas también andabas oyendo esta mierda psicodélica y te fumabass tus cachoss de hierba y tenías sexo libre??!?! xD. - Claro - me dijo, y encima me estiró el vaso vacío pidiéndome que le preparara otro mojito. No seas pendeejo.
Bueno, al menos me queda mi vieja, pensé. Esta mañana sin embargo, espiando uno de sus closets he encontrado una edición grande de la novela de Ken Kesey: Alguien voló sobre el nido del cuco. A lo mejor no me hubiese impactado tanto si no fuera porque su edición es MUCHO MAS BONITA que la mía (un triste best seller de Oveja Negra que encima le cambia el título a ATRAPADO SIN SALIDA como la película que inspiró), y que eso indica porsupuesto, que ni lo compró por azar junto con una colección, ni que lo canjeó con el diario de turno, sino que buscó específicamente esa novela. Sólo Dios sabe dónde podría encontrarse un libro como aquel en el Trujillo de los años setentas, y qué clase de pastrulo le recomendaría una obra sobre la vida en un manicomio y cuyas primeras ediciones aparecieron bajo otro título para evitar la censura de la sociedad norteamericana.
Debo decir que es bastante gratificante descubrir estas cosas y darse cuenta de que aquellas viejas polaroids en que ambos aparecían abrazados con esas holgadas camisas psicodélicas, no eran pura moda.
Sin embargo, a la luz de estos nuevos descubrimientos me doy cuenta de que aquello de YO TE HE PARIDO con que solía salirme mi vieja cuando me encontraba en alguna pendejada, obedezca talvez no tanto a su capacidad de percibir la más mínima variación en mi comportamiento cuando andaba haciendo algo a sus espaldas, sino a que ella también ha hecho las mismas pendejadas y que por ende conoce de sobra las precauciones a tomar, los síntomas, las excusas y las maneras de encubrir la situación con las que yo aparecía tan campante y seguro de mi mismo.
Ahora yo ya estoy afuera claro, pero me preocupan mis hermanos menores: Ale y Bryan, encerrados como pequeños McMurphys en la casa materna. Supongo que sólo me queda rezar por ellos y entrenarlos salvajemente, pues están casi al borde de la pubertad y la adolescencia y temo que mueran decapitados ante el primer intento de sacarle la vuelta a una vieja matrona, que bajo su tierna sonrisa y sus ricos jugos de ciruela, esconde la sagacidad de una mujer que ya sabe de dónde viene el mundo y hacia donde se dirige.
sábado, 29 de noviembre de 2008
fútbol y libros
Por la mañana estuvimos dando una vuelta por mi colegio que ahora también es su colegio y el de mi hermanita. Todo estaba tan igual a como lo dejé que he tenido que robarme un libro de la biblioteca para no morir de nostalgia. Ha sido uno de cuentos de Allan Poe que escondí bajo el saco mientras duraba la ceremonia de la comunión. Mi profesora de cuarto de primaria (que ahora es la directora del colegio) andaba por allí y me nombró por el micrófono y agradeció que viniera a visitar el colegio. Dijo que Bryan no podría haber elegido mejor padrino. Supongo que no sabía que tenía uno de sus libros bajo el saco.
miércoles, 26 de noviembre de 2008
aceitunas
el día que lo descubrí, mientras comía una milhoja precisamente, fue como si a la par que mis dientes despedazaban las hojas de harina y manjar, la palabra misma se iba partiendo en dos dentro de mi cabeza. cuando finalmente ambos bloques cayeron y yo vi la palabra dividida en aquellas dos otras palabras con vida propia, sentí como aquello que cuenta mi abuela del pentecostés y creo que es el momento de mi vida equivalente a aquella escena en que el mono lanza el hueso al aire en la maravillosa obra de Stanley Kubrick: 2001: Una Odisea en el espacio.
y bueno, me acordaba de esto porque justo hoy pasé por el parque El Olivar y recordé que también pasé años y años por allí y nunca pensé en los olivos. bueno tampoco es mi culpa del todo porque hay miles de barrios y calles que se llaman como árboles o pájaros y ni rastro de los bichos. la cosa es que un día estaba paseando con N por el parque y vi aquellas cosas negras como abejorros colgando de los arbolitos. - ¿Qué son? - le pregunté a N. - Aceitunas pe - dijo. Fue igual que con lo de las milhojas, alegría del cronopio. me puse a recoger todas las que pude. las llevé a la agencia y las metí dentro de mi locker para que (según yo) se vieran como las de los supermercados. Al final me le largué de la agencia y aquellas aceitunas seguían allí tan incomibles como antes.
la cosa es que hace poco he vuelto a pasar por el parque y he recogido más aceitunas. todavía no sabía qué hacer con ellas, pero es un poco difícil resistirse a tomarlas porque están colgadas allí como pidiendo auxilio y tan cerca de la mano que resulta infructuoso cualquier intento de no prestarles atención.
de vuelta a casa he entrado a internet y resulta que sólo hay que hervir agua con un poco de sal, dejar que se enfríe, ponerlas a remojar allí y dejarlas en un lugar oscuro por unos veinte días.
supuestamente cuando las sacas de allí, las aceitunas deberían lucir así como Olvierio la aceituna con todo y el gorrito
Y bueno. Aprovechando que esta noche me voy de viaje por un par de semanas a Talara (en busca de mis padres y mis hermanos), he aprovechado para hacer aquella salmuera y poner a remojar mis nueve bellas aceitunas hasta mi regreso. están escondidas en una alacena alta de mi cocina y si uno se asoma, parecen nueve negritos tomando un baño de jacuzzi.
martes, 25 de noviembre de 2008
cuarenta godzilas
- No sé si cuatro, yo diría que unos diez godzilas por lo menos
- No, espera, mira por acá. Áaaaandate a la conchatumare
- Eso es San Juan de Lurigancho
- Ala mierda pero allí caben como veinte San Isidros más
- Si pues
- Puta mare no, unos cuarenta godzilas fácil
- Y además que no hayan comido en una semana
- Si, más o menos unos cuarenta godzilas cagaos de hambre.
sábado, 22 de noviembre de 2008
hacer el nudo
por la noche gonzalo ha venido para cerrar la edición póstuma de Marc el loco y me ha dicho que ha renunciado a su trabajo en el diario. es un acontecimiento extraño porque gonza apenas si está empezando a trabajar, pero dice que no sabe porque ha pasado cinco años de su vida estudiando periodismo. luego nos hemos puesto a tomar mucho anisado. le he dicho que por lo menos es mejor que se de cuenta ahora que después de veinte años. también le he dicho que el trabajo está sobrevalorado y le conté que por la tarde había dejado de comprarle caramelos al vendedor ambulante sólo porque había salido con aquella vieja historia de que el trabajo dignifica al hombre. en realidad igual le compré los caramelos, pero eso no se lo conté al gonza porque no venía al caso.
mañana voy a ser padrino del hijo de dos de mis mejores amigos. por eso es que fui a buscar una corbata bonita. es paja que alguien confíe en ti para que seas el padrino de su hijo. sobre todo si eres un tipo desempleado que hasta hace un par de horas no sabía hacer el nudo de la corbata. supongo que es porque crecer no tiene que ver con tener un trabajo ni con saber hacer el nudo de la corbata. seguramente tampoco tiene que ver con poder tomar ingentes cantidades de anisado, pero bueno, ya iremos descubriendo más adelante con qué tiene que ver.
ahora me voy a dormir
y a ver si mañana el nudo me sale tan bonito como hoy
viernes, 21 de noviembre de 2008
cebollitas encurtidas
camino al cine fui ocultándolo todo bajo mi casaca. no creo que haya sido un espectáculo con mucho charm pero a quien le importa el charm cuando se tiene cebollitas encurtidas?. menos mal había traído aquella casaca que tiene un montón de bolsillos. cuando llegué a la cola, lucía como uno de aquellos tipos musculosos cuyos codos nunca chocan con el tórax. igual nadie se dio cuenta y me dejaron pasar. como sabía que apenas mordiera las cebollitas encurtidas estas iban a soltar todo sus espíritus malignos, fui a sentarme a unos de esos asientos para novios. claro que sin novia. estaban todavía en los trailers. un chico venía subiendo con su bandeja y el pote de canchita fue a dar al piso. yo ya estaba comiendo mis cebollitas. fue un poco triste pero la gente se rió y después a mi también me dio risa. al chico no le dio risa. es triste, pero tampoco es para tanto. a mi me pasó lo mismo una vez pero se me cayó la canchita y los dos potes de gaseosas que mi prima millonaria había comprado. esa vez la gente no se rió. sólo se escuchó un masivo AAAWWWW. ella dijo que no había problema pero yo igual fui a comprar más canchita y más gaseosa. eso fue hace ya un par de años. ahora corren otras aguas bajo mi puente y mis políticas alimenticias en las noches de cine han cambiado. por eso es que si algún día me ven en el supermercado rondando la sección de encurtidos con pinta de apurado y llevo puesta una ancha casaca marrón, probablemente es porque hay un cine cerca y alguna película está por comenzar.
sábado, 15 de noviembre de 2008
una casa blanca
hoy fui al oculista a comprar nuevas lunas. me midieron la vista. hicieron todo aquel test del tablero con las letras pero antes de aquello me midieron con una maquinita. tenías que apoyar la barbilla en un plastiquito y mirar hacia unos agujeros. al fondo de los agujeros veías una imagen que al principio no era nada pero que luego era una casa blanca sobre una colina. un camino protegido por una cerca blanca de madera llegaba hasta mis ojos. el doctor me hizo mirarla por un buen rato mientras sacaba sus cálculos. la casa estaba muy bien. me refiero a que era sólo una imagen pero no parecía una imagen. parecía que uno realmente podía irse a vivir allí.
una vez en una antología de cuentos de terror, leí un cuento de esta chica que sueña siempre con una colina y una casa blanca muy bonita. en su sueño ella sube por la colina hasta llegar a la casa y entonces toca el timbre. cuando la puerta comienza a abrirse ella despierta. es un sueño recurrente. resulta que un día esta chica va conduciendo su auto y de pronto ve una colina que le recuerda a la de sus sueños. extrañada, aparca el carro a un lado del camino y comienza a subir. mientras sube va apareciendo en el horizonte la misma casa blanca de sus sueños. cuando llega hasta la puerta toca el timbre. al rato sale un viejo. la chica le pregunta si la casa está en venta. el viejo le dice que sí pero que no le recomienda que se la compre. ¿por qué? pregunta la chica. porque siempre viene un fantasma, dice el viejo. y ¿quién es el fantasma? pregunta la chica. Usted, dice el viejo.
Bueno, me voy a dormir porque casi no veo sin los lentes. Espero no haber estropeado mucho el cuento. Lo leí hace años. lo busqué en google para ponerlo pero no lo encuentro y el libro se me perdió.
Es raro. ¿A dónde irán a parar todas esas cosas que uno pierde?
Qué sucedería si pudieras entrar a una casa en la que estuvieran todas las cosas que alguna vez perdiste?
Qué tal si esa casa fuera la que vive en la maquinita de los oftalmólogos?
jueves, 13 de noviembre de 2008
stickers

miércoles, 12 de noviembre de 2008
ayer por la noche
CERRAMOS EL ESTADIO Y NOS VAMOS TODOSSSS!!!!
martes, 11 de noviembre de 2008
esta mañana
domingo, 9 de noviembre de 2008
esta tarde
La noche de la presentación de Kara, los sobrevivientes bajamos al mar corriendo entre las piedras de la bajada Balta. Pasaba de medianoche y probablmente sólo era el ron, pero el mar sonaba tan bien entre las piedras que tres de nosotros estuvimos a punto de sumergirnos como Alfonsina. Es raro, pero tampoco se me ocurre algo que añadirle. No tengo por donde atacar. Supongo que tendremos que conformanos con la foto mal encuadrada que nos tomó el serenazgo.
Ayer estuve leyendo Los funerales de la Mamá Grande de García Márquez. Casi todos son cuentos muy buenos, como La siesta del martes o Un día de estos. Lo curioso es que el cuento que le da título al libro no me gustó tanto como los demás. Es extraño, porque parece ser el más ambicioso. En él se cuentan más cosas, pasan más cosas, hay más personajes y su espacio temporal es el más grande. Yo simplemente no creo que haya logrado profundidad.
Por qué será que las cosas pequeñas parecen tener más oportunidades de sobrevivir que las grandiosas? Por qué (y esto de verdad me consterna) tengo más cuentos sobre chicas que he olvidado que de las que realmente marcaron mi vida? Por qué sé que esta tarde preferiría escribir sobre aquellos cables abandonados en el techo de mi vecino que sobre las cosas que pasan en el mundo y que la gente considera de verdad importantes?
sábado, 8 de noviembre de 2008
bird of prey
Hubo un tiempo en que mi papá no estuvo mucho con mi hermana ni conmigo y entonces cuando volvió nos llevaba de viaje o regalaba pañuelos. No es que venga y me de una caja de pañuelos nuevos. Me los va dando uno por uno cada vez que me dispongo a salir de casa. Los saca de su bolsillo. Ya saben, mi viejo es de esos que siempre trae un pañuelo limpio por si alguien llora o hay que limpiarse el zapato. Cuando me da el pañuelo es como si me estuviera diciendo: mira salvaje, talvez esta noche alguien llore o talvez tengas que limpiarte el zapato y te agradará tener esto contigo. A veces sobredimiensiono las cosas e incluso llego a ver en el pañuelo la salvación del mundo y me voy en la combi acaricándolo como Linus con su manta.
Yo sé que siempre digo que no quiero tener hijos, pero a veces me pregunto si algún día no me arrepentiré de estarme negando esa posibilidad. Hoy una amiga salvó un pajarito que se había caído de su nido. Yo estuve averiguando en internet como podía alimentarlo y cuidarlo. Finalmente ella regurgitó para que el pichoncillo pudiera comer de su boca. Ahora ya debe estar dormido en su cajita de cartón. Le ha puesto un reloj tictac envuelto en un polo usado para que no extrañe mucho a sus padres. De sólo pensar en aquel bicho indefenso me da como un vértigo salvaje. Y supongo que tener un hijo es como mil veces más intenso. ¿Es que alguien puede estar preparado para eso?
jueves, 6 de noviembre de 2008
kara

martes, 4 de noviembre de 2008
beatles y plaquetas
lunes, 3 de noviembre de 2008
el turismo del desempleo
Si desde la banca de Isabel, uno avanza hacia el borde del cerco de ladrillos e inclina el tórax hacia el acantilado como tratando de alcanzar el mar, podrá ver que la parte superior de una de las formaciones rocosas debajo suyo, por más extraño que parezca, es exacta a la cara de King Kong. Claro que en realidad podría parecerse a la cara de cualquier gorila gigante en que uno pensase, pero es que yo de esos sólo conozco a King Kong.
Antes había una señal sobre los ladrillos hecha con liquid paper. Una flecha indicaba el lugar en que uno debía fijarse y abajo una nota decía algo así como: "Mira el monazo que te está mirando". De eso me acuerdo muy bien porque la primera vez que la leí me asusté de que hubiera un monazo suelto en plaza y de que además este estuviera mirándome. Luego claro, descubrí a aquel estático King Kong de granito y tierra y me tranquilicé.
Ahora alguien ha borrado la nota por lo que es difícil que uno de con la cara de King Kong a menos que esté muy desocupado como yo. Por eso es que lo pongo acá, por si a alguien le interesa visitar este tipo de monumentos del azar y promover el turismo urbano tan venido a menos.
Si deciden ir por estos días, talvez aún puedan aprovechar los últimos rezagos de la brisa marina y ver a King Kong gritando en medio de la niebla. También es aconsejable bajar un rato hacia la playa. Desde allí ya no se le ve a King Kong pero se está muy bien tirando piedras al mar y viendo a los surfers encaramarse sobre las olas como Jesús.
Lo único malo de este tipo de turismo es que los souvenirs con los que uno vuelve a casa suelen ser las piedras escogidas de la orilla o un pedazo de concha naranja con forma de cenicero, y estas cosas por supuesto, no gustan tanto a los amigos y familiares como las falsas artesanías o aquellos horribles polos de: "Alguien que me quiere mucho me trajo este recuerdo de Río de Janeiro".
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martes, 28 de octubre de 2008
gallinazos
Pero no siempre fue así. En la ciudad de la costa en la que yo crecí, los gallinazos eran nuestras palomas. Y nuestras gaviotas también. Detenidos en masa junto al puerto parecían un sepelio extraviado en busca de su muerto, un gran monstruo varado entre los botes y las vísceras de pescado. Habían otros que preferían los basurales al pie del cerro, y los de espíritu solitario a los que encontrabas en las afueras de la ciudad donde los viejos burritos iban a masticar piedras en espera de la muerte.
Pero su círculo de acción nunca estuvo limitado a esos sucios o desolados rincones. También se les veía sobre los postes de luz de la plaza de armas custodiando nuestra infancia y nadie se atrevía a decirles oye vete de aquí o qué feo eres. Cada mañana camino al colegio me los cruzaba en los arenales dando torpes saltos entre los algarrobos. Como yo era un niño, también los veía como niños y envidiaba su vida sin clases de matemáticas y baños matutinos.
Dicen que todos los niños sueñan con volar y que algunos hasta se creen superman y se suben a la mesa y se parten la cresta ante los gritos de su vieja y la empleada. Yo creo que si alguna vez soñé con volar y huir, lo hice hipnotizado ante el vuelo circular, lento y demencial de un gallinazo en busca de carroña.
Por eso es que ayer cuando mi tía, asomada a la ventana de la cocina, me llamó para que viera a dos gallinazos que habían venido a pararse sobre la cornisa del chifa de al lado, no pude contener mi alegría y tuve que almorzar allí mismo, parado junto a la ventana, esperando que apareciesen algunos más y anunciaran su retorno definitivo a la sociedad.
¿Qué habrá sucedido en el medio para que ahora nuestras razas tengan que vivir separadas y espantarse la una de la otra? La gente les huye como si fueran malos pensamientos, los señala con el dedo y en el fondo, yo lo sé, sólo hay un deseo de acercarse, de perdonarse, de abrazarlos y de ir al mercado por unas tripas de pollo que lanzarles.
Tiene que ser, pienso yo, que una parte de nosotros los sabe detenidos al borde de nuestra miseria. Detenidos cómo ángeles y sin hacer ascos a lo que nosotros hemos desechado. Mirando con amor el hueso que dejamos a un lado del plato, la manzana que me comí para no pensar en tu boca, una postal partida por la mitad, el recibo vencido de teléfono, el gatito que amaneció muerto en la avenida.
Ya casi nunca, pero a veces como ayer: dos sobre un techo. Aves negras que no hacen nidos ni cantan y que van por allí, llevándose un pedazo de nuestra alma escondida bajo aquel calabozo de plumas y silencio. Hermosos y salvajes músicos de la muerte. Kamikazes urbanos. Buenos amigos. Preciosos corazones negros sobrevolando la ciudad.
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domingo, 26 de octubre de 2008
el miedo nada puede contra el agua
De modo que terminé allí entre los libros, y yo no compro nunca libros de poesía, en cambio había cogido un cuentito de Horacio Quiroga, de esos de bolsillo que cuestan 5 soles y Crucero de Verano del amigo Truman, pero al final terminé parado frente a un estante donde habían juntado todos los libros de poesía peruana unos al lado de otros como menestras. Los fui abriendo uno a uno hasta que un par de ellos me sablearon como bife angosto y adiós Truman, adiós Horacio, a ver, quién chucha dijo que la gente no compra poesía?
Me fui a la caja y me dijeron que si llevaba un tercer libro me hacían la autopsia gratis. Había uno de Heraud que pintaba salvaje pero recordé que una vez me prometí nunca morirme un sábado por la noche, así que les dije: estos dos y sin bolsita que me los llevo puestos. y así salí leyendo por espinar tan contento que me resbalé con una flor aplastada en la vereda y casi me parto la crisma por bestia.
Cuando llegué al cruce con angamos y ya iba como por el cuarto poema, el libro ya no era un libro, sino un pájaro que se agitaba entre mis manos. Y creo que fue ahí en espera de la combi y con el bicho aquel a punto de devorarme, que me acordé de cuando tenía veinte años y leía los poemas de Karen: contra un muro de la universidad, borrachos en antares, muertos en la calle, y me acordé además del poemario de Kara que hoy terminó de ser impreso. lo imaginé como un dragón durmiendo en el almacén de una imprenta vacía. recordé el poemario de Jorge sobre mi mesa de noche haciendo las veces de lámpara, la siesta de leones de mari, los poemas de sandra, los de laura, los de alain, los de regina, los de daniel y erich, los de erika, los poemas de john y de mario. Y pensaba en todos mis amigos poetas y en cómo a veces me vienen con alguna bobería como que no les salen los cuentos por más que lo intentan y pienso ¿Y para qué carajo querrán escribir cuentos estos salvajes?
Porque al final digo yo, comprarse un libro de cuentos o una novela siempre será: comprarse un libro de cuentos o una novela y punto. En cambio comprar un poemario, es como contratar una pequeña nube que te persiga por un rato, así como la que perseguía a Mario Bros, pero una nube que te llueva encima y que te parta por la mitad con un rayo cuando se le de la gana. Y carajo, talvez me equivoque, pero pienso que eso tiene que ser importante, sobretodo aquí, Dios aquí!, en la única ciudad del mundo, en la que por más que a la gente se le esté incendiando el corazón, nunca, nunca, nunca llueve.
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sábado, 25 de octubre de 2008
Ale
De todas formas, yo estaba encantado con todo el asunto porque me hacía recordar la historia de Holden con su hermanita Phoebe y las historias que ella escribía sobre su alterego la niña detective: Hazle Weatherfield. Total que abrí el cuento de Ale (así se llama mi hermana: Alessandra), y me eché a leerlo.
De arranque debo decir que me quedé lelo al ver que era un cuento autobiográfico y no alguna ñoñez copiada del cine o la tv. Era su propia historia. Una historia triste sobre mudarse de ciudad y perder a sus amigos. Además Ale se había tomado la molestia de inventarse un alterego. No sé si se habrá tardado mucho en escoger el nombre o si fue repitiéndolos en su mente hasta que aquel le sonó a sí misma, pero cuando yo leí Sofía, por poco y no salto por la ventana. Sofía es un nombre que yo siempre he querido usar para mis personajes femeninos. Creo que me gusta desde que leí un poco de El mundo de Sofía. Por alguna razón no lo he usado hasta ahora. Y allí estaba ahora Sofía. En el cuento de mi hermana. Sofía era mi hermana.
Después de eso, terminar el cuento me fue facilísimo. Sofía me salía de los dedos, se dejaba guíar como una niña a quien yo estuviese llevando de la mano por la playa. Terminé el cuento en un par de horas y se lo envié a Ale que quedó encantada con la historia.
Así que aquí estoy, después de estas dos semanas, (¿o han sido tres?, ya perdí la noción del tiempo), he vuelto a escribir. Creo que se lo debo un poco a Ale y por eso quería dedicarle este primer post de mi regreso. Ella no lo leerá porque no tiene el link de mi blog, pero con paciencia, supongo que algún día se topará con alguno de mis cuentos y descubrirá a su Sofía dentro. Entonces sabrá que aquel día que me pidió ayuda con su tarea, era en realidad ella quien me estaba ayudando.
Gracias a todos por la espera =D
martes, 14 de octubre de 2008
miércoles, 8 de octubre de 2008
Tómbola pro fondos Heridita Fanzine
Este sábado 11 de Octubre realizaremos la gran TÓMBOLA CULTURAL profondos Heridita Nº5, el evento tendrá lugar en la Librería Comentarios(Jr. Ica 144 - transversal de Jr. de la Unión) , segundo piso . La dinámica de esta actividad será la clásica, es decir por adquirir un ticket se canjeará un premio, la diferencia está en el tipo de premio recibido ya que será una pieza de arte, artesanía, antigüedas o coleccionables. (Yo llevaré para el sorteo algunosss de mis dibujos de hueso y de yujuuuuuu, montajes de pacazos y unas cuantas postit-girl)
Lo recaudado servirá para la impresión del quinto número que será presentado este miércoles 15 en La Noche de Barranco.
Están cordialmente invitados a participar de esta actividad, donde además habrá recital de poesía, pintura en vivo, música y sorteos. Si tienes algún donativo (aretes,libros,libretas,publicaciones,diseños,etc.) para nuestra tómbola escríbenos a : heridita@gmail.com
Participando: Editorial Pilpinta, xnideax, Audiofobia, Javier Quijano de Arsenal fanzine, Ed Hibert, In the Pendiente.
ENTRADA LIBRE / Costo por ticket de tómbola: S/.5 / De 2 a 8 pm.
miércoles, 1 de octubre de 2008
Día 0
Ahí afuera hacía una mañana soleada. Ni siquiera me conecté el ipod. Caminé con mi cheque hasta el banco y lo deposité. Me sentía como Andy listo para irse a Zihuatanejo. Cuando el dinero estuvo seguro, fui por una cerveza a Vivanda. Ya que era mis última cerveza antes del período de recesión compré una Sapporo y una Flensburger. Abrí la Sapporo, guardé la Flensburger en mi bolso y entonces saqué unas hojas dobladas en las que había impreso Día Domingo, de Vargas Llosa.
Día Domingo es un cuento que está dentro de aquella antología Los cachorros/Los Jefes y que fue uno de los primeros textos que me hizo querer ser escritor. Trata de un par de amigos que se cagan por la misma chica y se desafían a chupar como salvajes y luego a nadar hasta la reventazón. Como el cuento sucede en Miraflores, mi plan era hacer exactamente la ruta que hacen Miguel, Rubén y el resto de "Los pajarracos" desde el bar hasta la playa.
La travesía empieza en Pardo cuando Miguel viene de caerle a Flora y ella le ha dicho que lo va a pensar. Miguel sabe que esa tarde Rubén también le va a caer así que va hasta el bar a impedir que Rubén salga de allí. El bar que mencionan queda junto al cine Montecarlo en Grau. Yo no encontré cine Montecarlo. Encontré el Teatro Montecarlo, y con la esperanza de que en el pasado ese hubiera sido el Cine Montecarlo y que alguna de las casas vecinas fuera el bar de los pajarracos, me recosté contra una pared y continué leyendo. Iba chupando mi Flensburger junto a ellos.
Cuando por fin todos estábamos bien borrachos y llega la parte en que estos salvajes se desafían a bajar al mar y ver quien es mejor nadador, me puse de pie y me eché a seguirlos. Bajamos nuevamente por Pardo, luego seguimos por Diagonal y finalmente descendimos por aquella empedrada bajada a los baños. Terminé de leer el cuento sentado entre las húmedas piedras de la orilla. Luego me metí unas cuantas piedras al bolso y regresé al parque.
Por la tarde la he pasado aún mejor
Y la noche promete porque he comprado Dr Strangelove
y An american werewolf in London.
Hoy de verdad es el primer día del resto de mi vida.
Quería agradecerles de todo corazón a ustedes que vienen a ver mi blog. Me alegra mucho siempre leer sus coments y espero que no piensen que soy un baboso porque nunca los contesto acá mismo. En el futuro con suerte contaré con más tiempo y espero poder devolverles las visitas.
Por lo pronto, voy a darme unas vacaciones de un par de semanas y ver que se siente no hacer nada de nadaaaaa. Ya les cuento.
Ta lueguito salvajes
=D
martes, 30 de septiembre de 2008
Día -1
lunes, 29 de septiembre de 2008
Día -2
Después de poner el colchón sobre la cama lo ha ido a recoger. El impacto había sonado fuerte pero cuando lo puso de nuevo sobre el monitor vimos que sólo había salido volando la visera de su gorro. Igual me mi tía no paraba de decirr Pobrecitooo! OHHH Pobreee! - No llores - le dije - ya ves que ningún órgano vital ha resultado comprometido. Luego he ido por el super glue y le he vuelto a poner el gorro. Ha sido muy fácil y rápido, pero todo el super glue me ha caído sobre los dedos y he pasado el resto de la noche quitándomelo con agua tibia, perfume, cortauñas, una máquina de afeitar, limas y crema humectante.
Hoy por la mañana al entrar al cuarto de mi tía, ya no he visto al niño sobre el monitor sino en la parte baja del escritorio. Supongo que mi tía lo ha puesto ahí de castigo. Él por lo menos, tiene cara de no querer volver a intentarlo.
Día -3
LUego el vino hizo su trabajo e hice que me devolvieran a la lista. Pero no fue sólo el vino. También recordé aquel texto en que Iván habla de Valdelomar y de cómo este tipo ponía el propio cuerpo para salvar a su obra. Ya saben, dicen que fue él quien en medio de una gran juerga dijo: "El Perú es Lima, Lima es el Jirón de la Unión, el Jirón de la Unión es el Palais Concert y el Palais Concert soy yo". Digamos que quien dice eso no puede ser más que un completo cretino. Pero si uno lee a Valdelomar se da cuenta de que no es nada pretencioso en su obra. Talvez era un cretino en su vida real para no tener que serlo en sus cuentos. Eso es por lo menos lo que dice Iván y a mi me pareció muy paja. Entonces pensé: Ok, que mierda con el ridículo, leeré lo que he escrito. Me joderé yo para salvar mi poesía.
Después que Kara terminó de leer Exposición 2, me pasó el micrófono y leí dos poemas sobre el alcohol. Uno se llama "es tan divertido ser un alcoholico" y el otro se llamaba "alguien que estaba muy borracho". Cuando terminé de leer, fui hasta mi sitio y un tipo me agarró por el cuello y me dijo: "Si tuviera un hacha, te mataría". Era Ed Hibert, o más bien Carlitos, el tipo que dibuja a Ed Hibert, una de mis tiras cómicas favoritas. Como agradecimiento a su osadía le regalé el papel con el poema que acababa de leer.
Al final, con toda la gente nos fuimos a beber vino en caja en el acantilado de Barranco. Los policías nos botaban de cada esquina de malecón que tomábamos así que íbamos movilizándonos como nómades alcohólicos. Terminamos en un sanguchería de Nicolás de Piérola comiendo sanguches de pavo y de pollo.
Acabo de llegar a casa y me he acordado como hace una hora estaba echado en el grass del malecón mirando el cielo desestrellado de Lima y bebiendo vino. Recuerdo que dije: "...aunque no tenga estrellas", que era una parte de mi poema. Yo no sé si fue porque reconocieron el poema pero Sandra y Kara sonrieron.
Talvez sea el vino y el aire del malecón
Talvez sea la hierba de mala calidad
Pero creo que estoy enamorado de mi vida.
bueno, esto fue lo que leí:
es tan divertido ser un alcohólico
es tan divertido ser un alcohólico y llevar vidrios rotos en el esófago
y es más divertido aun ser un alcohólico
y caminar por Pardo como si fuese Quilca
y sentir que Lima es una ciudad maravillosa
aunque no tenga estrellas
aunque no me dejen entrar al baño de mc donalds
aunque she’s got a ticket to ride
es tan divertido ser un alcohólico y caerse
como se caen las aves de Máncora dentro de una ola
y nacen dos segundos después con un pez en el pico
cuando uno ya las creía muertas
es tan divertido ser un alcohólico
y que la palabra mapa esté presa en una manicomio
junto con los cuadrados, las horas
y la muerte - en su celda de agua
es tan divertido hablarle a tu gato,
o besar a tu madre
dormirse en un parque
robarse una estatua
es tan divertido entender
alguien que estaba muy borracho
Cuando tenía catorce
sabía tocar el piano
nunca me sentaba adelante
pero tampoco demasiado atrás
jugábamos al fútbol, estudiábamos
y un día
alguien que estaba muy borracho
dijo que yo lo conseguiría
me dijo – muchacho
todos andamos en busca de algo
pero la mitad de esta gente preferirá
pasar la vida comiendo cemento
antes que los vean echar un ojo al cielo
Y yo le creí
Salí de aquel lugar por la ventana
hacia la noche de Lima en 1998
convencido de ser una lluvia de fuego
presta a caer sobre la ciudad
Diez años después
estoy en las gradas de una iglesia
con una guitarra que he olvidado como tocar
llevo un tigre muerto por corazón
y la gente que me besa en la boca
sale huyendo como si hubiesen besado a un pájaro
diez años después
mi hermana entra al cuarto y me dice que la acompañe a almorzar
pero no hablamos, ni reímos
comemos como si lo que hubiese en nuestros platos
fuese una cascada invisible de silencio
que sube hasta nuestras bocas
y enfría nuestras manos
Diez años después
tengo cien discos más en el estante
pero ninguna canción favorita
y tengo cien libros más
pero ya no los releo compulsivamente
en las gradas de los supermercados
ni la gente se detiene a mirarme
como si sobre mi cabeza tuviera lugar
un incendio majestuoso
No recuerdo mucho de todo aquel camino
recuerdo algunas cosas
como que a los veinte ella me dejó
recuerdo haber huído tan lejos que llegué hasta una ciudad
de la costa del Atlántico donde el sol
era una esfera verde y rosada
que se alzaba sobre el mar a las seis de la mañana
mientras nosotros los borrachos volvíamos a casa
Conocí a un chico que dormía en la calle
y a una anciana que había perdido el juicio
conocí a un hombre que venció a la muerte
y bailé con una tipa que a mitad de la canción
resultó ser un tipo con muy buenos implantes
trepé algunos cerros
dormí en varios hoteles
perdí tres pares de lentes amarillos
y creí ver a Dios en más de alguna estación de metro
Después volví a Lima y me convertí en un tipo decente
trabajé ocho horas
ocho días
ocho años
hasta que finalmente un día
aquel fuego ya no estaba conmigo
y si salía y estaba lloviendo
ya no crecía en mi garganta
aquella bola de sangre caliente
que me obligaba a escribir como un poseso
Caminaba defrente
y sin mirar a nadie
pisaba plantas, cines y catedrales
una chica vino a verme desde muy lejos
cogió un plumón y escribió Te adoro en la pared de enfrente
porque sabía que me gustaba aquel poema de Eielson
Diez minutos después yo estaba
rompiéndole el corazón en un parque cercano
ella huyó y yo sin querer
fui acostumbrándome a todo aquello
como si una lámina plástica de indiferencia
fuese vertiéndose sobre mi alma
ya nada me importaba
y aviones gigantes podían pasar entre mi pecho
sin siquiera rozar las paredes
y así es como he vivido durante todo este tiempo
y talvez, pienso yo
no sería tan duro
si de vez en cuando alguna noche como esta
echado en mi cuarto
no viniera todo de golpe a mi
y al sentir un brinco entre los pulmones
como un animal herido
tuviera que salir corriendo de casa
con lágrimas en los ojos
a rasparme los nudillos contra las paredes de ladrillo
recordándola a ella
gritando por las calles
reclamando mi corazón entre los autos
recordándome de veinte años y con el cabello largo
viendo nuevamente la carretera infinita de América del Sur
desde un ómnibus con los vidrios empañados
pensando en todas aquellas horas dentro de una oficina
y en las noches sin sentido en bares de buena y mala muerte
recordando a mi padre y a mi madre
a todos mis amigos
pero recordando sobre todo
a ese alguien muy borracho
y tratando de comprender
qué mierda había querido decirme
aquella noche de 1998 cuando se me acercó
y me dejó para siempre con la sensación
impresa como un estigma
de que yo era
un maldito ave fénix
una ciudad de piedra emergiendo de la tierra
la canción que haría famosa a cualquier banda de rock
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domingo, 28 de septiembre de 2008
Día -4
La película que vimos también tenían un guión asqueroso pero al menos la pasaban en 3D y te daban esos aparatos con un lente azul y uno rojo. Vimos a un escarabajo gigante apuntarnos con sus antenas. La sala estaba llena de niños con sus mamás. Estaban los niños, las mamás y nosotros dos.
Al salir del cine fuimos por unas cervezas y al mediodía se nos unió Pepe y bajamos a La Herradura por un ceviche. Cuando la cerveza hizo su efecto tratamos de convencer a Pepe de que casarse era la peor idea que había tenído en muchos años.
Luego Pepe se fue y estuve todo el día con Karen. Por la noche cuando ella también se fue, me puse a ver la película que me había dejado: Factotum. Es una película en la que MAtt DIllon interpreta a Henry Chinasky, el alterego del escritor Charles Bukowski. En la película básicamente no pasa nada que no le pase a un tipo que intenta hacerle frente al trabajo, la cerveza, los caballos y las mujeres locas. Puede resultar hasta aburrida si estás acostumbrado a los grandes dramas pero a mi me gustó bastante.
A veces cuando intento explicarle a la gente porqué he dejado mi trabajo para escribir, siento que soy una de esas películas que nadie entiende. Es como cuando L vino y me dijo: Quiero dejar mi trabajo y dedicarme a críar hongos para hacer yogurt casero. O cuando Pepe me dijo que iba a casarse. Supongo que yo tendría que convivir con esos malditos hongos del yogurt o con la novia de Pepe unos meses para saber de qué rayos me están hablando.
Fácil lo que sucede es que las cosas que a uno le gustan de verdad son como aquellos chistes privados que tienes con alguien y que nadie más entiende. Como en aquel cuento de Salinger en que una chica recuerda una vez en que se torció el tobillo y que su chico le acariciaba el tobillo y le decía "pobre Tio Wiggily". El chico del cuento muere, me parece que en la guerra, pero años después está allí esa tipa borracha recordando que él había llamado a su tobillo "Tio Wiggily" mientras lo acariciaba y eso le hacía una gracia y ternura tremenda.
Talvez por el hecho de que yo siempre ando sobredimensionando las cosas, parece que todo este asunto de dejar el trabajo para escribir se ve como una gran hazaña, pero para serles sinceros, probablemente nunca he hecho nada tan fácil. La literatura, es mi chiste privado.
Cuando estaba renunciando frente a la gerenta general yo veía su oficina y no tenía ningún libro en sus estantes. Ni siquiera la antología de Mujeres Alteradas de Maitena que le regalé una vez en un intercambio navideño. Me preguntó que a qué agencia me iba. Le dije que a ningún lado, que me iba a escribir. No parecía entender que yo estuviera dejando un prometedor futuro en la publicidad para ponerme a escribir. ¿Cómo podía entenderlo si no tenía ningún libro en sus estantes?. No pretendí que lo entendiera. Me paré y salí de aquel lugar. Yo lo entendía. Entendía a Salinger. Entendía a Chinaski. Entendía a todos mis amigos escritores y las largas noches frente al teclado. Etendía las películas en las que nunca pasa nada, entendía Factotum. Entendía el extraño chiste de la hoja en blanco y el tiempo libre para llenarla. Entendía el poema al finald e la película. Claro que lo entendía. Yo por lo menos lo entendía. Y eso era más que suficiente.
Pobre Tio Wiggily.
el poema al final de factotum:
(charles bukowski)
si vas a intentarlo, ve hasta el
final.
de otro modo, no empieces siquiera.
si vas a intentarlo, ve hasta el
final.
tal vez suponga perder novias,
esposas, parientes, empleos y
quizá la cabeza.
ve hasta el final.
tal vez suponga no comer durante 3 ó
4 días.
tal vez suponga helarte en el
banco de un parque.
tal vez suponga la cárcel,
tal vez suponga mofas,
desdén,
aislamiento.
el aislamiento es la ventaja,
todo lo demás es un modo de poner a prueba tu
resistencia, tus
auténticas ganas de
hacerlo.
y lo harás
a pesar del rechazo y las
ínfimas probabilidades
y será mejor que
cualquier otra cosa
que pudieras imaginar.
si vas a intentarlo,
ve hasta el final.
no hay sensación
parecida.
estarás a solas con los
dioses
y las noches arderán en
llamas.
hazlo, hazlo, hazlo,
hazlo.
hasta el final.
hasta el final.
llevarás las riendas de la vida hasta
la risa perfecta, es
la única lucha digna
que hay.
sábado, 27 de septiembre de 2008
Día -5
Al final dela jornada, he contado 28 tortugas. Hay unas que están bajando la escalera, algunas dando vueltas sobre los lockers y otras escondidas atrás de las mac. Hay de las verdes y de las marrones. A razónde 4 minutos por calada de tortuga debo haber pasado alrededor de un par de horas recortando a esos bichos y ya no he ido a celebrar nada.
Parado en la puerta de la oficina mirando todas mis tortugas he recordado el final del cuento de Sebastián:
"Y a veces, cuando estoy así, solo, pasándoles la carlina húmeda, en silencio, pensativo, cuidando y admirando mis banderitas, mi mente se relaja y no puedo evitar reflexionar ¿No seré medio boludo yo?
jueves, 25 de septiembre de 2008
Día -6
miércoles, 24 de septiembre de 2008
Día -7
Apesar de que mi tía y mi hermana ya estaban dormidas, igual cerré la puerta de mi cuarto y salí a mi ventana. Hacía una noche bonita y me fumé el wiro tranquilamente mientras miraba al guachimán dormido en su caseta. Algunas de las cenizas que soltaba caían largo rato encendidas y se apagaban recién a la altura del segundo piso. Era algo digno de verse. Al rato, como no tengo mucha experiencia roleando wiros, la huevada se hizo una desgracia y cayó desarmada al patio del edificio. Entonces me fui a mi cama y apagué la luz. Igual, ya había sido suficiente. Me tapé con mis colchas de tigre. Al principio me sentí bastante adormecido y feliz. El dolor seguía allí, pero era como un sonido lejano. El rebote constante del mar contra las rocas.
Y bueno, a todo esto, ya estaba a punto de quedarme dormido cuando de pronto he recordado lo de las combustiones humanas espontáneas. No sé que me ha dado por allí. Ya saben, no existe un video ni pruebas rotundas de aquello, pero hay gente que afirma haber visto a sus hijos o vecinos ser consumidos por una llama de fuego que salió repentinamente de su propio cuerpo. Se supone que la cosa sucede en segundos. De pronto estás allí y de pronto eres sólo un par de piernas y un poco de cenizas sobre el sillón. Hasta da risa supongo. Parece un chiste. Pero es que es así.
A veces cuando uno fuma hierba todo parece un chiste. A veces también cuando la hierba no es de buena calidad todo te pone paranoico. Aunque sean cosas tan inéditas como la combustión espontánea. Ayer después de la marihuana, el dolor de cuello había desaparecido. Pero allí seguía yo, a las dos de la mañana, echado sobre mi cama con los ojos bien abiertos y rogándole a la Virgen que me tuviera paciencia y que mi cuerpo no ardiera en llamas antes de el amanecer.

martes, 23 de septiembre de 2008
Día -8
Mi tía también me ha enseñado a escoger limones. No crean que no sé que el asunto tiene su arte. Hay que apretarlos un poquito para sentir su rugosidad y consistencia. Y no sólo eso, claro. El color también juega su papel. Los verdes oscuros por ejemplo, son duros y no tienen mucho jugo. Los que están muy amarillos y tienen la cáscara delgadita son riesgosos. Es cierto que son los más jugosos, pero si se te confías te puede tocar alguno agrio y eso es suficiente para echar a perder el ceviche o la limonada. Los limones son como los humanos y se comportan como bestias cuando andan en manada. Si uno está podrido, lo más probable es que sea ese el que contagie al resto y no el resto el que lo reforme a él. De preferencia hay que buscar los verdes claritos que se ponen amarillos sólo cuando los aprietas. Esos son los que garantizan una buena mueca retrolingual.
Yo creo ser un buen escogedor de limones. La verdad es que soy el terror de las viejecillas que esperan detrás de mi para llenar su bolsita. Pero creo que con lo de los lapiceros me supero con roche. Puedo pasar como las huevas, de veinte a treinta minutos frente a la góndola de útiles. Antes podía escribir con un pedazo de carbón y no me importaba. Supongo que es porque casi nunca escribo a mano salvo para apuntar cojudeces. Pero como últimamente me pongo a dibujar a la chica del post-it y otra sarta de bichos para no prestar atención al cliente, como que le he tomado importancia al asunto. Además Karen me trajo de EEUU un lapicero de Napoleón Dinamita y eso cambió mi vida. Conocimiento es infelicidad. Una vez que tuve aquel lapicero con los dibujitos de Napoleón (por ejemplo aquel bicho que es mitad león y mitad tigre), ya me siento tela dibujando con cualquiera de esos lapiceros de merchandising que caen por la agencia.
Ahora siempre llevo en la mochila cuando menos dos lapiceros y un lápiz. El último que compré era un Power Ball Stabilo. Una maravilla. Era el Nureyev de los lapiceros. Pa acá y pa allá iba con el jodido Power Ball hasta que alguien me lo pericoteó. Entonces descubrí el Color Gel 208 Stabilo que es el que tengo ahora. La tinta no es tan líquida sino más bien gelatinosa. La bolita del lapicero gira con tan poca fricción que más que escribiendo uno siente que está poniéndole aceite encima a una chica calata.
De sólo pensar que este vicio mío por los lapiceros acaba de comenzar, y que aún me faltan explorar el mundo de las plumas, las estilográficas, las portaminas y las nuevas pastruladas con las que me salga Faber Castell o Stabilo, me da una cosa que se me eriza todo el pellejo de la emoción y pongo cara de haber chupado limones mal escogidos.
PD. Este post está dedicado a mi amigo Nelson que hoy cumple años y que además es un excelente escogedor de limones y preparador de ceviches y chilcanos. Cuélgate un limón al cogote pes desgraciao así como les ponen a los perros con moquillo para que te cures de la gripe y poder celebrar pronto =D